Fernando Croxatto reemplazó a Virginio Bressanelli y desde entonces está al frente de la diócesis neuquina.
El 22 de septiembre de 2017 se formalizó el traspaso entre el ex obispo neuquino Virginio Bressanelli y su sucesor, Fernando Croxatto. Ese mismo día ambos compartieron una conferencia de prensa por la mañana y a la tarde se hizo la ceremonia de rigor con una misa en la Catedral, a la que le siguió una fiesta en el colegio Pablo VI.
Croxatto, de 60 años y oriundo de provincia de Buenos Aires, era el obispo auxiliar de Comodoro Rivadavia y antes pasó más de dos décadas en iglesias de la provincia de Chaco.
Por decisión del papa Francisco, se convirtió en el quinto obispo de Neuquén. Comentó que no conocía la zona y que vino “sin manual ni receta”, dispuesto a escuchar a la comunidad y continuar el camino de sus antecesores, en su primer contacto con la prensa.
Relató que le llamó la atención de nuestra ciudad “el interés de los medios por conocer nuestra mirada, nuestra palabra, y también el protagonismo social y el compromiso frente a la realidad que tiene el pueblo neuquino; muy diferente de lo que viví en el pueblo chaqueño, donde no había una visión social tan fuerte”.
Recordó que pasó 23 años en el norte del país, gran parte en la localidad de Sáenz Peña y el último tramo en el Impenetrable chaqueño, donde le tocó convivir con “el desmonte de ver sacar camiones y camiones de algarrobo y ahora palo santo, que salen de madrugada a las dos de la mañana y uno ve que están a esa hora y no hay que ser muy inteligente para pensar mal”.
En 2014, cuando lo trasladaron a Chubut, tuvo que familiarizarse con la realidad patagónica. Ahí empezó a escuchar sobre minería y petróleo y también “sobre Neuquén, de lo social, del compromiso y de Don Jaime”. Hace poco, le regalaron un libro sobre De Nevares que escribió el padre Juan San Sebastián, titulado Del barrio Norte a la Patagonia. Indicó que empezó a leerlo para interiorizarse sobre la obra de quien marcó la identidad de la iglesia neuquina.
Recalcó que empezaría su gestión pastoral “abierto a escuchar” y pidió paciencia “porque un obispo no es Google, que se pone un título y te da seis o siete opciones”, sino que busca acompañar en un camino común.
Aquel 22 de septiembre Bressanelli se despidió con alegría. Recordó que presentó su renuncia en mayo de ese año porque cumplió el límite de edad. “En Neuquén aprendí muchísimo y estoy agradecido”, remarcó. Señaló que buscó dejar una iglesia que fuera “facilitadora del diálogo” y se lleva la imagen de un pueblo “de pie, que se hace eco de todos los problemas: locales, provinciales, nacionales y también universales; aunque la forma no sea siempre la mejor”. Entre las tareas pendientes para su sucesor, destacó la necesidad de tener más sacerdotes para el sinfín de actividades de la diócesis y la estrechez de los recursos materiales.
Por la tarde se hizo el traspaso formal de la diócesis en la Catedral. Durante la ceremonia, Virginio Bressanelli le entregó a Fernando Croxatto el báculo pastoral, un bastón con un diseño curvo en un extremo que representa a la autoridad de la iglesia católica neuquina. Con ese rito, el nuevo obispo quedó a cargo de su primera misa en nuestra ciudad.
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