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La Mañana

Cuando los flacos hacen dieta para engordar

No todo es adelgazar: estar en línea puede incluir la necesidad de sumar kilos.

Si nuestro índice de masa corporal (IMC) es inferior a 18.5, quiere decir que tenemos que comenzar una dieta. Sí, una dieta, pero no como las habituales que son para perder peso. En estos casos, es a la inversa: para subir los kilos que nos escasean. Claro que, afirman los especialistas, no es sólo comenzar a comer y comer (además, la persona que tiene problemas de bajo peso no puede “comer y comer”) sino que deben sumarse análisis de sangre y orina, por si la falta de kilos se debe a alguna enfermedad o si hay un riesgo de desnutrición por falta de nutrientes.

¿Cuáles son las razones habituales para que se den estos casos? Uno es la carga genética, que se da en las personas sanas que, simplemente, son muy flacas. También están los casos de quienes se exceden en la actividad física aeróbica sin una ingesta apropiada para ese entrenamiento. Los casos más complejos son los que están vinculados a problemas de salud que afectan el apetito (diabetes, hipertiroidismo, cáncer, enfermedades digestivas) o los medicamentos que se usan en algunos tratamientos, como los oncológicos, por ejemplo. Y también los inconvenientes “invisibles”, o sea los psicológicos, como la depresión o el estrés, además de los trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia nerviosa.

Lo importante para tratar el bajo peso es ir a un nutricionista y tener un buen diagnóstico. Luego se debe organizar la alimentación de modo que el balance de energías sea positivo. Esto es, ingerir más energía de la que se gasta, así como controlar el aporte de nutrientes clave, siempre bajo la atenta observación del médico, quien tiene que hacer la valoración completa del estado de la persona que quiere subir de peso y determinar el patrón alimentario y la terapia dietética-nutricional más adecuada.

Recomendaciones

A la hora de llevar a cabo una dieta para aumentar de peso, hay que tener en cuenta que la excesiva ingesta de alimentos con alto aporte energético puede llevar a ganar peso pero poniendo en riesgo nuestra salud. El objetivo de este plan dietético debe ser recuperar peso total a partir de grasa corporal y masa muscular y ósea, manteniendo la salud y mejorando los hábitos alimentarios (y evitando así los factores de riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes o la obesidad). Sin que sea necesario cambiar de modo radical o brusco los hábitos alimentarios, se puede aumentar el aporte de energía de los platos mediante el consumo de alimentos saludables de alta densidad energética pero de elevado valor nutritivo (frutos secos como las almendras, las nueces, los piñones, las avellanas, así como el pan integral, leche concentrada o en polvo, huevos, aceite de oliva, pescados en conserva, etc).

Esos ingredientes pueden añadirse a las recetas para aumentar la densidad de energía y la carga de nutrientes de nuestros platos. Los nutricionistas suelen recomendar hacer comidas entre el desayuno, el almuerzo y la cena, incluyendo pequeños bocadillos o “tentempiés” a media mañana o como merienda, y antes de dormir.

Un buen patrón de referencia es la dieta mediterránea: alimentos frescos de origen vegetal, frutos secos, legumbres, pan, pastas, tubérculos, lácteos, pescados variados, huevos y carnes magras. Es posible que la persona con bajo peso no tenga mucho apetito. Por eso se aconseja que, en poca cantidad de alimento, haya mucha energía y nutrientes. Y esto se consigue sumando grasas saludables como el aceite de oliva, huevos, pescados, frutos secos, leche concentrada o en polvo, legumbres y quesos. Y evitando los alimentos superfluos como la comida rápida acompañada de gaseosas azucaradas.

18.5 Si el índice de masa corporal está por debajo de esa cifra, hay que subir de peso.

La mayoría de los trastornos de peso tienen que ver con la obesidad, pero hay mucha gente que sufre por el efecto inverso.

Estar atentos a los riesgos

Los riesgos son más de los pensados y las personas con bajo peso pueden tener incrementado el riesgo de anemia, debilidad muscular baja, densidad ósea baja, retraso del crecimiento en niños y adolescentes, debilidad de encías y dientes por alteración de las mucosas, bajo nivel de respuesta del sistema inmune, alteraciones de piel y del cabello e incluso retirada de la menstruación en mujeres que están en edad fértil.

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