Claudia se conmovía con las historias de los clientes que iban a diario después de sus tratamientos. Cambió la pizarra de ofertas por un lienzo para frases y dibujos inspiradores.
Hace seis años, Claudia y su marido Daniel apostaron por abrir un nuevo negocio. Su kiosco tiene una ventana para atender a los clientes e intercambiar pedidos y golosinas. Pero la ubicación del lugar, al lado de dos centros de salud, hizo que ese intercambio fuera más allá de las compras para compartir también historias, penas y consuelos. Y así, ella decidió convertir la pizarra de ofertas en un lienzo de frases y dibujos que funcionan como un bálsamo para los enfermos.
Claudia Emilce Mart es mendocina de nacimiento pero neuquina por adopción. Pasó más de la mitad de su vida en la ciudad, donde conoció a su marido y donde nacieron sus hijos y nietos. En paralelo a su trabajo como auxiliar de servicios en la escuela 82, en marzo de 2019 decidió apostar por un nuevo rubro: junto a su esposo, compraron el fondo de comercio de un pequeño kiosco sobre la calle Fotheringham, en un emprendimiento que creció junto con ellos.
"Fue algo muy emprendedor, muy a pulmón todo, la verdad que remamos en dulce de leche", contó Claudia a LMNeuquén. Y es que antes de cumplir su primer año al frente del local, la pandemia de coronavirus los obligó a cerrar las puertas durante un mes, lo que complicó su situación financiera por las pérdidas de stock.
La familia pudo sobreponerse al aislamiento y volvió a la actividad comercial, con una demanda cada vez más intensa en una zona concurrida de la ciudad, sobre todo por pacientes y familiares que asisten a la clínica San Lucas, la clínica oncológica y de traumatología que se ubican a pocos metros del local.
"Ahí empezamos a tomar conciencia de dónde estábamos y a quiénes teníamos de vecinos", dijo la kiosquera y agregó: "Cada mañana abrís la ventana para atender y ves que detrás de cada cliente hay una historia, hay un alma y muchas veces, una herida".
Claudia vendía golosinas, cigarrillos o calentaba el agua para un termo a sus clientes y los veía con la cara apenada, con la energía baja o hasta con lágrimas en los ojos. Pronto, ese intercambio de bienes se transformó en una contención para algunos pacientes o los familiares que iban de visita, y así se decidió a cambiar las ofertas de la pizarra por un mensaje que les llegara al corazón.
De ofertas a consuelo: el rol de la pizarra del kiosco
"La pizarra la compramos cuando abrimos, para que la gente supiera qué vendíamos", relató la mujer. "Decía bebidas, golosinas, cigarrillos. Y una vez, debajo de esas palabras, se me ocurrió poner una frase corta", sumó.
Por la buena respuesta que tuvo su idea, decidió abandonar del todo las ofertas. "Le dije a mi marido que todo el mundo sabe que hay un kiosco o qué vendemos, y que era mejor algo en los carteles. Así comencé. Saqué todo lo de anuncios de la pizarra y ya eran todas frases y dibujos", aseguró.
A Claudia siempre le había gustado dibujar y pintar, y pese a que no tiene educación formal en Bellas Artes, el amor que le pone a cada dibujo se deja ver con los resultados: paisajes, flores o figuras de tiza se imprimen en la pizarra con acabados prolijos y llenos de color.
"La idea es darle un motivo para transformarles el día o curarles una herida a todos los que pasan, ya sean que compren o no", aseguró. Por eso, cada fin de semana dedica una o dos horas de su tiempo libre a pensar una nueva frase y hacer un dibujo nuevo con sus tizas de colores.
Cuando no plasma citas célebres o imágenes recreadas de otras que vio en las redes sociales, deja volar su imaginación. "Nada es para llevar, todo es para vivir acá", reza la última que acompaña sus ilustraciones. Y así, con un poco de tiza y mucho corazón, trata de sanar a los que buscan una cura médica en las clínicas, pero recién se alivian el alma cuando salen a la vereda y ven ese gesto de ternura.
Para la kiosquera, el objetivo es simple: "No es sólo abrir una venta y vender, es encontrar esa humanidad y ponernos en el lugar de los otros". Y así, imprime esa empatía que la caracteriza no sólo a un cartel sino a su forma de atender.
Historias que llegan al corazón
Hay un eje transversal en la tarea de Claudia, desde su frase más chiquita a los murales elaborados de hoy, y no es otra cosa que haber tomado dimensión de esas penas silenciadas que se asoman a la ventana de su negocio. "A veces nos enfrentamos a algunas historias que nos hacen sentir muy chiquitos, ves tu historia como insignificante en cierto punto", expresó.
Hay veces en que se conmueve con una historia de la clínica. Hace poco, fue por una paciente que nunca vio. "Venía siempre un hombre a pedir agua caliente para su termo y se quedaba tomando mates a través de la ventana", explicó. "Nos contaba de su esposa, que estaba internada con cáncer", dijo y agregó: "Ellos eran del interior, y ella había titularizado horas como docente".
Claudia compartía cada desayuno y así aprendía sobre todo ella: su amor por la escuela, su lucha contra una enfermedad agresiva y el sacrificio de sus familiares, que se habían instalado en Neuquén para acompañarla.
"Un día vino a avisarnos que ella había fallecido, y yo sentí un dolor inmenso, como si la conociera", dijo. Claudia nunca había visto el rostro de la mujer, pero había formado un vínculo con su historia a través de esos relatos que su esposo hilvanaba entre mate y mate. Fue entonces cuando comprendió que sus clientes necesitaban algo más que productos de kiosco. Y ella quería dárselos a pura tiza y pizarrón.
"Quiero decirles que no están solos, a pesar del dolor o la desolación", dijo y aclaró que ese amor que ella da con sus dibujos siempre vuelve, multiplicado. Así, se le ensancha el corazón cada vez que ve a los peatones sacándole fotos o incluso a los niños posando con algún dibujo. Otros se conmueven con la frase y vuelven después, cuando el mensaje decantó, para agradecerle con un ramito de flores, una carta o algún obsequio.
"Tengo mis líos encima, como todos, y la gratitud siempre vuelve. Vuelve todo lo que voy dando", dijo y agregó que esos gestos la ayudan a confirmar la importancia de esos ratos en que juega con las tizas y las palabras hasta crear mensajes llenos de significado.
Los murales de la pizarra fueron sus primeras pinturas "en serio". "Fue mi primera vez, fue jugar un poco, animarme a jugar, jugar con mis manos y probar, van surgiendo y después hay tizas ahora que son de mejores calidades, vienen colores más fuertes que otros, quedan mejores los carteles y se puede jugar con eso para que llamen más la atención", aclaró.
Y aunque se inspira con distintos mensajes o adapta los suyos, trata de tocar el alma, lejos de ideas que puedan generar rechazo. "No incluyo nada religioso ni político. A nivel religioso solamente en Navidad, porque es una época que me gusta mucho, y puede aparecer algo de lo católico. Si no trato de que nadie se sienta excluido", aclaró.
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