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La ciudad de Neuquén en la época de los fortines

La historia de los fuertes de defensa a fines del siglo XIX también tiene su capítulo en la región.

Quienes gustan de las clásicas películas western quizás no les sea difícil imaginar la época de los fortines, en la etapa territoriana en la que se dio la ocupación de este espacio por parte del Estado Argentino y del posterior poblamiento de lo que hoy llamamos Neuquén.

Más allá de los límites que demarcaban las últimas poblaciones de Buenos Aires a finales del siglo XIX se estableció, para la defensa de estos territorios, una línea de fuertes y fortines, que constituyeron una avanzada sobre las tierras de los pueblos originarios.

Los fuertes hicieron tanto las veces de albergue de las tropas, como lugar de resguardo para los lugareños y de sus animales ante las amenazas y embates de los malones de las tribus. Construidos en promontorios elevados que permitían la vigilancia constante del horizonte, los fuertes se apoyaban estratégicamente en los fortines que con mucha menos gente y de dimensiones más escasas, solían ubicarse por lo general a una distancia de 5km en parajes más solitarios.

La vida cotidiana de un fortín era de lo más dura y plagada de necesidades, las viviendas defendidas por las empalizadas eran de caña y barro. Si bien en las inmediaciones se cultivaban huertas que alcanzaban a proveer las verduras y hortaliza que el rigor del clima dejaba crecer, era preciso salir a cazar para muñirse del alimento diario. Las provisiones escazas obligaban a los fortineros a improvisar con lo que sea para componer sus uniformes, a racionar la yerba y el tabaco y a cuerpearle a las enfermedades que eran muchas y que no contaban con el auxilio próximo de ningún doctor.

El historiador Juan Mario Raone escribió que los fortines estaba levantados como emplazamientos estratégicos, puesto de alcance de comunicaciones o bases de abastecimientos, que se fueron transformando por imperio de vastos factores geopolíticos y económicos confluyentes en los núcleos que dieron origen a muchas de nuestras actuales poblaciones.

“Los primeros fuertes en tierras neuquinas fueron levantados en la margen septentrional del Lago Lácar, presumiblemente por los españoles escapados de la destrucción de Osorno en Chile en (1602). Lamentablemente este poblamiento muy antiguo (registrado en las crónicas de del explorador Guillermo Cox en 1863) desapareció sin que llegáramos a tener más datos de él”, agregó.

Gracias a este dato podemos entender, porque la ciudad de San Martin de los Andes es una de las ciudades más antiguas de la provincia. Durante la (mal llamada) Campaña del Desierto, emprendida por el Estado Nacional y encomendada al General Julio Argentino Roca tras la muerte de Alsina, se instalan en la región lo que se conoció como la línea de avance de defensa hasta los ríos Negro y Neuquén.

“Roca dispuso una serie de expediciones y exploraciones hacia fines de 1878 y principios de 1879, que dieron como resultado, numerosos sometimientos, así como la huida de varias tribus que buscaban en el Neuquén mejores refugios", explicó Raone.

La Campaña de ocupación tuvo tres instancias: la entrada por el Norte Neuquino, la entrada por el Este y la Línea de Fortines sobre el Río Neuquén

“Como resultado de esta última, la Cuarta División instaló desde su campamento aguas debajo de los fortines en Paso Huitrín, Paso del Hacha, Covunco y Paso de los Indios, que quedaron bajo su custodia y el Mangrullo que pasó a depender la 1° División, que pasó después a ser la 4° Brigada de la 1° División y luego la 1° Brigada de la 2° División, encargada de esta línea de defensa”, escribió Raone.

El historiador Fabián Arias invita a un ejercicio de imaginación para recrear el escenario en el que surgieron los fortines. "Si prestamos atención a este entorno que sería la Confluencia, movimiento de gente tenemos hace muchísimo tiempo y sin exagerar se puede contar por milenos, porque hay hallazgos arqueológicos que van dando cuenta de cómo el Valle del Río Negro ha sido utilizado como lugar de tránsito, pero también ocurre lo mismo con el Valle del Limay. Esto nos da una idea de cómo hace 3.000 años o inclusive mucho más atrás todavía, encontrábamos una dinámica poblacional a la vera de esos ríos de esos valles, que conectan las tierras Atlánticas, la cordillera y las tierras del Pacífico", dijo.

"Una de las ideas de ir hacia la Cordillera era probablemente la posibilidad de utilizar los pasos para transitar hacia el otro lado. A medida que nos acercamos al siglo XVIII, XIX y XX, el tránsito por esta región es bastante asiduo. No podemos afirmar –según los rastros arqueológicos o fuentes documentales- que se hayan encontrado tolderías asentadas, ni en la región donde hoy está Cipolletti, ni Neuquén, ni Plottier, ya que eran regiones de paso", agregó.

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"Otro ejercicio interesante es proponernos ver desde lo que hoy es el “Mirador del Valle” acá en Neuquén, vamos a encontrarnos en la actualidad con gran cantidad de barrios y además una enorme cantidad de vegetación, una gran cantidad de árboles que componen bosquecillos frondosos que hace 200 años atrás no existía. Por supuesto que existían especies locales, como el sauce colorado que está mencionado incluso en las crónicas, pero a medida que avanza la colonización criolla, se incorporan muchas otras especies a la arboleda que hoy observamos en la confluencia. Ya en el 1900 el observador vería terrenos deslindados y otras especies arbóreas incorporadas como el sauce blanco, los álamos formando grandes cortinas y progresivamente como todo se fue poblando, desde ser un terreno en el que se practicaba la ganadería y el pastoreo, hasta la explotación de las chacras y los procesos de urbanización de mediados del siglo XX", dijo.

"Con la instauración del primer Fortín en 1879 se inicia para nuestra región el periodo de lo fortines pero también el periodo de ocupación efectiva del espacio, que inicia primero con la instalación del fortín en la Confluencia, y que después se trasladan hacia donde está hoy, en la vecina localidad de Cipolletti, luego siguieron en el emplazamiento los otros Fortines más alejados como los de El Chañar y Añelo o los lugares de observación que se constituyeron en las actuales ciudades de Plottier y Senillosa. Porque en la mayoría de los lugares donde se construyeron los fuertes y fortines hoy encontramos ciudades", agregó.

Los movimientos de instalar fortines seguían el trazado del Valle del Limay, tal como lo cuentan cronistas como Moreno y Onelli. Al no haber una localidad conformada, escaseaba la población. Al término de la Campaña del Desierto en 1885, la gente comenzará a asentarse mayoritariamente en el tramo que comprende la región que hoy va desde Cipolletti a General Roca.

Los asentamientos que se registran en Neuquén tienen que ver con este anterior intercambio comercial entre las tierras de la cordillera y la zona de los valles. Es decir que, nuestra ciudad y el resto de las ciudades del valle fueron pobladas con mayor velocidad luego de la construcción de los puentes.

“En principio la disputa por el territorio entre los sujetos vinculados al Estado Nacional y las poblaciones originarias, se daban en torno al manejo del territorio, ya sea por sus aguadas, por los ríos y en definitiva por las pasturas, además de ser el sitio de articulación entre las tierras del Atlántico y la cordillera”, dijo el historiador.

En tanto, Pablo Godoy, parte de la Biblioteca de la Legislatura de Neuquén, aportó un dato bibliográfico de una crónica histórica que describe el Fortín 1era División. Se trata del libro “Estudios Generales sobre los Ríos Negro y Limay” de Santiago Albarracín (1886) que relata: “El Fortín Primera División está situado a unos tres cuartos de legua del paraje donde permaneció estacionado el vaporcito “Río Neuquén” en 1881, tenía entonces dentro de su recinto un rancho para el Comandante de la Guarnición, otro para los soldados que la componían, un galpón para guardar monturas y provisiones, un corral para encerrar la caballada, un pozo y un mangrullo".

El Fortín está sobre una meseta, hasta la cual no alcanzan, los grandes crecientes ordinarias del Neuquén. Desde allí se divisa el paso que ofrece el río a los que se dirigen a Las Manzanas o al Nahuel Huapi, costeando el Río Limay. "Se ven soldados y arrieros haciendo pasar el vado del río Neuquén a los animales vacunos y caballares”, agregó Godoy.

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Mapa de los fortines.

Mapa de los fortines.

La actualidad

Existen en la actualidad grupos de investigadores aficionados que reavivan el interés por la recreación y puesta en valor de estos sitios históricos como el caso de Diego Raviola, que es odontólogo y trabaja en el sistema público de salud. Es además guardavidas, buzo y tiene preparación en entrenamiento físico y artes marciales.

“Desde chico y por diversas influencias, aunque más que nada por acompañar a mi padre al campo, él era petrolero y tenía la oportunidad de andar por muchos lugares y cada tanto encontraba puntas de flechas y objetos de ese tipo y de vuelta a casa, las investigábamos juntos", dijo.

"Formamos un grupo que hace investigaciones en lugares en dónde quedaron huellas de la Campaña del Desierto y también objetos de la presencia de los pueblos originarios. Le pusimos de nombre “110” por la velocidad crucero con la que se aconseja viajar en la ruta. Un grupo de estudio de obras de valor histórico y debates, pero también de entrenamiento para viajes de campamento y exploración. La composición grupal es de lo más heterogénea y tenemos opiniones y visiones de lo más diversas y encontradas", agregó.

"Los viajes los hacemos por motivos diversos ya sea pueblos abandonados, regiones de relevancia histórica y demás, pero el tema de los fortines es apasionante. Tenemos a Juan Medel y a Víctor Manavela quienes se especializan más en ese tema y hemos aprendido mucho de ellos. Siguiendo sus indicaciones y las notas de los libros de Raone pudimos constatar que toda la línea de fortines estaba ubicada sobre la margen izquierda del río Neuquén y pudimos corregir la búsqueda que realizábamos por la margen derecha", sostuvo.

"Nosotros trabajamos fundamentalmente para que se puedan preservar estos lugares como los restos de “Paso de los Indios” por parte del gobierno o las autoridades pertinentes", concluyó.

Por su parte, Sebastián, un emprendedor que estudió periodismo e Integra el grupo “110”, comentó que los pueblos originarios tenían este espacio como un lugar de tránsito y lo conocían muy bien. "Todas las poblaciones de esa época tenían un amplio conocimiento de los caminos y hacia dónde llevaban. Los vados de los ríos, las rastrilladas, que eran las huellas del paso del arreo del ganado, al día de hoy quedan rastros de esos pasos en la zona. En esa época el caballo era todo máquina de guerra, de transporte, era alimento, identidad y orgullo. Cuantos más caballos tuvieran y mejor fueran esos caballos era todo un símbolo de prestigio", añadió.

"A los que les tocaba venir descubriendo el lugar era la gente del ejército que se autodenominaban “civilizados”, lo que implica todo un tema para debatir. Ellos llegaron levantando todo un sistema de “Línea de Fortines” en paralelo con la línea del teléfono que les servía de apoyo y resguardo. Esto abarcó toda una región en la que después terminan convirtiéndose en pueblos y después ciudades, comenzando desde Choele-choel y avanzando hacia el Río Negro y una vez llegados a la zona de Neuquén y del Limay, continuaron por ambos", sostuvo.

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"La línea de los Fortines venía complementada con una estrategia militar de “barrida” desde el sur de Mendoza y desde Buenos Aires y otra desde el Limay. Pasaron del Remington y al fusil a repetición y de la “Avancarga” (choque frontal) a la carga por atrás (persecución en huida), diezmando masivamente a los pueblos indígenas”, concluyó.

Con todo podemos darnos una idea de porque los historiadores plantean que su disciplina lo que en realidad estudia es el presente para entender el pasado y no al revés. También nos permite realizar un ejercicio de imaginación, para despojarnos de esa idea romántica de las películas de cowboys de los sábados por la tarde cuando, inocentemente “hinchábamos contra los indios”, que en realidad no eran indios, ni estaban en el “bando enemigo”.

Podemos imaginarnos una ciudad de Neuquén que con el tiempo y los puentes se perfiló hacia un proyecto de país con vistas al Atlántico, no menos auspicioso (tal vez) que el Neuquén que miraba hacia el Pacífico a través de la cordillera, en esa ambigüedad fundante que tan bien definió la historiadora Orietta Favaro como el “Neuquén Bifronte”.

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