El innovador test de la UBA podría detectar riesgos suicidas en pacientes depresivos
Buscan conocer los marcadores en sangre que le permitan a un médico saber si un paciente depresivo puede, o no, ser propenso a ideas o conductas suicidas.
Investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA) buscan biomarcadores en sangre para identificar pacientes depresivos con riesgo suicida. La depresión produce modificaciones en las células del sistema inmunológico que pueden ser detectadas a través de análisis de sangre, señalaron, y este estudio busca ayudar a tiempo a personas con ideas suicidas no comunicadas, permitiendo un seguimiento y tratamiento más intensivo.
“Poder saber si un paciente depresivo es o no propenso a tener ideas o conductas suicidas es vital, para que los médicos puedan ayudarlo y prevenir una situación que no tenga vuelta atrás”, destacaron los investigadores.
El equipo del Instituto de Farmacología de la Facultad de Medicina viene estudiando desde hace años las modificaciones que produce la depresión en las células del sistema inmunológico, con grandes avances. Estas marcas que deja podrían servir para el diagnóstico.
Como con muchas patologías, la mejor forma de diagnosticar a tiempo es a través de un chequeo de sangre. “Estos se valen de indicadores conocidos como biomarcadores, que son sustancias o moléculas. Si hay mucho o poco de ellas en sangre puede ser una señal que le ayude al especialista a tomar una decisión sobre el tratamiento del paciente”.
Llegar a tiempo
“Poder encontrar un biomarcador, nos daría la posibilidad de ayudar a tiempo a las personas con ideas o conductas suicidas que no las comunican. Suele haber muchos de estos casos. No lo dicen por diferentes motivos, miedo a ser estigmatizados, miedo a ser internados, u otras razones”, explicó Federico Daray, psiquiatra, investigador de UBA/CONICET y profesor de la Facultad de Medicina.
“Conocer el biomarcador indicado podría servir para hacer un tamizaje entre los pacientes que consultan por depresión, para ver cuáles tienen un potencial de riesgo de suicida. A los pacientes con un riesgo mayor se les aplicaría un seguimiento continuo, tal vez dosis más altas de medicación, y cuando el riesgo es grave, internación”, agregó Daray, en un informe recientemente difundido.
Los biomarcadores también podrían servir para realizar seguimiento de pacientes con riesgo suicida, no sólo diagnóstico. Se puede ver si va bajando, se mantiene o incluso si sube. Como una especie de marcador de riesgo.
“Ese sería el escenario ideal, pero primero debemos buscar, encontrar y ver para qué sirven los marcadores”, explicó el experto. “El estudio que estamos encarando ahora busca descubrir candidatos, justamente. Arrancamos con 120 pacientes, de los cuales 40 son activos, 40 inactivos, y 40 de control. Una vez que podamos seleccionar biomarcadores candidatos, con este estudio reducido, deberemos pasar a una evaluación mucho más profunda y rigurosa, con muchos más pacientes”.
El equipo del Instituto de Farmacología viene trabajando con predictores del suicidio desde 2012. En los primeros estudios que realizaron por esos años buscaban predictores sociales, personales, psicopatológicos, genéticos.
“Nosotros mirábamos pacientes que entraban a una guardia por intento de suicidio, y les hacíamos un seguimiento”, contó Daray. “Ahí pudimos ver en detalle los casos que hicieron un nuevo intento de suicidio. Eso nos permitió buscar qué indicadores de la primera internación podían prever la segunda internación. Es decir, los predictores”.
Publicaron varios artículos científicos en revistas especializadas sobre los estudios y observaciones que hicieron. Esto a su vez les ayudó a conseguir financiamiento para más investigaciones. Pudieron encarar el estudio de la relación entre los trastornos psiquiátricos, la conducta suicida y el sistema inmunológico, para tratar de encontrar un biomarcador que permitiera diagnosticar a tiempo.
Riesgo suicida
“Uno suele asociar los desórdenes afectivos como la depresión, con riesgo o sin riesgo suicida, con lo que está sucediendo en el cerebro o en el sistema nervioso central de la persona. Pero nosotros veníamos viendo que a nivel inmunológico, en muestras de sangre, se podían ver modificaciones biológicas, marcadores”, explicó Andrea Errasti, investigadora UBA/CONICET, directora del Instituto de Farmacología y profesora de la Facultad de Medicina, en el informe dado a conocer por la Universidad.
“Nuestra primera sorpresa fue que cuando analizamos las muestras de los pacientes con depresión y conducta suicida, lo primero que vimos fue una diferencia importante en un perfil de dos marcadores inflamatorios, dos interleuquinas, y nos convenció”, contó Errasti. “Ahí fue que decidimos hacer un trabajo más direccionado”.
El segundo proyecto grande de investigación consistió en formar tres grupos de pacientes, uno de personas con depresión, enfermedad activa; otro con pacientes con depresión y enfermedad inactiva o con remisión, y sujetos de control sanos.
La idea era poder ver si había diferencia a nivel celular, a nivel de células del sistema inmune innato o adquirido, y a nivel humoral. Fue un estudio largo de unos 5 años, ya que ocurrió la pandemia de COVID en medio.
“Lo que nos mostró este segundo estudio fue que los pacientes que tenían depresión activa, presentaban un perfil proinflamatorio, con aumento en los porcentajes, en el número y en ciertos subtipos de monocitos, con un aumento en algunas citoquinas proinflamatorias, y en algunos marcadores de agotamiento celular”, explicó Daray.
“Cualquier proceso patológico que afecta al cerebro, deja una marca, una huella inmunológica”, agregó el investigador. “La conducta suicida es un fenómeno transdiagnóstico -destacaron además- que no tiene una única causa, por lo que es difícil a veces diferenciarla biológicamente de la depresión”.
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