Los mejores relatos del escritor Osvaldo Soriano están ambientados en historias y personajes del Alto Valle.
Fue uno de los autores que más libros vendía en el país en los años 80 y 90, con más de un millón de ejemplares de sus novelas y relatos. Y muchos de esos relatos, debo decir sus mejores relatos, están ambientados en el Alto Valle. El jueves, Día de Reyes, hubiera cumplido 79 años, pero falleció muy joven, un 29 de enero de 1997, a los 54 años. El escritor Osvaldo Soriano sigue vigente en las historias que imaginó con personajes entrañables, algo así como antihéroes que se enfrentan a situaciones de la realidad social.
Su infancia y adolescencia, esas dos etapas que marcan tanto a un ser humano, las vivió en Cipolletti, en un chalet de la calle Mengelle al 400, donde en la actualidad funciona la empresa Aguas Rionegrinas. Allí también, inalterable a pesar del paso del tiempo, está su Rosebud, ese peral “añoso, de tronco bajo”, al que se subía por las tardes cuando se sentía triste y que inmortalizó en un maravilloso cuento con ese nombre. Ese tiempo en Cipolletti fue decisivo en experiencias vividas, imaginadas o soñadas que después terminaron en su reconocida y premiada obra literaria.
Acaso muchos vecinos de Cipolletti que pasan todos los días por ese chalet, observan el peral o realizan algún trámite en Aguas Rionegrinas sin saber que, en ese lugar, el pibe Soriano comenzó a imaginar las historias que muchos años después lo consagrarán en el mundo literario.
Solo una placa de madera, emplazada hace unos años por un grupo de vecinos, recuerda que allí vivió quien alguna vez afirmó: “Yo soy de todos lados, pero más de Cipolletti”. Sería bueno que el lugar tuviera algún recuerdo más de quien con sus historias nunca nos dejó tristes ni solitarios.
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