Un neuquino llevó un mensaje a favor de la adopción a 7100 metros de altura
El andinista Roberto Catalá hizo cumbre en el pico Korzhenevskaya, la tercera montaña más alta de la cordillera del Pamir en Tayikistán, Asia Central.
“¡He llegado! ¡Feliz!”, escribió este lunes en sus redes sociales el andinista neuquino Roberto Catalá luego de que el domingo llegara a los 7105 metros de altura del pico Korzhenevskaya, la tercera montaña más alta de la cordillera del Pamir de Tayikistán, en Asia Central. “Lo hice en solitario”, agregó este hombre, próximo a cumplir los 60 años, que se convirtió en el primer latinoamericano en hacer cumbre en uno de los cinco “picos del Leopardo de las Nieves” en la antigua Unión Soviética.
Al alcanzar la cumbre, Roberto desplegó la bandera argentina y un cartel con la frase “Agradecido de la vida. Yo fui adoptado”, un mensaje que ha llevado hasta lo más alto de todas las montañas, cerros y volcanes que logró ascender en su trayectoria como montañista. Un mensaje que lo llena de emoción en cada aventura que se propone desde su posición de hijo adoptado porque considera que “se habla mucho de los años que tienen que esperar las familias que desean adoptar, pero en realidad hay que enfocar la problemática sobre los tiempos que tiene que esperar ese chico para ser adoptado mientras permanece en un hogar o en una institución”, según explicó a LMNeuquén días antes de iniciar su nueva travesía.
Roberto partió el 27 de julio de la ciudad de Neuquén, donde conjuga su pasión por el montañismo y su labor como analista de marketing político. Luego de varias escalas, arribó a Dusambé, la capital de Tayikistán, y desde allí partió en helicóptero hasta la base de la cadena montañosa del Pamir. Tayikistán limita al sur con Afganistán, al norte con Kirguistán, al oeste con Uzbekistán y al este con la República Popular China, y cuenta con numerosas sierras y cordilleras.
Además del primer objetivo que cumplió, Roberto se propone ascender otros picos de entre 4 mil y 7500 metros de altitud de esta cadena montañosa en Asia Central.
Unos días antes de llegar a la cumbre, desde el campo base, a 5400 metros sobre el nivel del mar, Roberto subió en sus redes unas imágenes donde se lo veía en su carpa junto a otros elementos de la travesía y saboreando un café de un reconocido comercio de la capital neuquina. “Noche en la montaña a 5400 msnm, los desayunos son en campo base. Pero me traje mi The Coffee Store”, escribió.
Según comentó Roberto, esta aventura comenzó hace ocho años atrás. Mientras tanto, hizo varias cumbres como el Aconcagua, a casi 7 mil metros sobre el nivel del mar, el pico más alto del mundo después del Himalaya; el volcán Domuyo, que fue donde comenzó su pasión montañista; y cerros como Falso Morocho, Beltrán y San Francisco, entre muchos otros.
Seguramente cuando llegó a la cumbre, Roberto se dijo “hacer cumbre es el primer paso, el proceso es la cumbre”, una frase que lleva consigo en cada aventura que la tiene muy presente “porque uno tiene el apoyo emocional y material de muchísima gente que ayuda en algo que no le es propio pero que siente como suyo”.
La montaña le enseñó a encontrarse consigo mismo y hasta hallar los errores que en su vida cometió, pero sobre todo “te permite estar con vos mismo”. “Por más que vayas con cincuenta personas al lado, uno camina solo en una hermosa meditación, en un encuentro con uno todo el tiempo”, señaló.
Una pasión en ascenso
El objetivo de Roberto Catalá es llegar a hacer cumbre en otros picos de esta cadena montañosa del Pamir donde en esta época estival se despliegan en la zona numerosos montañistras europeos con la misma finalidad. Roberto comentó que la comunicación con otras personas es “muy difícil” porque tanto los habitantes como los guías del lugar hablan en ruso o tayiko, que es el idioma oficial de Tayikistán.
Este analista de marketing político contó que su pasión por el andinismo surgió hace más de doce años cuando realizó su primer ascenso al volcán Domuyo. “Llegué al Domuyo muerto, realmente no estaba preparado para hacerlo, sin embargo, despertó en mí una pasión”, dijo.
“De tener hambre a tener comida y amor todos los días”
Concientizar sobre la adopción es el objetivo principal que lleva Roberto Catalá en cada travesía, como la que lo llevó hasta Tayikistán, en Asia Central. Es que sus primeros años de vida estuvieron marcados por la violencia que ejercía su padre hacia su madre. “Hasta que mi vieja se cansó y le pegó tres tiros a mi padre y lo mató delante mío y de mis otros dos hermanos, que eran más chicos”, explicó hace algunos años en una entrevista a este diario. “Cuando mi padre vio a mi madre que le apuntaba con el revólver, él me metió debajo de la cama”, dijo.
Con su madre presa, unos tíos decidieron que lo mejor era traerlo a Neuquén, pero un tiempo después decidieron entregarlo a una vecina que conocían porque ellos no podían hacerse cargo de él ya que tenían hijos. Mientras vivía con sus tíos, Roberto pasaba varias horas en la casa de esta vecina, Elvira Catalá, una mujer de 54 años a quien todos llamaban doña Lula, que no podía tener hijos.
Se encariñó tanto con aquel chico que un día doña Lula le preguntó si quería quedarse definitivamente con ella. “Pasé de dormir en el piso a tener un cuarto propio; de pedir pan, de sentir hambre, a tener comida y amor todos los días”, sintetizó. Además de brindarle cuidado y contención, lo más importante que le dio fue la educación. “Y eso se lo agradecí siempre hasta su muerte hace unos años”, describió Roberto que hizo sus estudios en el Colegio Don Bosco.
Con su madre adoptiva Roberto vivió hasta los 19 años, cuando se fue a estudiar a Buenos Aires para luego volver a Neuquén, donde además de cursar abogacía asistía a clases de teatro con Víctor Mayol, Cecilia Arcucci, entre otros referentes de las tablas neuquinas. Luego, formó una familia y tuvo tres hijos.
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