Inicia la cabalgata de la fe rumbo a Chimpay. Miguel lleva 30 años peregrinando sobre del lomo de su caballo y su hija, Micaela, 20. Devoción por Ceferino e historias increíbles.
Cuando lleguen a Chimpay, el próximo sábado luego del mediodía y se reencuentren en el santuario con la conmovedora imagen de Ceferino Namuncura, padre e hija habrán recorrido en todos estos años 8.000 kilómetros de a caballo, con sus plegarias y agradecimientos que viajaron sobre el lomo de sus pingos.
Miguel Martínez es - seguramente - uno de los jinetes con más experiencia en la cabalgata de la fe, que cada año decenas de hombres y mujeres emprenden rumbo a Chimpay, desde distintas ciudades, pueblos y parajes de la Patagonia. En esta ocasión se celebrará la 53° peregrinación hacia la localidad del Valle Medio rionegrino, en un nuevo natalicio del santo.
Este miércoles a las 8:30 y luego de recibir la bendición del padre Héctor, en el predio de la Fundación Gauchos Libres de Allen, Miguel partirá montado en su fiel compañero, un hermoso lobuno llamado Columba, hacia la cuna ceferiniana. Será su cabalgata número 30 y lo hará en compañía de su hija, Micaela, que también cumplirá 20 años peregrinando a caballo hacia Chimpay.
Miguel es un tipo sencillo que hace de la amistad y el amor por los caballos un culto diario. Micaela es profe de educación física, emprendedora e instructora de equinoterapia. Y como se dice en la jerga campera - Mica "se crió entre las patas de los caballos" y heredó de su padre esa simbiosis tan particular que existe entre el hombre y los equinos y que ni la ciencia ni la historia pueden explicar. Porque desde tiempos remotos el caballo y el hombre fueron inseparables.
Desde Allen a Chimpay, juntos recorrerán una vez más alrededor de 160 kilómetros, haciendo noche para descansar en Cervantes, Chichinales y por último en el pequeño poblado de Chelforó, antes de llegar a Chimpay. La cabalgata de la fe no es cosa fácil. Claro que el cuidado de los caballos, con un tranco firme, sin sobresaltos y una buena alimentación, son fundamentales para llegar a destino. Pero en el camino también influye y mucho el clima, que a veces castiga a los viajeros. Lamentablemente la semana traerá temperaturas bajo cero e inestabilidad. Además existen los imprevistos que pueden surgir en medio de la meseta cuando - en algunos sectores - ni siquiera hay buena señal de telefonía celular para avisar que se cortó una rienda accidentalmente o una espina de alpataco se transformó en una complicación.
¿Pero qué los mueve para, cada año, hacer ese gran esfuerzo que los moviliza junto a sus caballos? La fe en el santo, aseguran padre e hija, lo explica todo. Ambos tienen un montón de historias sobre pedidos y agradecimientos que llevaron a Chimpay para el santo Ceferino.
Miguel elige contar que agradece cada año por la salud que le da a los suyos y por permitirle el reencuentro en cada agosto, cara a cara con el lirio de la Patagonia. Mica cuenta que en los últimos años hizo dos pedidos muy especiales que Ceferino le cumplió y por eso siempre regresa para dar las gracias. Su sobrino nació prematuro, pasó mucho tiempo en una incubadora y no tiene duda de que con la ayuda de Ceferino todo salió bien. Pero eso no es todo. El santo también salvó el primer potro de su yegua que, retozando cerca de una manga para cargar caballos, se ensartó un caño tubing debajo de una de las paletas.
"Estuvo 6 horas desangrándose, atravesó 3 cirugías, lo cuidé mucho para que salve y Ceferino lo hizo, se lo pedí especialmente", recuerda Mica. Contra los peores pronósticos y las sugerencias de algunos que le aconsejaban sacrificarlo, hoy ese potro es un "pingazo" criollo que sigue creciendo saludable.
La fe en el santo de la Patagonia por sobre todas las cosas, la pasión y el amor por los caballos, la amistad, el fogón de cada noche y alguna guitarra que siempre resuena, la palabra en medio del camino que se va entrelazando tranco a tranco con los demás jinetes y el compartir, son parte de esta hermosa experiencia que sólo pueden contar aquellos que alguna vez emprendieron la cabalgate de la fe hacia Chimpay.
¡Buen viaje Mica y Miguel!
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