Asef: policía, ladrón, narco y traidor
Integró la polibanda a principios de siglo y armó la banda de los narcopolicías que operó en la región durante los tres últimos años. La Jefatura no lo exoneró, solo lo cesanteó y en la actualidad, percibe una jubilación de unos $30 mil que paga el Estado neuquino.
Dicen que a Oscar “Turco” Asef desde chico le gustaba jugar al ladrón y al policía y, al igual que todos los chicos, quería ser ladrón, sentir la adrenalina de su cuerpo en fuga. Lo cierto es que su vida quedó marcada por aquel juego de la infancia. Ya de grande, se hizo policía, pero se dio cuenta de que eso no era lo suyo, aunque le servía y mucho para jugar a dos puntas: policía y ladrón.
El poder del uniforme
El 1° de junio de 1991, el Turco Asef recibía el alta en la Policía del Neuquén. Eran los años dorados del menemismo, de la política espectáculo y corrupta que sonreía a las cámaras.
El Turco tiene todos los rasgos personales que advierten que se está ante un hombre peligroso: se aburre con facilidad, es duro emocionalmente, irritable, impulsivo, mentiroso, egocéntrico y con baja tolerancia a la frustración. Todo esto, lo devela él mismo con sus acciones y actitudes.
Manejó a discreción su carrera policial, tal como él presume. “Antes era un simple cabo primero y hacía allanamientos, pero como se me cantaba el forro de las bolas”, le comentó a uno de los narcopolicías en su última aventura.
En la Policía, con el arma y el uniforme, Asef conoció el poder y la impunidad. También supo de salarios magros a los que para darles un poco de volumen había que meterles muchas horas adicionales. En definitiva, se la pasaba trabajando para tener un salario que no le permitía llevar la vida que pretendía.
Con el pasar de los años, Asef comprendió que si quería hacer plata, ser honesto no le iba a servir, por lo que comenzó a caminar pensativo hasta que se paró frente al abismo de sus miserias y, con 14 años de servicio en la Policía, dio el paso que hacía falta para caer de lleno en el submundo de la delincuencia, que siempre le fue más redituable y así quedó plasmado en las escuchas que obtuvo la Justicia Federal y por las cuales está tras las rejas del penal federal de Senillosa.
Asef entró a la Policía en 1991 y estuvo metido en al menos dos de los cuatro golpes violentos que dio la polibanda entre 2002 y 2003.
Sus comienzos con la polibanda
La denominada polibanda fue la primera organización criminal que encaró Asef en el 2002. Con ella realizó golpes importantes hasta que terminó cayendo en septiembre de 2003.
“Asef ya venía haciendo algunos ‘trabajitos’ relacionados con algunos criminales locales”, confió un viejo investigador que participó en la desarticulación de la Polibanda.
El 10 de junio de 2002, arrancó el emprendimiento con una entradera en la casa de un dirigente gremial. Ese día, a las 14:45, en calle Don Quijote al 500 de Neuquén, Asef con Miguel Ángel Borquis, vestidos de policía y con sus armas reglamentarias, tocaron el timbre en la casa del conocido dirigente de UPCN Osvaldo Héctor Lorito.
El secretario general se encontraba en Buenos Aires y un amigo estaba cuidando la vivienda.
Asef y Borquis fueron atendidos por el cuidador, quien les explicó que Lorito no estaba. Los policías fingieron querer hacer una anotación, pero la lapicera se había quedado sin tinta. “¿Me prestás una birome?”, le dijeron. Con ese viejo truco lograron ingresar a la casa, redujeron al joven a culatazos y lo amenazaron de muerte con la 9 milímetros oficial. Una vez que lo tuvieron maniatado y amordazado, le tiraron una campera en la cabeza para que no viera nada.
Los poliladrones pasaron unos 40 minutos revolviendo toda la casa hasta que se apoderaron de un importante botín para la época.
En el placard de la habitación de Lorito encontraron una bolsita de chocolate de San Martín de los Andes donde había 11 mil dólares que había sacado el gremialista de su caja de seguridad del Banco Francés.
La sensación de impunidad muchas veces lleva a realizar actos torpes, y estos delincuentes no fueron la excepción.
Ni Borquis ni Asef se quedaron quietos con el dinero, parecía que los billetes les quemaban en las manos. Eran dos chicos con monedas esperando que les abran la puerta para ir al kiosco.
Lejos de pasar desapercibidos, dejaron rastros que siguieron los investigadores y que a los jueces les bastaron para establecer la culpabilidad. Por ejemplo, Borquis, al día siguiente del atraco, firmó un boleto de compraventa de una casa en el barrio TCI por 200 mil pesos en efectivo. Detalle: el país vivía su peor crisis económica y social, Borquis alquilaba una habitación y el dueño del inquilinato tenía que reclamarle varias veces al mes que pagara.
“Siempre me pagaba de a poco hasta completar el monto acordado, pero nunca me pagaba todo junto”, confió el dueño de inquilinato durante el juicio que se realizó en 2005.
Con la casa recién comprada, se despidió de la pensión pagando al contado todo lo adeudado. Obviamente, esto para los pesquisas fue un indicio muy importante. De no tener para pagar la pensión, pasó a comprarse una casa y liquidar la deuda.
Asef tampoco se quedó atrás. El 2 de agosto de 2002 compró un VW Gol modelo 1996, bastante nuevo para esa época, por 8 mil pesos, pero pagó con dólares. Este detalle también llamó la atención de los investigadores y luego de los funcionarios judiciales, porque el Turco cobraba en la Policía 958 pesos por ser cabo primero y las cuentas no cerraban.
El empresario
Después de ese primer gran golpe, se guardaron. Asado de por medio, Asef se juntó con Miguel Fernando Ferrada y su pareja Natalí Filet, ambos integrantes de la Policía. En la charla de sobremesa, los policías se mostraron asqueados de las largas guardias a las que les seguían horas y horas de adicionales para poder generar un ingreso que les permitiera crecer económicamente.
Fue en uno de esos asados, pasados de alcohol, que la polibanda sumaba nuevos integrantes y se alistaban para concretar otro atraco.
Asef ya había puesto los ojos sobre Natalí, sin importarle que fuera pareja de su colega. Ferrada lo intuyó, pero solo eran miradas.
Como policías, manejaban información sensible y de eso se valieron para dar el golpe del 14 de mayo de 2003.
Ese día, a las 20, ingresaron encapuchados, con guantes y armados a la casa del empresario Mauricio Finkelstein, ubicada en Talero al 600.
En el interior sorprendieron a su hijo, que no tuvo tiempo a nada porque cuando quiso reaccionar, ya tenía un pistolón apuntándole a la cabeza. El joven se congeló y, al hacer un paneo, observó a cuatro delincuentes. Casi todos tenían pistolas y solo uno andaba con una sevillana.
Le ataron las manos con los cordones de sus zapatos y los pies con una soguita de la cortina. Después se fueron a la parte trasera de la casa, donde el empresario tenía una oficina con caja fuerte, pero no la pudieron abrir porque el joven no sabía la combinación.
Esto no preocupó para nada a la polibanda, que se apoderó de cuatro armas de fuego que tenía Finkelstein: una Sig Sauer calibre 40 con mira infrarroja, una Browning 9 mm, un revólver S&W 357 Magnum y una pistola calibre 22 marca Tala.
Hicieron tiempo viendo televisión mientras aguardaban el retorno a casa del empresario. El joven permanecía en un rincón con la cabeza tapada.
Mauricio Finkelstein llegó a las 22 y, ni bien cerró la puerta de su casa, giró y descubrió con mucho temor que tres armas le apuntaban a la cabeza mientras el filo frío de una sevillana amenazaba con cortarle la garganta.
“Cada vez que se prendía la luz infrarroja de la Sig Sauer, creía que me mataban”, declaró el empresario durante el juicio, donde aclaró que luego le vendaron los ojos.
Convencido de que tenía que sortear el momento, Finkelstein abrió la caja fuerte y les entregó todo lo que había.
Además de las armas, se llevaron 30 mil pesos en efectivo, celulares, una filmadora, relojes y un encendedor Dupont de oro valuado actualmente en unos 1600 dólares.
Casi todos los elementos fueron recuperados después de que la polibanda cayera tras un robo fallido a un repartidor de Pollolín al que asaltaron en la Ruta 17 a 15 kilómetros de Picún Leufú, en un falso operativo de rutina.
En una seguidilla de allanamientos a los policías involucrados y su entorno, descubrieron que Asef le había dado a su pareja del momento, una empleada del BPN, la filmadora y el encendedor Dupont que fueron guardados en una caja de seguridad del banco.
Condena y jubilación
Asef y el resto de la polibanda fueron detenidos y llevados a juicio. En el robo a Lorito y a Finkelstein se pudo demostrar su participación, mientras que hubo otros golpes donde por falta de elementos no se los pudieron atribuir.
Los jueces de la Cámara Criminal Segunda, Héctor Dedominichi, José Andrada y Marcelo Benavides, dictaron sentencia el 21 de abril de 2005. Si bien todos fueron condenados, la pena que le dieron a Asef despertó sospechas: solo cuatro años de prisión y la inhabilitación absoluta.
La Jefatura de Policía de ese entonces les inició causas a todos los policías corruptos. En el caso de Asef, tres meses antes de que se expidiera la Justicia, la Jefatura homologó un acuerdo en marzo de 2005 por el cual se dispuso la “destitución por cesantía por delito doloso incompatible con la función policial, supeditado su agravamiento a una condena penal firme”, reza la resolución de acuerdo con lo previsto en los reglamentos internos de la Policía.
“Asuntos Internos no siguió la causa, porque una vez que quedara firme el fallo se podía solicitar la exoneración”, confió un viejo pesquisa.
Ese extraño descuido permitió que Asef no fuera exonerado. La cesantía le garantizaba cobrar una jubilación por los años aportados.
Desde 2005 cobra una jubilación en el Instituto de Seguridad Social de Neuquén (ISSN) que actualmente supera los 30 mil pesos. Este dato generó bronca puertas adentro de la Policía porque entienden que al Turco algún padrino político le dio una mano.
Si se hubiese actuado de acuerdo con el reglamento, lo tendrían que haber exonerado, con la consecuente pérdida de todo tipo de beneficios.
Lo cierto es que el 21 de junio de 2006, Asef volvió a la calle con libertad condicional.
La traición y los nuevos negocios
A Natalí Filet y Miguel Ferrada les dictaron 12 años de prisión. Cuando detuvieron a la mujer policía, tras el asalto al repartidor de Pollolín, en septiembre de 2003, cursaba un embarazo de seis meses. Así y todo, Filet salía de caño con la Sig Sauer calibre 40 con mira infrarroja que le habían robado a Finkelstein.
Una vez en libertad, Asef comenzó con algunos rebusques y la plata que le daba el ISSN lo ayudaba a ir tirando mientras veía qué hacer.
En esos años, empezó a frecuentar a Filet, que estaba en la cárcel de mujeres mientras su pareja, Ferrada, se encontraba en la U11 en las casitas destinadas a los condenados que pertenecieron a fuerzas de seguridad.
El Turco, que ya había puesto los ojos sobre Filet, se abocó a seducirla, traicionando a su compañero de armas. La relación se mantuvo en la medida en que el Turco podía y quería. Ferrada, tras las rejas y enterado de la situación, masticaba bronca y algunas ideas oscuras se debatieron en su cabeza.
“Asef estuvo desaparecido prácticamente del mapa hasta hace un par de años que nos enteramos de que cada tanto metía caño y andaba en la droga”, explicó una fuente policial consultada.
Más allá de la sana depuración, cada vez que la Policía echa a uno de sus miembros, está mandando a la calle mano de obra calificada tanto para trabajar en una empresa de seguridad como para armar su propio emprendimiento delictivo.
De hecho, hay varios exonerados que son conocidos en el Poder Judicial y en la Policía porque prestan “servicios” como apretadores de testigos y de alguna que otra cobranza.
“Asef estuvo desaparecido prácticamente del mapa hasta hace un par de años, que nos enteramos de que cada tanto metía caño y andaba en la droga”.Investigador. Bajo reserva
“A los milicos los manejo yo, amigo. Los milicos van a hacer toda la vida lo que yo hago. Son fieles a mí porque cuando el mundo los dejó tirados, siempre les di plata y los adorné”. Oscar “Turco” Asef. Ex policía, ladrón y narco
“Neuquén es mío”
El Turco vuelve a entrar en el radar de la Policía neuquina en 2018 y ya para mediados de 2019 la Justicia Federal lo estaba investigando.
El emprendimiento de Asef fue el narcomenudeo, un negocio de alto de riesgo, ventas aseguradas y ganancias siderales.
Como líder de la organización, se encargó de conseguir la droga, que supuestamente se la proveían desde Río Negro. Para ello se organizó con su segundo al mando, Braian “O’Conners” Catalán, y su hijo Yamil Asef para cuidar el negocio.
Pero para que funcionara había que ajustar un detalle: la Policía. “Ninguna empresa va a bancar sin la Policía”, lanzó Asef a Catalán, una frase que integra el bloque duro de las escuchas que realizó la Justicia Federal.
Fue así que el Turco salió al encuentro de viejos conocidos que permanecían en la Policía. Conocedor de las miserias del mundillo policiaco, Asef apuntó y acertó en el blanco. El comisario Miguel Ángel “Taka” Muñoz agarró viaje y sumó a tres policías más: el oficial principal Christian “Sangre” Navarro, Pablo “Van Damme” García y el sargento Gustavo “Colibrí” Ortega.
Los cuatros policías reclutados estaban en áreas clave. Muñoz a cargo de la Comisaría Segunda, jurisdicción donde se manejaba el fuerte del negocio narco; Sangre era secretario del director de Antinarcóticos, Van Damme trabajaba en el Departamento de Delitos y el Colibrí en la Brigada de Investigaciones de la Comisaría Tercera.
Dentro de la organización, el Turco dejó bien claro el manejo con la Policía. “A los milicos los manejo yo, amigo. Los milicos van a hacer toda la vida lo que yo hago. Son fieles a mí porque cuando el mundo los dejó tirados, siempre les di plata. ¿Por qué te pensás que los milicos se conforman con poca guita? Porque los adorné siempre”, le dijo Asef a Catalán en medio de un charla telefónica.
En verdad, los policías se corrompieron por 20 mil pesos mensuales, monto que surge de las escuchas.
El voraz crecimiento de la organización llevó al Turco a tomar algunos recaudos estratégicos. Abrían un kiosco y lo ponían a trabajar entre dos y tres meses para luego cerrarlo y abrir otro. Todo estaba aceitado.
Tenían tan clara la forma de operar, que hacían contratos de alquiler con el DNI de personas muertas que les pasaban los policías. De esa forma, la Policía perseguía fantasmas.
Todo esto, más el cuidado del negocio por parte sus “gatos”, le hizo sentir a Asef que era invencible. “Papi, tengo el mundo en mis manos, Neuquén es mío”, le dijo a un joven al que pretendía reclutar para abrir una boca de expendio más.
De hecho, hasta se valió de unos artilugios con el comisario Muñoz para que reventaran a un competidor. Y así fue.
Su último emprendimiento fue una red de narcomenudeo con seis bocas de expendio y cuatro policías que le cuidaban el negocio.
Suicidio y caída
El juez federal Gustavo Villanueva junto con la fiscal Cristina Beute y el fiscal de Narcocriminalidad Diego Iglesias recibieron de la Fiscalía de Homicidios de Neuquén el elemento clave para que todo cerrara.
El 19 de marzo de 2020, Florencia Micaela Soto, pareja de Asef, se pegó un tiro en la cabeza en su casa de Vista Alegre. Se estableció que el ex policía la trataba muy mal, pero no se pudo probar que Asef la haya matado; de hecho, las pericias de barrido electrónico dieron negativas, es decir que el capo narco estaba limpio.
Vale aclarar que en Neuquén no es habitual que se haga una autopsia psicológica que podría ayudar a determinar, en caso de suicidio, la situación que atravesaba la víctima al momento de poner fin a su vida y establecer si la instigaron.
Lo cierto es que, con la muerte de Florencia, los investigadores pusieron la lupa sobre su pareja. Asef, temiendo quedar pegado en un femicidio, cuya pena es la reclusión perpetua, fue muy colaborativo con la fiscal Eugenia Titanti, a tal punto que entregó el celular.
Ese fue el talón de Aquiles del Turco Asef y el regalito que le hizo Titanti a la Justicia Federal. Ese celular terminó de redondear la causa por la cantidad de elementos que le daban forma a una organización criminal dedicada a la venta de cocaína con la ayuda de civiles y policías.
El juez federal solicitó a la Policía neuquina llevar adelante la investigación interna de sus oficiales corruptos, y a la brigada antidrogas de la Policía Federal de Cipolletti se le encargó otro tramo de la causa.
Finalmente, el 3 diciembre de 2020, Villanueva firmó múltiples órdenes de allanamiento y se desbarató a los narcopolicías.
Los cuatro oficiales de la neuquina permanecieron detenidos hasta agosto de este año, cuando les dieron el beneficio de la prisión domiciliaria con una tobillera electrónica. Asef y Catalán fueron por el mismo camino, pero a ellos se la rechazaron.
La causa de los narcopolicías ya fue elevada a juicio. Mientras tanto, Beute e Iglesias continúan adelante con su apelación ante la Cámara Federal para que se revoque el beneficio de la domiciliaria a los policías neuquinos.
4 años de prisión por participar en la polibanda.
La banda cayó en septiembre de 2003 tras un fallido robo a un distribuidor de Pollolín al que abordaron en la ruta 17 a unos 15 kilómetros de Picún Leufú. En junio de 2006 quedó libre.
$30.000 cobra por mes por los años de servicio.
La Jefatura de ese entonces cesanteó a Asef, pero no siguieron la causa judicial. Cuando la sentencia quedó firme, no lo exoneraron. Por eso sigue cobrando su jubilación.
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