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La Mañana gerontofobia

¿Nunca vamos a hablar de gerontofobia?

La medicina mejora la esperanza de vida, pero parece avanzar más rápido que nuestros prejuicios.

Quizás este no sea el mejor momento para hablar de gerontofobia. No en medio de un ataque con molotov en el barrio de Barracas y cuando el referente solidario Manu Lozano dijo que usaba los tres deseos de sus cumpleaños infantiles para pedir no ser gay y así ser aceptado. No cuando parece que retrocedemos. Y no cuando algunos debates que creíamos ya saldados se reavivan como una disputa inédita.

Pero si no es ahora, ¿cuándo? La provincia de Neuquén se vanagloria de mostrar uno de los índices de esperanza de vida más altos de Argentina. 82 años para las mujeres y 74 para los hombres. Y aunque la calidad de vida de la tercera edad no se asemeja en nada a la que existía hace apenas unas décadas, todavía persisten las ideas que asocian la vejez a todo lo vetusto, lo arcaico, lo obsoleto. Lo descartable.

¿Será que la medicina avanza más rápido que nuestros prejuicios? ¿O será que exagerar la gerontofobia es también un tema del mercado? Hay quienes consideran que ese pavor a envejecer puede resultar muy rentable. Pero quizás también lo sea la multiplicación de discursos sobre una tercera edad vigorosa, activa y -por qué no-productiva en términos económicos.

Una búsqueda laboral para mayores de 60 años en un restaurante neuquino removió ese entramado, que se debate entre la vejez activa y el empobrecimiento de las clase asalariada, que necesita trabajar en lugar de disfrutar de la comodidad de su retiro.

Reaviva también el enfrentamiento milenario entre nuevas y antiguas generaciones que -de Aristóteles en adelante- repiten que la juventud está perdida.

Y reaviva los discursos gerontofóbicos, que fabulan una atención con mozos olvidadizos, lentos y torpes, que no podrán adaptarse a las cartas con QR y los sistemas de gestión y cobranzas. ¿Por qué los vemos como inútiles? ¿Acaso cumplir años les resta todo su valor? ¿Acaso la innovación médica sólo estira una vida que ya venía condenada con una fecha de vencimiento?

Lejos de otras culturas que ven a los ancianos como sus faros, sus consejeros o sus líderes, vemos la vejez como una etapa fútil. Si progresar es construir sobre los saberes que heredamos, ¿por qué no aprendemos a apropiarnos de esa sabiduría? Para potenciarla, quizás cuestionarla o mejorarla, pero nunca darla por caduca.

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