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La Mañana Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa, el escritor que quiso derrotar al tiempo

El autor peruano y premio Nobel de Literatura murió el último domingo y hasta sus detractores rescatan la calidad de su pluma.

Mario Vargas Llosa murió este domingo, a los 89 años. Y todos sus obituarios, incluso los de sus más entusiastas detractores, afirmaron una verdad innegable: su pluma, consagrada con un merecidísimo Premio Nobel de Literatura, fue una de las más valiosas de este lado del mundo y de esta parte del tiempo.

Aunque el escritor peruano hizo un mérito sobrado para recibir todos sus laureles, hay quienes ven la memoria de sus textos opacada por la polémica de su vida personal o sus ideas políticas, que migraron desde un marxismo inicial en los ‘70 al liberalismo y una vida en el extranjero, rodeado de las elites y con un título de marqués en España.

Pero Vargas Llosa se consideraba un privilegiado desde mucho antes. Cuando aprendió a escribir a los cinco años y cuando se empeñó, con más o menos comodidades materiales, a dedicar su vida a la literatura en un país atormentado por el analfabetismo, entendió que leer y escribir era un lujo -sí- pero también un vehículo para llenar al mundo de belleza y alertarlo contra la opresión.

Dueño, como todos, de enormes contradicciones, desde chico usó sus primeros textos para continuar las historias que había leído o para enmendar los finales que no le convencían. Y se pasó la vida así, escribiendo literatura como para prolongar el tiempo, para refugiarse en esas historias que inventaba, pero que siempre tenían un poco de real.

La mayoría de sus libros apelan a la no ficción. Y él decía que ese oficio del periodismo lo ayudaba a tener un pie en la calle y no perder nunca la noción de realidad. Así, sin olvidar la belleza ni a ese castellano “dulcificado por los Andes”, produjo las obras literarias que van a exceder su vida, como hizo su prosa infantil cuando continuaba otros cuentos.

Vargas Llosa decía que leer y escribir es imprescindible para conservar en nosotros lo mejor de lo humano. Y en este mundo de máquinas e inteligencia artificial, nada mejor que una historia inventada para ganarle al pragmatismo más acérrimo. Cuando aceptó el Nobel, dijo que un mundo sin literatura no podría sembrar nunca la inquietud, el desacato ni el deseo. Y se propuso escribir siempre, porque no se le ocurría ninguna otra manera de vencer a su propio ser perecedero. O incluso de derrotar al tiempo.

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