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La Mañana Columna de Opinión

Un baldío que luego fue plaza

En la década del 70 recién había comenzado a expandirse la ciudad a partir de la zona céntrica.

Es una de las plazas más pintorescas que tiene la ciudad de Neuquén, debido a que su diseño respetando la geografía del lugar la hace única e inconfundible.

Nació en 1973 para homenajear a Martín Miguel de Güemes, militar y político que cumplió un rol destacado en la lucha por la independencia de Argentina, en un descampado que había en la zona centro, cuando la urbanización todavía no había llegado de manera masiva a los sectores más altos de la capital.

Un día como hoy, hace 47 años, el entonces intendente neuquino Teodoro Micolich asistió a la inauguración de este espacio público con un invitado muy especial: el gobernador de la provincia de Salta, Ricardo Spangemberg.

Ese día, las autoridades descubrieron un busto de Güemes durante un pequeño acto en el medio del arenal donde estaría ubicada la plaza (entre Rioja, Elordi, Sargento Cabral y Brown).

La particularidad que tiene este lugar es que se respetaron las pendientes de las bardas que hasta ese momento aún dominaban el paisaje urbano, por lo que es la única plaza que no se construyó sobre un terreno plano.

Una primera e incipiente parquización, que incluyó árboles y pinos, sumada a la colocación de luminarias y un humilde mobiliario urbano fueron las primeras medidas para que este céntrico arenal comenzara a tomar forma de espacio público.

En el 2004 fue declarada patrimonio natural paisajístico y hoy se convirtió en un punto de encuentro y lugar de esparcimiento para cientos de vecinos de Neuquén.

Un baldío, un homenaje a un prócer lejano. Así nació la plaza Martín Miguel de Güemes.

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