Los particulares hobbies de este estimado e inquieto vecino. Uno de ellos, incluso, llegó a las oficinas de gobernadores e intendentes: "Son mi mejor despeje".
Uno de los presentes se apoya involuntariamente en su obra recién barnizada y se le transforma la cara. “Cuidado”, ruega sin perder su tono cordial Jorge Balcoff, el vecino que a los 86 años se divierte y brilla con los rompecabezas y las banderitas para escritorios.
Se levanta de la silla y camina desde el “Coliseo Romano” al “Machu Pichu”, desde el “puente de Brooklyn” a los “Alpes Suizos” repasando detalles de cada una de sus 15 creaciones armadas, algunas con 1.000 y otras con 1.500 piezas.
El rey del patio en este caso no es un León sino un Tigre, ya que se trata “del más grande por ahora pero guarda que voy por uno de 2000”, avisa quien descubrió de jubilado sus dos sorprendentes pasiones, sus atrapantes hobbies.
Su hija Yanina, la dire del Jardín 118 del Anai Mapú, no se pierde detalle de la entrevista con LM Cipolletti. Padre de tres mujeres, faltan Nadia -radicada en Zárate- y Glenda -en Roca-, quien le regaló el primer rompecabezas y lo introdujo, casi sin proponérselo, en su nueva ocupación, ya que para él es mucho más que un pasatiempo.
“Estaba embarazada y me trajo uno en 2007, el de Perú. No lo pude armar. Fracasé pero como terco que soy me apasioné e insistí. No iba a resignarme tan fácilmente así que luego tuve revancha con La Muralla China. Tardé 2 meses, es cierto, pero pude”, destaca mientras acaricia a Luna, una caniche de su nieto.
El arte de reconstruir desde cero los paisajes y figuras uniendo miles de “pedacitos” requiere de “mucha paciencia y dedicación, la gente quizá no lo sabe y por ahí tiende a subestimarlo pero cuesta mucho armarlos”, explica el hincha de Boca que luce con orgullo en su remera negra las 3 estrellas mundiales que obtuvo Argentina arriba del escudo de la AFA.
“Ahora me llevan dos semanas, ya lo saco más fácil con la ayuda siempre de mi hija, que le encanta y también tiene mucha facilidad, es grandiosa… Se dificulta más que nada conseguirlos, no están llegando muchos a la región. Esto es un despeje bárbaro para mí, casi como una terapia. Cenamos y me pongo un rato largo, mi señora por suerte me deja tranquilo”, indica con una sonrisa.
“Más vale, yo no sirvo para eso, no tengo su misma paciencia”, acota la agradable mujer, Edia, tras sumarse un rato a la conversación en la nochecita del jueves.
Y pensar que fue el enojo con un cliente lo que lo hizo desistir de arreglar heladeras, el oficio que había abrazo tras jubilarse en 2004 y ahora volvió a entrar en calor con los rompecabezas y las banderitas...
Previamente ocupó roles importantes en el mundo de los ferrocarriles el oriundo de El Maitén “al igual que Rubén Mir”, otro vecino que de grande sigue activo con su emblemática imprenta.
“Allá en mis pagos jugué al fútbol, era número 5, bastante bueno eh. Luego llegué a ser presidente del club. Y en el año 91, con 51 pirulos me vine con la familia trasladado por el Ferrocarril. Dejamos nuestra casa, amigos, no fue fácil. Al principio vivíamos en la casita de madera a la par de las vías donde ahora va a funcionar la casa de la música. Arranqué de abajo en la usina, llegué a ser supervisor y encargado de materiales de vía y obra en el almacén de Ferrosur -antes Ferrocarriles Argentina-. Una vuelta vinimos desde Chubut con las chicas a hacer unas compras y una de mis hijas me decía, ‘pa y si nos venimos a vivir acá’, porque le encantó la zona y por esas cosas del destino aquí estamos”, recuerda feliz por el camino transitado.
Sobre el proceso de los rompecabezas gigantes detalla: “Compro la base y luego le doy contorno. Seguidamente la bandejita que separa por formas y colores. Una vez que los culmino, le paso el barniz y arriba coloco el vidrio y ya quedan”.
A diferencia de las banderitas, no las comercializa. “Es que si tuviera que ponerle precio no bajarían de los 100 mil con lo que uno gasta en tiempo y en costos, pero no me interesa realmente, lo hago por satisfacción”, comenta Jorgito desde esa suerte de exhibición en la galería del patio.
Las banderitas que nacieron para combatir el encierro y son furor
La otra gran debilidad de Balcoff son las banderitas de escritorios que en primera instancia utilizó para señalizar el circuito interno que armó en pandemia a fin de combatir el encierro y hacer actividad física junto a su compañera de la vida.
Sus hijas, siempre pilares fundamentales en todo. En este caso, la iniciativa la tuvo Yani. “Tenía en el jardín del Mapu una banderita y le dije, Papi haceme un mástil para el escritorio. Y así empezó. Le regaló una al gobernador, al intendente de Cipolletti, al de El Maitén, al Ministro de Educación. Nosotras recibimos donaciones para el jardincito y así de paso quedó bien yo también con la devolución de gentilezas -risas-. En algunas librerías y kioscos de la ciudad la tienen”, cuenta Yani a pura simpatía.
Sobre el paso a paso para confeccionarla, su padre revela: “En una imprenta la subliman, una modista Ulda le hace el bordecito, el mástil un amigo Andrés y yo armo la chapita y todo lo de abajo y les doy forma”.
“Las vendo a 40 mil pesos para recuperar la inversión pero esto me encanta al igual que los rompecabezas. Toda la vida hice lo que me gusta, por suerte”, culmina "Jorge el curioso". El jubilado inquieto que la rompe con los rompecabezas. El que plantó bandera y se puso firme con sus nuevas pasiones...
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