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Neuquén, de un pueblito humilde, a la capital más importante de la Patagonia

El sueño de Bouquet Roldán y los difíciles comienzos para fundar la ciudad de Neuquén como la nueva capital del territorio.

Pasaron 120 años de la fundación de la ciudad de Neuquén y todavía parece mentira el explosivo crecimiento que tuvo la capital de la provincia en los últimos años hasta convertirse en la ciudad más importante en toda la extensión de la Patagonia.

Es cierto que sus fundadores soñaron con crear una gran ciudad en el medio del desierto, pero indudablemente nunca se imaginaron que en poco más de un siglo aquel pueblito humilde y de casas de barrio se convertiría en una ciudad moderna e imponente.

El traslado de la capital desde Chos Malal a Neuquén fue una decisión estratégica, más allá de las comprensibles quejas de los comerciantes y vecinos que habitaban en el norte neuquino y veían –con razón- que el cambio de la sede administrativa dejaría a esa región relegada en el tiempo para siempre.

Fue una decisión basada en las proyecciones que se hacían para el futuro si en la zona de la Confluencia se levantaba una gran ciudad. Para 1903 parecía una medida disparatada porque Chos Malal había comenzado a crecer y ya tenía instituciones consolidadas. ¿Qué necesidad había de abandonar todo lo hecho para embarcarse en una nueva aventura de fundar una ciudad en un paraje remoto para que funcionara una nueva sede administrativa?

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La llegada del ferrocarril en 1902 fue el punto de inflexión para que el presidente Julio Roca firmara finalmente el traslado de la capital hacia el paraje de la Confluencia. Es que el ferrocarril permitiría conectar a la nueva ciudad con Bahía Blanca, Viedma, Patagones y Buenos Aires. Se trataba de una oportunidad de desarrollo histórica que no se podía dejar pasar. Antes de la llegada del tren, la única posibilidad que había de cruzar hacia el este era a través de un servicio de balsa que siempre dependía de la fuerza que traía el río Neuquén.

Claro está que la resistencia de los chosmalenses no fue poca. Desde el norte neuquino enviaron cartas a las autoridades nacionales, viajaron a Buenos Aires para plantear su preocupación en los medios de comunicación más influyentes y descalificaron la zona de la Confluencia por considerarla desértica, sin agua ni posibilidades para desarrollar pueblo alguno. En definitiva, fueron muchas las manifestaciones que se hicieron para boicotear la decisión del Gobierno nacional. Pero el proyecto siguió su curso.

El gobernador Carlos Bouquet Roldán viajó a Buenos Aires para contactar personas que tuvieran formación en distintos oficios con el objetivo de convencerlos del proyecto para fundar una ciudad en el medio del desierto.

Una vez que Bouquet Roldán logró que su propuesta aventurera tuviera el eco suficiente, siguió coordinando las acciones con el Gobierno nacional para lograr todo lo que se necesitaba.

Neuquén y el trabajo de los pioneros

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Los primeros años fueron duros. En efecto, en el caserío no había prácticamente nada y se necesitaba todo, especialmente servicios y condiciones mínimamente dignas para vivir porque con el correr del tiempo comenzaron a llegar a Neuquén hombres y mujeres provenientes de distintos puntos del país y también del exterior. Así, la nueva capital comenzó a tener las características propias de ese “crisol de nacionalidades”, como siempre se denominó a este fenómeno migratorio.

Fueron aquellos pioneros quienes junto a las flamantes autoridades decidieron poner manos a la obra para hacer -no sin sacrificio- todo lo necesario para que la futura ciudad fuera viable. Y así lo hicieron.

Con el correr de los años comenzaron a emparejar calles y lotear grandes extensiones de tierra que eran realmente arenales. Se crearon las instituciones necesarias para que los habitantes tuvieran los servicios esenciales como educación, salud y justicia. Y se proyectaron acciones a futuro para que ese desarrollo fuera posible.

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Florecieron comercios, se amplió el ejido urbano, se abrieron caminos y rutas, se hicieron canales de riego y obras trascendentales que de a poco fueron fortaleciendo aquel sueño que tuvo Bouquet Roldán.

Fue un trabajo de paciencia con muchas frustraciones y obstáculos que tuvieron que sortear los habitantes de Neuquén. Recién en 1955, cuando se logró la provincialización del territorio, la ciudad que todavía seguía siendo un pueblo, comenzó a dar los pasos más grandes.

La llegada de las grandes obras, sumada a la explotación de los recursos hidrocarburíferos y los grandes movimientos migratorios, terminó fortaleciendo el desarrollo para convertir este lento crecimiento en una proyección vertiginosa e imparable hasta la actualidad.

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La ciudad de Neuquén cumple hoy 120 años de vida institucional y se levanta imponente como la gran capital de la Patagonia.

Atrás quedaron el sacrificio y el trabajo de los pioneros. Atrás quedó el bosquejo de una ciudad que aquel tiempo no era mucho más que una utopía.

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