El periodista y escritor Daniel Balmaceda nos cuenta en el libro "Romances argentinos de escritores turbulentos", las historias sentimentales y apasionadas de Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones, Adolfo Bioy Casares, Roberto Arlt y Alfonsina Storni, entre otros.
“Quítese el rouge porque voy a besarla” le dijo el escritor argentino Adolfo Bioy Casares a la mexicana Elena Garro en París, cuando un paseo a solas los había distraído unos minutos de Silvina Ocampo y Octavio Paz, sus respectivas parejas. Cuenta la leyenda que Garro se sacó el maquillaje y que Bioy la besó, y a partir de ahí fueron amantes.
Triángulos amorosos, pasiones y desengaños de grandes escritores son los ejes que recorren las páginas de “Romances argentinos de escritores turbulentos” un libro del historiador Daniel Balmaceda publicado por Sudamericana que puede descargarse en formato digital para leer en estos tiempos de cuarentena.
En sus casi 400 páginas el libro muestra a los escritores al desnudo, en su faceta más íntima, más desconocida, lo que despierta curiosidad en el lector. En el prólogo Balmaceda anuncia que se propuso reunir a "distintas generaciones de escritores, pero todos entrelazados. Sus romances turbulentos se cruzan hasta formar un laberinto de callejones sin salida y espirales interminables".
Balmaceda rescata y, como se diría en el barrio, “saca los trapitos al sol” de las historias de amor de reconocidos y destacados nombres de las letras argentinas del siglo XX como Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga, Victoria Ocampo y su hermana Silvina, Oliverio Girondo, Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Raúl Scalabrini Ortiz, Roberto Arlt, Natalio Botana, Ernesto Sabato, Silvina Bullrich, entre otros. Pero también incluye a algunos extranjeros que se enamoraron en estas tierras, por ejemplo el francés Antoine de Saint Exupery, autor de "El Principito", el poeta chileno Pablo Neruda, el español Federico García Lorca.
El libro está armado en capítulos breves que dan cuenta de la historia sentimental literaria.
El romance de Victoria Ocampo –mítica directora de la revista Sur - con el primo de su marido, a quien conoció durante la luna de miel, es uno de lo que más impactó al historiador. Dicen que esa señora de anteojos color marfil y cristales oscuros que se había casado con Luis Estrada “modificó todos sus planes a partir de un encuentro fortuito en las calles de Roma”. Fue en abril de 1913, durante el quinto mes de luna de miel, la pareja se paseaba en Roma hasta que se toparon con Julián Martínez, primo de Estrada, con quien Victoria ya se había cruzado alguna vez y del que se sintió impactada. En sus memorias, Victoria recordó aquel momento en las calles de Roma: “en el momento que lo ví de lejos su presencia me invadió. Él me echó una mirada burlona y tierna. Miré esa mirada y esa mirada miraba mi boca, como si mi boca fuesen mis ojos. Duró un siglo, un segundo”.
La pelea entre Horacio Quiroga y el pintor Benito Quinquela Martín por la poeta Alfonsina Storni, es otra de las historias románticas que se despliega en el libro de Balmaceda.
Alfonsina decidió a último momento seguir el consejo de su amigo Quinquela y abandonar a Quiroga que la había invitado a vivir a Misiones, sin poder escapar ninguno de los dos a su destino trágico: poco tiempo después de esa ruptura, él se mata con cianuro y ella se ahoga en el mar marplatense.
Para Quinquela, Alfonsina era una persona con la que pretendía un vínculo sentimental, “pero ella lo consideraba su gran amigo, y cuando le contó la propuesta amorosa de Quiroga se opuso a que se fuera ‘con ese loco’, porque ‘era una pésima decisión’. Siendo el pintor mucho más centrado, Alfonsina le dio la razón”, explica el autor.
Otra historia es la cita amorosa que terminó con la cortejada en brazos de otro galán y que tuvo como protagonista el siempre candidato al Premio Nobel de Literatura, Jorge Luis Borges. Parece ser que el autor de "Ficciones" invitó a Norah Lange, una novelista y poeta de vanguardia, a la presentación de Ricardo Güiraldes, pero ella se enamoró de otro de los escritores que estaban presentes en el lugar, Oliverio Girondo.
Balmaceda cuenta que Borges dejó de prestarle atención a una morocha, Concepción Guerrero, y sus ojos, antes de que se quedara ciego, se dirigieron a la pelirroja Norah Lange que además era una prima lejana. “Norah daba señales –confusas, pero señales al fin- de interés por el amigo poeta. Este no iba a ser el primer caso en la historia en la cual el hombre malinterpreta una relación de amistad con una mujer”, escribió Balmaceda. Parece que Jorge y Norah compartieron más que un encuentro y largas charlas. Borges parece ser que recuperó su inspiración poética pensando en su musa que era siete años menor que él. La relación no pasó de la amistad. La culpa fue de Borges, mejor dicho de su timidez. “Georgie era muy vueltero”, afirma Balmaceda.
Tal vez en la parte más polémica del libro es cuando se pone en duda la experiencia sexual de Borges que, según se cuenta, fue escasa, algunos dicen casi nula. Balmaceda cuenta que Borges fue a consultar a un psicólogo para que lo ayudara a avanzar en los encuentros carnales, en los que nunca cruzaba el límite de los "besos que incendian la noche".
“Me duele una mujer en todo el cuerpo”, escribió en un poema Borges. Hay otra historia del escritor en la que se cuenta que en una oportunidad una mujer le provocó tanto dolor que decidió ir al dentista para que le sacara una muela.
A la hora de enamorarse, Roberto Arlt era casi un calco de sus personajes de sus geniales novelas y cuentos: aspiraba a lo imposible y no vacilaba en jugar todas sus cartas para conseguirlo. No siempre ganaba.
Por el contrario, tanto Adolfo Bioy Casares como Horacio Quiroga eran dueños de un enorme poder de seducción, que llevaban hasta sus últimas consecuencias.
Leyendo el libro uno puede encontrar en la página 21 a Leopoldo Lugones, definitivamente enamorado de Juana González, pero en la página 152 le dedicará cientos de versos a Emilia Cadelago, "mi novia adorada", y en la página 207, poco antes de suicidarse, tendrá un último amor con la joven poeta María Alicia Domínguez.
Otra historia que impacta es la de Conrado Nale Roxlo quien abandonó sus intenciones suicidas en los lagos de Palermo cuando notó que los sesenta centímetros de profundidad no serían suficientes para ahogarse, y que veinte años después no recordaría el nombre de la chica que lo había casi empujado a la muerte.
Son historias de amor llena de amantes, de suicidas, de lo que el amor vuelve magnético y también muestra los prejuicios sobre todo de la clase alta y es un gran manual de seducción.
Acaso lo que le interesó contar a Daniel Balmaceda haya sido que el amor alcanza su máxima expresión en la palabra, y estos hacedores de la palabra cuando se enamoran pueden exhibir la intensidad del amor de forma inigualable. En otras palabras, el amor y la pasión pueden ser un gran motor creativo.
Daniel Balmaceda es periodista e historiador argentino, entre sus libros se destacan “Romances turbulentos de la historia argentina" donde relata el amor entre Manuel Belgrano y María Josefa Escurra, Mariano Moreno y Guadalupe Cuenca, Domingo Faustino y Aurelia Vélez Sársfield; “Historia de las palabras”, “Historias de corceles y de acero”, “Historias insólitas de la historia argentina”, “La comida en la historia argentina”, “Qué tenían puesto. La moda en la historia argentina”.
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