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La Mañana emprendedoras

Terminaron la facultad y se hicieron soldadoras

Sofía y Rocío son amigas y crearon su fábrica de muebles Mola.

Ana Laura Calducci

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Neuquén.-Sofía y Rocío son amigas desde el secundario y tienen muchas cosas en común. Las dos crecieron en la ciudad de Neuquén y se recibieron en carreras vinculadas con el diseño y la construcción. También fueron juntas una mañana calurosa de febrero al taller de Alejandro a pedirle que les enseñara a soldar. Un poco por diversión y otro poco para probar que podían. Ese día, unidas como siempre, se convirtieron en Mola, un proyecto que empezó como una marca de muebles de autor y hoy es su fuente de trabajo, con la que sueñan expandirse hasta consolidar su propia empresa.

Sofía Alonso es diseñadora gráfica y Rocío Silka, arquitecta. Entre mate y mate, aprendieron de amoladoras, hierros y terminaciones. Al poco tiempo, sin proponérselo, empezaron a recibir pedidos de muebles a través de conocidos e iniciaron un negocio que va a cumplir tres años.

Pero no bastó con saber el oficio y manipular las herramientas. Tuvieron que vencer prejuicios de familiares, amigos y clientes para demostrar que se puede ser mujer, joven, profesional y soldadora, y además combinar todo eso con un emprendimiento que se sostenga en el tiempo.

Con apenas 28 años, aprendieron también a facturar, hacerse publicidad a pulmón y cumplir a tiempo con los pedidos. Fruto de ese esfuerzo, hace unos días, el Ministerio Nacional de Producción las distinguió con una campaña en redes sociales y se empezó a hablar de ellas en todo el país.

“La que quería aprender a soldar era una amiga en común que estudiaba Bellas Artes y nos pidió que la acompañemos; ella después se fue y nosotras nos enamoramos de esto”, recordó Sofía.

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28 años tienen las dos jóvenes, que fueron juntas al secundario y hoy son socias.

Profe escultor

Alejandro, soldador y escultor autodidacta, les abrió las puertas de su taller porque notó el entusiasmo en las chicas por el oficio. Fueron sus primeras y últimas aprendices. El primer día de clases hacía 40 grados de calor y ellas, de mameluco, practicaron sin quejarse con una soldadora muy antigua, de casi medio siglo. Después, con sus primeros ingresos, compraron una más moderna.

Sofi recordó que habían probado diseñar espejos con chapitas y que les gustaba la idea de hacer muebles de madera en algún momento algún día, pero que nunca habían pensado trabajar con hierro. Contó que sus amigas del secundario, cuando las visitan en el taller, las ven y “no lo pueden creer, aunque ninguna se anima a soldar”. “Capaz las asustamos por cómo quedamos cubiertas de negro”, añadió.

Rocío comentó que, al principio, sintió “eso de cómo la arquitecta va a soldar rejas”, pero que hoy ve el orgullo de su familia por lo que lograron con Mola. “Varios clientes vienen y tantean para ver si realmente nosotras soldamos los muebles y hoy lo tomamos bien, porque es parte de la propuesta de valor de Mola también”, confió.

Hay días que trabajan hasta las diez de la noche sin parar y aún así “apenas se sobrevive” con lo que les queda. Ellas igual están felices, como el primer día, y ya fantasean con el taller propio. “Va a ser una casa vieja remodelada, con oficina y sumando más gente; va a ser un paso enorme”, soñó Rocío.

“No tenemos miedo a lo que se viene. Aunque hicimos todo de manera inocente e inconsciente, con muchas dificultades, Mola nos enseñó que, si hay ganas, podés no tener nada y tenerlo todo”, remató.

“La que quería aprender a soldar era una amiga. Ella después se fue y nosotras nos enamoramos de esto”, dijo Sofía

“Sentí eso de cómo la arquitecta va a soldar rejas, aunque hoy veo el orgullo de mi familia por lo que hicimos con Mola”, dijo Rocío

Nombres originales y graciosos para las creaciones

Los diseños de Mola se caracterizan por su estética sencilla, con líneas rectas y diagonales, así como por los nombres originales que los identifican. Las autoras quisieron transmitir el espíritu de diversión del taller a sus objetos y así nacieron los maceteros “tripalta” y las “molhamacas” de hierro circular. Sofía indicó que la premisa al rotular sus creaciones “es que sean siempre nombres graciosos, que combinan lo que sugiere la forma y función”.

Las chicas trabajan con cuatro categorías de muebles: los moclásicos (diseños propios estandarizados), molamedida (obras pensadas junto con el cliente), molafeat (cocreaciones con otros profesionales del rubro) y molánicos (objetos exclusivos, que surgen de un momento de inspiración).

Ellas se encargan de todo

Sofía y Rocío no aprendieron solamente de herrería en estos años, también tuvieron que convertirse en contadoras, transportistas y hasta albañiles. Contaron que se encargan de todo: desde recibir al cliente hasta hacer el plano con las medidas, definir el diseño tridimensional y armar el presupuesto.

“Después, nosotras vamos con la camionetita a comprar el hierro, lo cortamos, armamos y pintamos; además, lo entregamos a domicilio y nos encargamos de algún arreglo si algo sale mal”, detalló Sofía.

Rocío agregó que “hemos tenido que salir a cortar un mueble que no pasaba por una puerta o buscar un cajón que tenía un problema para cambiarlo y muchos nos agradecen esa atención que tenemos”.

También les tocó instalar una reja en una casa, trabajando a la par con un grupo de albañiles varones que las observaban incrédulos. Las chicas también se ocupan de pagar impuestos y subir fotos a Facebook para promocionarse. La marca se les ocurrió por la amoladora que usan a diario y la expresión “me mola”, muy común entre los más jóvenes para indicar que algo les gusta.

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