Kim Kardashian pagó una fortuna y se atrevió a lucir la joya "maldita" de Lady Di
La empresaria e influencer asistió a una cena de gala con la famosa Cruz de Attallahel, de 5,25 kilates, de la princesa Diana de Gales.
La imagen de Kim Kardashian, envuelta en lujo y sofisticación, se hizo viral una vez más, pero esta vez el centro de la atención no fue su vestuario, sino una joya con historia: el impactante collar de amatistas y diamantes que alguna vez perteneció a Lady Di, la Princesa de Gales que tuvo una muerte trágica.
Kardashian, la empresaria e influencer estadounidense conocida por su habilidad para acaparar miradas y engrosar su inmenso patrimonio, decidió adquirir esta pieza en una subasta.
La Cruz de Attallah se convirtió en un objeto simbólico
El collar ha estado rodeado de misterio, y algunos hasta se refieren a él como la “joya maldita” de Lady Di, debido a los rumores que siempre han acompañado a las joyas de la realeza británica.
La subasta se llevó a cabo en Sotheby's de Londres, donde se esperaba que la joya, conocida como “Collar Attallah” o "La Cruz de Attallah", alcanzara un precio exorbitante. Y así fue: Kardashian habría pagado una cifra cercana a los 200,000 dólares, una cantidad irrisoria para su fortuna pero que subraya el valor de esta reliquia.
La adquisición se suma a las anteriores inversiones que la empresaria ha hecho en objetos simbólicos de figuras históricas, como el famoso vestido de Marilyn Monroe que lució en la Met Gala de 2022.
La historia detrás de la “joya maldita”
El Collar Attallah fue diseñado en la década de 1920 por Garrard, la joyería que por décadas se encargó de las creaciones más exclusivas de la realeza británica.
Esta pieza destaca por su extravagante amatista en forma de cruz y el adorno de diamantes que la rodea, lo que la convierte en una joya de fuerte presencia.
Cuenta con 11 grandes amatistas de talla cuadrada, rodeadas por diamantes de talla circular con un peso de 5,25 quilates.
La joya tiene fama de causar "mala suerte" a sus propietarios
Lady Di la utilizó en una sola ocasión, en un evento benéfico de 1987, combinándola con un elegante vestido morado de Catherine Walker, una de sus diseñadoras de confianza.
Sin embargo, más allá de su precio y su rareza, el collar ha sido objeto de leyendas. Para algunos, la joya representa la tragedia y soledad que la princesa experimentó en los últimos años de su vida.
Esta pieza de joyería, cargada de simbolismo, fue una declaración de rebeldía y fortaleza para Diana, quien para entonces ya se había separado del príncipe Carlos.
En aquel tiempo, la princesa buscaba reafirmarse como una figura independiente, y el Collar Attallah fue uno de sus amuletos de empoderamiento.
Los rumores sobre una “maldición” de la joya tienen raíces en la mala fortuna que aparentemente ha afectado a varios de sus dueños.
La pieza nunca perteneció a la Corona británica. En realidad, era de Naim Attallah, amigo de la princesa, quien se la prestó a Lady Di. Cuando ella murió, fue vendida y subastada en varias ocasiones.
Muchos creen que quienes la poseen acaban envueltos en algún tipo de desgracia, aunque no hay ninguna evidencia concreta que respalde esta teoría. Para otros, simplemente se trata de un símbolo de la rebeldía y dolor de Lady Di.
Kardashian y el legado de las mujeres ícono
Kardashian, de 44 años, no es la primera celebridad en adquirir reliquias de figuras históricas. De hecho, su predilección por objetos simbólicos de otras épocas parece seguir una línea similar a la de coleccionistas como Madonna, quien también es conocida por su fascinación por la realeza y los íconos femeninos.
Este gesto de Kardashian podría interpretarse como un homenaje a figuras de mujeres icónicas que desafiaron las normas de su tiempo.
Como era de esperar, la decisión de Kardashian de adquirir y lucir el collar no pasó desapercibida. Las redes sociales, siempre rápidas en reaccionar, han tenido opiniones divididas.
Para algunos, Kardashian está banalizando un objeto con historia y un dolor personal, convirtiéndolo en un simple accesorio. Otros, sin embargo, ven en este acto una manera de mantener vivo el recuerdo de Lady Di en un contexto actual y de recordar a una princesa que, a pesar de su estatus, fue vulnerable y humana.
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