El joven asistió al programa sin saber con quién se iba a encontrar. Un desenlace que nadie esperaba.
Un crimen que conmocionó a todos tras una inesperada confesión. Un programa de entretenimiento, una revelación inesperada y un joven que no soportó la exposición pública conformaron un cóctel que terminó en tragedia.
El asesinato de Scott Amedure sigue marcado como uno de los episodios más polémicos de la televisión estadounidense de los 90. A treinta años del hecho, el caso todavía genera preguntas sobre los métodos utilizados por ciertos ciclos que buscaban impacto sin medir consecuencias.
El 6 de marzo de 1995, Jonathan Schmitz llegó al estudio de The Jenny Jones Show sin ningún dato concreto sobre el motivo de su invitación. Los productores solo le habían dicho que alguien estaba enamorado de él y que conocería la identidad de esa persona frente a las cámaras.
El concepto parecía simple: juegos, sonrisas, curiosidades y un toque de sorpresa para un público acostumbrado a esos formatos.
Lo que Schmitz desconocía era que su “admirador secreto” era Scott Amedure, uno de sus mejores amigos. Scott asistió acompañado por su amiga Donna Riley. Ambos aceptaron la propuesta del programa para participar de la dinámica que buscaba impactar al público. Para ellos, la situación era un chiste televisivo, una curiosidad que quedaría como anécdota.
Cuando Jonathan ingresó al escenario, se mostró entre curioso e incómodo. La revelación lo tomó por sorpresa. Scott, abiertamente gay, expresó su interés frente al público y la conductora. Jonathan sonrió, hizo comentarios nerviosos y trató de mostrarse amable. Sin embargo, varios testigos de la producción contaron que, una vez fuera del aire, él se mostró avergonzado y perturbado por la exposición, algo que golpeó su orgullo y su imagen pública.
La cadena decidió no emitir el episodio. Solo algunos fragmentos circularon durante el juicio que vendría meses después.
La inesperada reacción que terminó en tragedia
Tras la grabación, cada uno volvió a su rutina. Scott creyó que la situación no pasaría de una anécdota y le dejó una nota a Jonathan donde bromeó sobre lo ocurrido. También propuso hablar con calma para desactivar cualquier tensión. Ese gesto, que para Scott era amistoso, quedó interpretado por Jonathan como una presión adicional.
La mañana del 9 de marzo, Schmitz tomó una decisión que cambiaría todo. Compró una escopeta, municiones y manejó hasta la casa de Amedure en Lake Orion, Michigan. Cuando Scott abrió la puerta, recibió tres disparos. Jonathan escapó, condujo hasta una estación de servicio y llamó al 911. Durante la llamada, reconoció lo que hizo y mencionó que se sintió “avergonzado” y “engañado” por la situación televisiva.
Los investigadores confirmaron que Jonathan actuó solo. Las cámaras del comercio donde adquirió el arma mostraron que su plan fue deliberado. En su casa encontraron la carta enviada por Scott, algo que los fiscales consideraron clave para reconstruir el estado emocional del acusado.
El juicio y el papel del programa
Schmitz fue acusado de homicidio. Sus abogados intentaron plantear que había actuado bajo “provocación extrema”, argumento que en esa época se utilizaba en casos donde la orientación sexual de una víctima era señalada como detonante emocional del agresor. La fiscalía sostuvo lo contrario: para ellos, el crimen fue premeditado.
Con el correr del proceso, la discusión se trasladó a la responsabilidad del programa. Se cuestionó el método utilizado, la falta de información previa y la exposición deliberada de los invitados. Jenny Jones defendió la dinámica, aseguró que nadie buscó humillar a Jonathan y sostuvo que el objetivo era entretener.
La familia Amedure inició una demanda civil contra la cadena y la producción. Alegaron que el formato del programa, sumado a la manipulación previa, había contribuido al desenlace fatal. El debate sobre los límites del rating quedó instalado en los medios y en la Justicia.
En 1996, el tribunal de Michigan declaró a Jonathan Schmitz culpable de homicidio en segundo grado por el crimen de su amigo. Recibió una pena de entre 25 y 50 años de cárcel. Cumplió 22 y obtuvo libertad condicional en agosto de 2017.
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