Usar gorra todos los días no es solo una moda: el rasgo psicológico que revela
Especialistas explican por qué este accesorio que usan personas de todas las edad, podría estar relacionado con necesidades psicológicas.
El uso de gorras se volvió habitual en muchas personas, a tal punto que parece una parte más del cuerpo. Este accesorio, que suele asociarse con la moda, el deporte o la practicidad, puede cumplir funciones más profundas.
Desde adolescentes hasta adultos, muchas personas expresan sentirse extrañas sin su gorra. Algunos lo vinculan a la costumbre, otros no sabrían explicar por qué la eligen todos los días. Sin embargo, este hábito podría estar relacionado con necesidades psicológicas que conviene observar. El cuerpo y sus adornos no solo se visten: también comunican.
Lejos de tratarse solo de una elección estética, su uso frecuente despierta el interés de la psicología y de quienes estudian la conducta humana, vinculadas a la identidad personal, la seguridad emocional y la forma en que nos presentamos ante el mundo.
Un objeto que protege y disimula
Según profesionales de la salud mental, la gorra puede funcionar como una especie de escudo emocional. Al cubrir parte del rostro o la cabeza, algunas personas sienten que reducen su exposición al entorno, como si lograran esconderse en espacios públicos sin dejar de estar presentes. Esto puede brindar una sensación de control, especialmente en situaciones que generan incomodidad social o ansiedad.
La psicóloga clínica María Fernanda Donnet explica que quienes atraviesan inseguridades corporales suelen recurrir a este tipo de estrategias visuales para generar un entorno más previsible. La gorra, en ese sentido, no solo adorna: ampara. La elección cotidiana de este accesorio puede convertirse, sin que se note, en una herramienta para regular emociones o establecer cierta distancia del exterior.
Este patrón tiene puntos de contacto con otros comportamientos repetitivos que cumplen una función de descarga emocional o de afirmación personal, como morderse las uñas o usar siempre la misma ropa. Lo que a simple vista parece una manía o una costumbre, en muchos casos expresa una necesidad de contención simbólica.
Identidad, grupo y pertenencia
En paralelo, la gorra tiene un valor social. Especialmente entre adolescentes y jóvenes adultos, se transforma en un signo de pertenencia a determinados estilos, subculturas o grupos. Marcas, colores y formas no se eligen al azar: funcionan como señales visibles de una identidad compartida. Un estudio de la Universidad de Queensland detectó una relación entre el uso de ciertos accesorios y la necesidad de reforzar vínculos grupales, incluso cuando no se lo expresa conscientemente.
El sociólogo Erving Goffman, en su teoría sobre la presentación del yo, afirmaba que las personas construyen su identidad pública a través de símbolos que otros pueden leer. La gorra, entonces, no solo cubre: también dice. Puede comunicar rebeldía, actitud relajada, afición por la música urbana o pertenencia a un equipo deportivo. En ese contexto, dejar de usarla sería casi como hablar en otro idioma.
Entre el confort y la dependencia
No todos los casos tienen implicancias clínicas. Muchos simplemente eligen la gorra como una preferencia estética o funcional. Sin embargo, cuando se convierte en una prenda indispensable, conviene observar si detrás de esa necesidad existe una dificultad mayor.
La terapeuta cognitivo-conductual Lucía Racca señala que, en algunos casos, depender de un accesorio puede ser un indicio de baja autoestima o de miedo a ser visto con naturalidad. “Si una persona siente que no puede salir de casa sin ponerse la gorra, conviene preguntarse qué se está evitando mostrar”, sostiene.
El uso constante no implica necesariamente un problema, pero sí puede servir como puerta de entrada a preguntas más profundas sobre el vínculo con la propia imagen, la necesidad de aprobación o el temor al juicio ajeno. La salud emocional no se mide por la ropa que usamos, pero a veces se manifiesta a través de ella.
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