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La Mañana Antártida

De Chos Malal a estudiar los pingüinos en la Antártida

La bióloga neuquina Katya Karla Albarrán realiza actividades de campo en las pingüineras de la base Carlini. Contó a LMN cómo es su vida en el continente blanco.

La Antártida tiene sus reglas. Las comidas son comunitarias y se debe sacar turno para hablar por teléfono. Comparten habitación entre dos o tres personas, y la cerveza y el vino están fraccionados: una lata el sábado a la noche y una copa para el asado del domingo. Hay horario de silencio y los desechos deben ser devueltos al continente.

“En realidad, acá los pingüinos son los que me marcan la rutina”, aseguró la neuquina Katya Karla Albarrán de 30 años que desde septiembre estudia la evolución de estos animales. Desde su presentación, describe dos vidas curiosas e importantes para la raza humana: la de los investigadores y trabajadores de la Antártida; y la de los animales, que son indicadores del cambio climático.

Si bien expone que la vida es “hermosamente intensa”, Katya no se le hizo fácil llegar. Tras pasar decenas de exámenes médicos y entrevistas de idoneidad, logró tener su lugar dentro del trabajo de campo en el continente blanco.

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Con 30 años, ya es la tercera vez que llega. Esta vez le tocó en la base Carlini y está desde septiembre del 2021 hasta fin de marzo del 2022. “Empecé a venir en 2018 cuando estaba finalizando mis estudios de licenciatura en Biología en La Plata. Repetí en 2019 y me quedé cuatro meses. Después, por la pandemia no pude en el 2020 y ahora que retomó mucha de las investigaciones volví”, dijo y se quedará un total de seis meses.

El 16 de septiembre pisó suelo antártico luego de volar desde el aeropuerto de El Palomar a Río Gallegos. De ahí, esperar que el clima este óptimo para llegar a la Base Marambio. De ahí en helicóptero hasta la base Carlini. “Acá el tiempo lo marca la naturaleza. O el tiempo, o los animales. Y eso es algo que hay que aprender a respetar”, aseguró.

La rutina en el continente blanco

La alarma suena en el continente blanco. La Casa Nueva - en donde se vive Katya - se levanta minutos después de las 7 de la mañana. Las 65 personas que están dentro de la base se reúnen a desayunar y 7:50 los grupos de estudios se reúnen y organizan para comenzar el día.

La jornada de trabajo se extiende de lunes a viernes de 8 a 13. Luego paran hasta las 15, y retoman la jornada hasta las 20 horas. “Ese es el esquema y el cierto orden qué hay. Pero si los pingüinos hacen algún movimiento en particular, siempre se puede cambiar. O si tengo que trabajar un domingo igual. Para ellos no hay horarios”, agregó.

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Sábado y domingos suelen ser los días recreativos. Por la noche del sábado, hay juegos, películas y reuniones, en las que cada uno puedo tomar su lata de cerveza semanal. El domingo, el menú es el asado y viene acompañado con una copa de vino. Ese es el único alcohol que se toma en la base.

Al estar a días de volverse, su día a día cambió a lo que fue los últimos cinco meses. “Nos abocamos a actividades personales del continente o a ayudar en actividades de la base. Más que nada hacer agua para los edificios”, dijo, al aclarar que hay momentos en donde deben descongelar los bloques de hielo para tener agua para consumir o lavar.

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“Ahora que estamos frente a un espejo de agua es un poco más fácil, pero hay que coordinar las llaves y el cierre del paso del servicio. O también nos encargamos de la recolección y clasificación de basura”, apuntó.

Cada uno de los edificios que tiene la base ordena su basura. Los órganos con incinerados en tachos especiales, mientras que el resto de materiales se vuelve al continente.

“También ayudamos con las actividades de cocina, que siempre necesitan ayuda”, dijo. Y la comida es un tema interesante, ya que la comida fresca no existe. Es decir, desde septiembre las verduras como tomate, limón y demás, son de las que más extraña Katya.

Es que, además de alguna golosina o chocolate, lo que se suele llevar en las mochilas con destino a la Antártida son: tomates, alfajores y demás productos que no se va a poder ingerir en los seis meses que estará. “Pasan los días y se va acabando. Una siempre se acostumbre, pero bueno, es una de las cosas que se extrañan un poco”, dijo.

Si bien la verdura que llega no es fresca, con los enlatados y congelados se las ingenian para hacer una variedad importante de comidas. “Suele venir mucha carne, se come bastante. Es carne con verduras o puré. Se hace el puré en bolsa o también canelones o lasañas (con espinacas y acelgas congeladas). Ñoquis igual, en bolsa. Guisos de lentejas, guiso de fideos, arroz y hasta hacemos postres”, describió.

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La mochila que trajo Katya no logró poner alimentos frescos, ya que debió hacer cuarentena previa. Pero si cargó jabón, cremas, protector solar y varios chocolates particulares para “tirar los primeros días”. “Acá te dan todo para el frío. Nos dan impermiables, abrigo, ropa para segunda y primera piel, guantes, gorros y todo. Acá el frío no pasada”, aseguró.

La calefacción es por caldera y las heladeras de cada habitación es una caja que ponen en la ventana del lado de afuera.

“La mercadería llega en los buques de carga. Por ahí viene una grande que trae combustibles y los víveres para todo el año.Y después cargas chicas a parte. En realidad esa carga de todo el año se hace para los científicos que estamos hasta marzo y desde marzo a septiembre solo se encuentran invernantes que son de la Fuerza Armada y toman los datos para el invierno”, relató.

Trabajo de campo: una profesión lejana

“Vengo por temporadas a hacer diferentes campañas. No soy investigadora sino que hago trabajo de campo para los investigadores. Trabajo con pingüinos y acá hay dos especies. Hacemos el monitoreo de la colonia, si se expande o se disminuye. También el exito reproductivo”, describió.

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Durante estos cinco meses, observó el movimiento de estos animales lejos de su familia, gustos y libertades. Si bien sabe que es una decisión propia y le “encanta”, la afronta con responsabilidad y disfruta de los sacrificios que hace a diario.

La fauna que se observa en medio de la Antártida es una de las situaciones que más disfruto a diario. “Y también la extraño cuando vuelva al continente”,aseguró entre risas, al compartir una estrella de mar que encontró el mismo día que realizó la entrevista.

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“En cuanto a los pingüinos en general en la naturaleza hay muchas especies que caracterizan los ambientes. Hay algunas especies que son más plásticas, es decir, se adaptan más fácilmente a las variaciones ambientales. Hay otras que les resulta difícil. Las especies menos plásticas son muy indicadoras de los cambios ambientales y más en este marco de calentamiento y cambio climático mundial. Por el lado de la conservación, para preservar estás especies se pueden llegar a ampliar los límites de conservación con la gestión adecuada”, desarrolló.

Con los datos recabados y cargados, Katya tiene una fecha estimativa de vuelta. Dentro de dos semanas le tocaría volver, pero todo depende del clima y si alguien la va a buscar. El procedimiento para volver a América es el inverso: helicóptero hasta Marambio, avión al El Palomar con escala en Río Gallegos.

“Es una experiencia hermosa e intensa, y con mucha conexión con la naturaleza. A mí me encanta y en cada viaje descubro cosas nuevas”, concluyó la neuquina, nacida en Chos Malal, que sin irse de la Antártida ya piensa cuando volverá.

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