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Un amor incondicional

El español regresó a la ciudad en el marco de su gira Lo Niego Todo. A los 68 años, un Sabina con voz agrietada emocionó a todo el Ruca Che, que se reencontró con un viejo amigo.

Toda la Patagonia se movilizó para asistir a la cita de Joaquín Sabina, uno de los artistas españoles más queridos y respetados por el público argentino. Después de sus presentaciones en el estadio Luna Park (Buenos Aires), el músico nacido en Úbeda arribó el mes pasado al Ruca Che en el marco de su gira Lo Niego Todo, que da título a su última placa. A los 68 años y con voz agrietada, dio un concierto al que no le faltó nada.

Siempre bien predispuesto al diálogo con su gente, Sabina mostró una faceta más tranquila, quizá, sin los excesos de otros años.

Si hay algo para destacar en su gente es la admiración que siente por ese “personaje”. Muchos de los que llegaron al estadio fueron a encontrarse con un viejo amigo atorrante que, a fuerza de años y de sacudones, disfruta el escenario de otra forma.

El show de Joaquín arrancó con una seguidilla de canciones del último disco, para que sus seguidores comiencen a disfrutar desde el primer tema hasta el último bis.

Transitada media hora de concierto, los momentos más emotivos se fueron dando con las esperadas gemas musicales que supo instalar el español en el público. Así se fueron sucediendo los temas más recordados: “Con la frente marchita”, “La del pirata cojo” -en la interpretación de Varona como solista-, “Una canción para la Magdalena”, “Por el bulevar de los sueños rotos”, “Peces de ciudad”, “19 días y 500 noches”, “Noches de boda”, “Y nos dieron las 10”, “Princesa”, entre otros.

Vestido con remera y chaleco de color negro, pantalón chupín y su infaltable bombín, la nueva versión de Joaquín Sabina dejó ver a un hombre emocionado, gozando de una fidelidad y un afecto sureños que celebró a lo grande.

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