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La Mañana drogas

Robaba, era adicto a las drogas, se recuperó y ahora tiene un lavadero

Javier Kees se propuso dejar su oscuro pasado y cambiar de vida con la ayuda de especialistas en adicciones.

Estoy libre. Uno puede reconstruir la vida si tiene ganas de vivir y de hacer las cosas bien”, dice sonriendo Javier Kees en la esquina de Elordi y Battilana de esta ciudad. Este hombre de 48 años desborda de alegría bajo el sol del mediodía del miércoles 5 de enero, el día en que terminó su pena en la modalidad de libertad condicional. Tras una serie de delitos cometidos, sobre todo hurto de automóviles, el 30 de noviembre de 2018 Kees ingresó a la Unidad de Detención 11 en Parque Industrial. Desde ese momento fue asistido por su adicción al consumo de drogas por integrantes del Servicio de Prevención y Atención de las Adicciones de la Universidad Nacional del Comahue y del movimiento multisectorial "Ni un pibe menos por la droga".

“Fueron muchos años de consumo alevoso, todos los días consumía marihuana, cocaína, LSD. Empecé a los 15 años, y cuando empezas no podes parar”, resume este hombre nacido en Centenario. Su infancia no fue de las mejores. Vivía con sus padres y dos hermanas en un ambiente donde la violencia ejercida por su padre era permanente. “Mi papá nos recagaba a palos”, asegura, y confiesa que “yo de pibe era terrible, no era para nada tranquilito”.

De describir las condiciones de esa infancia compleja en un entorno violento salta a cuando tenía veinte años y se convirtió en padre: “Me había juntado con una chica que también estaba con el tema del consumo, tuvimos dos hijas pero desde hace años que no las veo”.

El miércoles 5 de enero terminó de cumplir su pena en la modalidad de libertad condicional, tras una serie de delitos, especialmente robo de automóviles. Estuvo preso desde fines de noviembre de 2018 en la U11 de Parque Industrial.

Después de un tiempo en la zona, con la sola ambición de robar para seguir consumiendo, se instala en Buenos Aires. Su campo de acción para delinquir en el robo de autos, amparado por un hombre de la comunidad gitana, fue Morón, Ramos Mejía, y toda la zona oeste de la Provincia de Buenos Aires. “Con un sueldo de empleado no podes consumir, no te dan los números, así que empecé con el robo de autos, nunca de caño ni nada por el estilo, sino que estaba atento a los descuidos de la gente cuando dejaban el motor en marcha con la llave puesta o la puerta abierta”, explica.

SFP Javier kees ex presidiario recuperado lava autos en su casa (5).JPG

Tras ser detenido en dos oportunidades, volvió al Alto Valle y se instaló en Villa Regina, provincia de Río Negro. Consiguió trabajo en un galpón de empaque, manejando un autoelevador; pero duró poco y volvió a sumergirse en el delito. “Pensé que iba a estar más tranquilo en Regina, pero no; empecé a drogarme cada vez más, fue mucho más grave y seguí robando autos. En uno de esos robos me agarraron, incluso tuve un accidente en una pierna, me pusieron un fierro de la rodilla al tobillo, y en noviembre de 2018 me metieron preso en la U11”, describe.

Condenado a la pena de tres años y cuatro meses de prisión y con los antecedentes de consumo problemático de sustancias tuvo la suerte de comenzar a ser asistido por el Servicio de Prevención y Atención a las Adicciones de la UNCo , especialmente por Juan Ramírez, referente de “Ni un pibe menos por la droga”, movimiento multisectorial a nivel nacional que en Neuquén surgió en el año 2017 con el objetivo de prevenir y combatir el consumo de drogas en los jóvenes.

“Con un sueldo de empleado no podes consumir, no te dan los números, así que empecé con el robo de autos, nunca de caño ni nada por el estilo, sino que estaba atento a los descuidos de la gente cuando dejaban el motor en marcha con la llave puesta o la puerta abierta”, describió Javier Kees.

La madre de Javier fue quien se acercó a pedir ayuda a esta organización para tratar de recuperar a su hijo de las adicciones. “Mi mamá se enteró de Ni un pibe menos y fue a pedirles ayuda. Nunca me visitó en la cárcel”, cuenta. Y agrega que su experiencia en la U11 "fue terrible, no quiero volver nunca más, tenés que estar todo el día con los ojos en la nunca porque no sabes lo que es convivir con veintipico de personas, con pibes que están empastillados, andan locos”.

Asegura que cuando en sus espaldas escuchó el sonido del cierre de los barrotes de la cárcel, en ese momento se propuso no consumir más. “Dije basta. Después que me metieron en cana, la abstinencia que tenía era terrible, imagínate estar consumiendo todos los días y de golpe nada. Me costó pero era mi voluntad”, asegura.

Su madre fue quien pidió ayuda al Servicio de Prevención y Atención de las Adicciones de la UNCo y al movimiento '"Ni un pibe menos por la droga". Kees dice que a su madre como a sus dos hijos hace años que no los ve. Tampoco recibía visitas de sus familiares cuando estaba en la U11. "Estában cansados de mí, yo los entiendo, después de tantos tratamientos contra las drogas que hice era entendible que estuvieran cansados , como que les estaba tomando el pelo”, explica.

A comienzos de mayo de 2020, en medio de la pandemia por coronavirus, como ocurrió en otras prisiones del país con el objetivo de reducir la sobrepoblación carceleria y evitar la propagación del virus dentro de los penales, la Justicia le otorgó a Kees la prisión domiciliaria por ser una persona de riesgo ya que además de su afección de base hace unos años contrajo HIV. Al contar con la domiciliaria se encontró que no tenía un lugar dónde ir a vivir. Ahí apareció la solidaridad de Ramírez, quien le abrió las puertas de su casa. “No tenía nada, absolutamente nada, sólo tenía la tobillera electrónica, no podía salir ni a la calle porque enseguida tenía a toda la policía encima mío”, describe sobre esos primeros días .

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Kees se instaló en la parte inferior de la vivienda de Ramírez donde actualmente lleva adelante su emprendimiento: un lavadero de autos. Durante todo este tiempo Ramírez se convirtió en su sostén económico y emocional, como describió la doctora Luciana Petraglia, defensora pública de ejecución penal del Ministerio Público de la Defensa, al extenderle a Kees el certificado de libertad fechado el 29 de diciembre pasado.

“Tuve la posibilidad de que Juan (Ramírez) se acercara y me diera una mano, no todos lospresos tienen esa posibilidad, creo que Dios me iluminó. Él sabía lo peor de mí, que era consumidor, chorro, no sé por qué me recibió y yo le cumplí, me había limpiado, venía de un año y ocho meses sin consumir, lo que necesitaba era un psiquiatra y todos me salvaron”, explica emocionado. No le alcanzan las palabras para agradecerle al psiquiatra Rodrigo Valli, del departamento de Salud Mental del Hospital Castro Rendón, por sostenerlo durante su tratamiento para enfrentar y ganarle la batalla a las drogas.

Merienda y concientización

Mientras cumplía con la libertad condicional, Kees se sumó a las acciones que lleva adelante "Ni un pibe menos por la droga" en el barrio Sapere. Empezó repartiendo la merienda casa por casa a los chicos del barrio pero además conversando con ellos sobre las adicciones. “Además de repartir la merienda trataba de hablar con los chicos que están con las adicciones y con aquellos que no lo están para advertirles el peligro. Les digo que tuve un montón de malas experiencias, que no es lindo drogarse, fueron días de porquería y que recién ahora estoy disfrutando la vida, estoy sintiendo el lado bueno de la vida. Lo lamentable es que la droga hoy por hoy está en todos lados”, comenta.

“Tuve la posibilidad de que Juan (Ramírez) se acercara y me diera una mano, no todos los presos tienen esa posibilidad, Dios me iluminó. Él sabía lo peor de mí, que era consumidor, chorro, no sé por qué me recibió y yo le cumplí, me había limpiado, venía de un año y ocho meses sin consumir, lo que necesitaba era un psiquiatra y todos me salvaron”, explica el hombre de 48 años que comenzó a consumir a los 15.

Lamenta la falta de contacto con su familia. “Es feo que tu familia no quiera verte nunca más. A mi mamá hace más de cuatro años que no la veo, la última vez fue cuando robé un auto en Centenario y terminé en cana. Nunca más me dirigieron la palabra aunque la llamé un par de veces. Están cansados de mí, yo los entiendo, después de tantos tratamientos contra las drogas que hice acá, en Buenos Aires es entendible que estén cansados , como que les estaba tomando el pelo”, explica y de pronto se queda en silencio con los ojos llorosos. Confiesa que le pidió perdón a su madre, pero aún no se encontró con ella.

De sus hijos no sabe nada desde hace más de ocho años. “Es difícil no ser aceptado. Cuando me contagié de HIV fue todo un drama”, afirma. Recuerda la tristeza que lo embargaba cuando los días de visita en la cárcel se quedaba mirando como los otros presos recibían a sus familiares. “Fue bravo, me agarraba una depresión terrible porque yo que había robado un auto nadie venía a visitarme y otros que habían matado personas lo visitaba toda la familia”, explica.

Ya antes de cumplir la condena, Kees se levanta todos los días a la 7 y media hora después abre el lavadero. Se siente a gusto con su emprendimiento, parece estar viviendo en otra persona, no en aquella que se pasaba "todo el día tomando alcohol o consumiendo drogas con malas juntas".

“Al principio vendí unos repuestos de autos que tenia Juan en la casa y con eso pudimos comprar la hidrolavadora y una aspiradora para limpiar los tapizados de los autos que me dejan para lavar. Por suerte tengo clientes y eso me ayuda para el día a día”, señala mientras le pasa el cepillo enjabonado a una de las ruedas de una camioneta 4x4.

Por último asegura que si pudiera dar vuelta las páginas de su vida, "empezaría todo de cero y estar del lado bueno con una vida más sana”.

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Un día le dije: 'Estás con el consumo, con el choreo, el próximo paso es el cementerio'. Nadie daba un mango por él, porque tenía antecedentes de consumo bastante elevado, sin embargo cuando cayó preso no consumió más . Eso nos daba un parámetro para llevar adelante un tratamiento a fondo", explica Juan Ramírez, quien le ofreció una parte de su vivienda para que Kees viva e instalara su lavadero de autos.

Encontró 6 mil dólares y los devolvió

“En los autos encontrás de todo”, advierte Javier Kees mientras apunta con la manguera de la hidrolavadora al guardabarro de la camioneta de uno de sus clientes del lavadero. Y amplía que un día mientras limpiaba el tapizado de uno de los autos encontró una billetera con 6 mil dólares. “La cabeza es remaldita pero de inmediato hice click y cuando volvió el cliente le devolví la billetera con todo el dinero. Me agradeció. Pude dormir tranquilo", comenta.

Para Juan Ramírez ese momento fue crucial para Kees. "Fue una crisis porque en ese instante cuando se encuentra con ese dinero, que era mucho, por su cabeza le habrán pasado un montón de cosas de su vida pasada. Porque el problema de él no es el consumo sino en no recaer en el tema del robo, tuvimos que trabajar mucho en eso, no llevarte algo de otro es más pesado que el consumo”.

“Nadie daba un mango por él”

Juan Ramírez sostiene que “cualquier de nosotros tiene siempre la posibilidad de salir adelante después de estar en situaciones difíciles como las que pasó Javier”. Dice que la tarea que llevan adelante desde el Servicio de Prevención y Atención de las Adicciones de la UNCo y de la organización Ni un pibe menos por la droga “le están tirando un centro”, sin embargo, señala que se debe estar “muy encima” del caso, de los profesionales que atienden y de la Justicia.

Cuenta que en una de las visitas que le hizo a la U11 le dijo: "Estás con el consumo, con el choreo, el próximo paso es el cementerio”. Por eso siente satisfacción cuando observa las ganas de vivir que refleja porque “nadie daba un mango por él, porque tenía antecedentes de consumo bastante elevado, sin embargo cuando entró a la cárcel no consumió más y eso nos daba un parámetro para llevar adelante un tratamiento a fondo. Por supuesto que el tratamiento a fondo respecto a las adicciones lo hace el psiquiatra, el especialista, y nosotros acompañamos en el día a día”.

Por último, comenta algo que en su momento le pareció insignificante pero es importante para una persona que pasó por las situaciones como las de Kees. “Un día una psicóloga nos sugirió que Javier tenía que tener una mascota porque decía que un animal lo iba a ordenar, es decir le brinda un tiempo para atenderlo, para darle de comer, para bañarlo, para vacunarlo. Es una forma de empezar a hacerse cargo de alguien, me decía la especialista. Para nosotros puede ser algo normal cuidar a otro, él antes no tenía esa responsabilidad". Ramírez entendió la sugerencia de la especialista, y hoy Toby sigue cada paso que da Javier mientras está en la casa o cuando está lavando un coche.

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