Síndrome de Diógenes: el trastorno silencioso que afecta a mayores de 65 años
Puede pasar completamente desapercibido. Qué señales hay que observar y por qué rechazan la ayuda.
En muchas ciudades, hay departamentos o casas donde nadie entra desde hace tiempo. Las persianas están siempre bajas, la puerta jamás se abre, y un olor extraño invade la escalera. Dentro, una persona convive en condiciones extremas, rodeada de objetos inútiles, basura, y un aislamiento casi total. Esta escena corresponde a un cuadro clínico conocido como síndrome de Diógenes.
Este trastorno que impacta sobre todo en personas mayores, transforma la vida cotidiana en una rutina de abandono, acumulación y desconexión del mundo exterior. Aunque no se trata de una enfermedad nueva, sigue siendo difícil de detectar y, en muchos casos, de tratar.
Un deterioro silencioso
El síndrome de Diógenes no comienza de forma abrupta. Poco a poco, quienes lo padecen empiezan a dejar de cuidar su higiene, descuidan la alimentación y el orden en su hogar se vuelve caótico. Pero lo que verdaderamente lo distingue de otros trastornos es la acumulación sin freno: desde diarios viejos y botellas vacías hasta restos de comida y objetos rotos.
En general, este cuadro aparece en personas mayores de 65 años que viven solas. El aislamiento se profundiza con el tiempo, y el rechazo a cualquier tipo de ayuda se convierte en una barrera infranqueable para familiares, vecinos o trabajadores sociales.
Los síntomas suelen incluir el abandono total del entorno, la acumulación de desperdicios y cosas sin utilidad, el alejamiento de vínculos afectivos, y la negación constante de que algo no anda bien. Además, puede haber una alteración en la percepción de la realidad: personas con recursos suficientes pueden creer que viven en la miseria, y en consecuencia, guardan todo lo que encuentran por miedo a “no tener”.
Una historia mal interpretada
El nombre del síndrome fue propuesto en 1975, aludiendo al filósofo griego Diógenes de Sínope. Este pensador vivió de manera austera y rechazaba los lujos materiales. Sin embargo, la comparación es engañosa. Mientras Diógenes practicaba una forma de vida intencional, quienes padecen el síndrome sufren una desconexión con la realidad que los arrastra al abandono extremo.
En muchos casos, el trastorno se relaciona con enfermedades como la demencia, la depresión severa, o ciertas alteraciones de la personalidad. También puede manifestarse sin un diagnóstico psiquiátrico previo, lo que complica su detección. Por eso, los especialistas diferencian entre un tipo primario (sin antecedentes de enfermedad mental) y otro secundario, ligado a trastornos ya conocidos.
No debe confundirse con el trastorno obsesivo compulsivo de la acumulación, aunque ambos compartan comportamientos similares. En el caso del síndrome de Diógenes, la acumulación no responde a una lógica concreta y no existe una conciencia del problema.
La difícil tarea de intervenir
Cuando una persona presenta señales claras de este cuadro, el primer paso para ayudarla suele venir de su entorno: vecinos alertas, familiares preocupados o servicios sociales atentos. Sin embargo, incluso ante pruebas evidentes de deterioro, muchas veces la persona se niega a recibir asistencia.
El diagnóstico para este trastorno suele establecerse a partir del estado del hogar, el testimonio de quienes conocen a la persona, y la evaluación médica. Pero para intervenir de forma directa es necesario que se declare una incapacidad legal, algo que requiere tiempo, pruebas y un proceso judicial.
A pesar de las dificultades, es posible avanzar en el tratamiento con una estrategia que incluya médicos, psicólogos, trabajadores sociales y el acompañamiento de la comunidad. La clave está en detectar el problema antes de que las condiciones sean extremas, y ofrecer una red de apoyo que acompañe sin invadir, que proponga sin imponer.
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