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Seis profundas razones para descubrir el Pinot Noir (y cuáles probar)

Es un vino más ligero que cualquiera de los tintos, pero vale la pena probarlo. Marida con una amplia gama de comidas, especialmente carnes guisadas y pastas.

Joaquín Hidalgo

Especial

El Malbec no necesita presentación entre los argentinos. Sepamos o no bien qué gusto tiene, la variedad cala hondo entre los consumidores que, a fuerza de una razón distinta que la repetición o la costumbre, rara vez dudan a la hora de entrarle a uno. Pero con el Pinot Noir la cosa es diferente.

Pasa que con toda la manija que le dan los especialistas, parece más un trofeo que una uva. Razones hay de sobra para esta situación: entre los mejores vinos del mundo figuran los Pinot de la Romanee Conti; entre los especialistas el mundo del Pinot es tan codiciado como complejo; y además es un tinto que va en la vereda de enfrente a todo lo conocido. Digámoslo con claridad, a fuerza de este pedigree beber Pinot parece un asunto más bien delicado.

Pero es todo lo contrario. Una buena botella de Pinot Noir, sin ir a las estratósfera de los precios ni de las ambiciones, ofrece mucho en un plano diferente. Y si es completamente distinto, vale la pena al menos darle una chance. Si estás corto de razones o algo indeciso sobre un pequeño paso gustativo, en estas seis razones que viene a continuación encontrarás el empujón definitivo para entrarle a un Pinot Noir.

El tinto flaco

Lo más desconcertante para un bebedor de tintos que se asoma al mundo del Pinot Noir es que carece de cuerpo. Es así: más bien está al borde de ser un blanco en este asunto. Pero no se dejen engañar. Detrás de esa sensualidad algo anoréxica se esconde una virtud escultórica. Todo buen Pinot Noir tiene que ofrece a cambio de su falta de cuerpo la precisión de las formas. Por ejemplo, textura fina, sedosa y detalle. Digamos que a diferencia de un tinto potente que aturde los gustos, el Pinot Noir es una estructura etérea que hay que adivinar. Ese es el punto clave.

Vino reconciliador

Precisamente porque no ofrece la brutalidad de otros tintos más robustos, el Pinot Noir es un tinto reconciliador en la grieta de color que divide a los vinos: le sienta bien a los amantes de los blancos y tienta al bebedor de tintos con otros argumentos. Por supuesto que a los fundamentalistas siempre los dejará con gusto a poco, pero aquellos que están dispuestos a escuchar nuevas campanas encontrarán en Pinot Noir un arrullo conciliador.

Los aromas terrosos

Casi todos los tintos son frutados. Pero ahí radica la rareza del Pinot Noir que, además de ofrecer un perfil de guindas o frutillas según el caso, aloja en su interior un corazón de hongos: están los que describen como champignones, los que citan el sotobosque y quienes hablan de aromas terrosos. Cualquiera sea el caso, es un perfil díscolo en el mundo de los tintos ciruelosos. Razón más que suficiente para arrimarle la nariz.

La cintura gastronómica

Tintos con carnes rojas, excepto el Pinot. Funciona bien con carnes rojas, claro, pero cocidas o guisadas. Va bien con pastas, cremas, hongos, salsas rojas y, como tiene acidez y textura finas, acompaña de maravilla las cocciones de tomate. Pero ahí no termina. Fiambres, claro que sí. Queso, mejor, incluso los más complicados y madurados. Y si le faltaba una virtud es que como pocos es un tinto pizzero. Pocos tintos puede jactarse de tener una cintura tan amplia.

La paradoja

Para los paladares de curiosidad infinita, sin embargo, el Pinot tiene el vértigo de las paradojas: más se lo conoce y menos se sabe de él. Porque al ser tan delicado y cristalino, al no llevar máscaras de intensidad ni una boiserie de roble que lo tapice, ofrece en transparencia las variaciones del aire, las alteraciones de los sustratos en el suelo y el tacto de los productores. De modo que siempre hay un detalle más por conocer. Eso es lo que transforma a sus bebedores en acólitos o fanáticos. Pero ese es el último escalón.

La obsesión Noir

Como esas trompetas en sordina del buen jazz, la magia del Pinot Noir está en lo que sugiere más que en lo que dice. Por eso, con el paso de los años y las botellas este varietal se transforma en un capricho, casi una obsesión para los bebedores. Enredado en sus detalles lacios, sugerido entre las finas capas de estilo y terroir, el buen Pinot resulta escurridizo como cualquier objeto de deseo. Y así da vida a una búsqueda fútil que, como toda buena búsqueda, no persigue otro fin más sostenerse. Eso sí: botella a botella.

Diez pinot recomendados

En la góndola de los accesibles Saurus 2018 es el primero que ofrece un carácter claro de Pinot Noir frutal. Apenas más arriba, Serbal 2018 y Salentein Reserve 2018, donde la madera juega un rol apenas visible. Ya entre los más calados, los etéreos Trapiche Costa & Pampa 2018, Contra Corriente 2018 y Trivento Golden Reserve 2016, a los más complejos, Manos Negras Artesano 2016 y Humberto Canale Old Vine 2017. Corolario, Domaine Nico Le Paradís 2017.

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