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Duras críticas por aquel traslado de la capital

No solo los chosmalenses levantaron fuerte la voz por el proyecto de Bouquet Roldán. También lo hicieron algunos ex gobernadores.

Cualquiera que desconoce la historia de la ciudad de Neuquén podría pensar que el traslado de la capital desde Chos Malal a la zona de la Confluencia fue una decisión de las autoridades del Gobierno que no generó mayores problemas o discusiones, tanto en la opinión pública como en la dirigencia política de la época.

Lo que más se sabe es que los primeros en criticar el traslado de la sede de gobierno fueron los chosmalenses que, por obvias razones, anticiparon que esa decisión traería un grave perjuicio no sólo para esa ciudad sino para toda la región del norte neuquino. En efecto, hubo delegaciones de vecinos y comerciantes que viajaron a Buenos Aires para entrevistarse con las autoridades nacionales y también para buscar el apoyo de la prensa porteña para que su queja fuera más contundente (ver aparte).

Pero más allá del lógico reclamo de la gente del norte, hubo importantes dirigentes que criticaron con dureza el proyecto de Carlos Bouquet Roldán para levantar una nueva ciudad en el medio del desierto. Y fueron nada más ni nada menos que dos antecesores del gobernador los que más rechazaron aquella idea.

“Ante todo veo el perjuicio inmenso que se hace a los propietarios de Chos Malal al convertir en desierto esa floreciente población para servir a los intereses de quienes sólo desean estar cerca de una vía ferroviaria de comunicación con Buenos Aires”, opinó Franklin Rawson, quien había ejercido el cargo de gobernador entre 1893 y 1899.

También Manuel José Olascoaga (1884-1890) se sumó a las voces críticas al asegurar que el propósito de elegir como capital al paraje denominado Confluencia “es una idea descabellada que permite suponer que hubiera un interés especial, análogo a aquel otro que motivó importantes gestiones para hacer a Las Lajas capital del territorio”. Y fundamentó su postura además en cuestiones geográficas. “Neuquén tiene una forma de triángulo, Confluencia vendría a ser el vértice y hacerla su capital sería como colocar un portero en el fondo de una casa”, indicó con ironía.

También Francisco Albert, secretario de la gobernación durante el mandato de Olascoaga, aseguró que el lugar para fundar la nueva sede administrativa “no sirve para pueblo”. “En varios años que es cabecera del ferrocarril no ha adelantado un ápice. Es un brete árido y aislado por travesías de 50 y más leguas de los verdaderos centros de población del territorio”, aseguró.

Más allá de las críticas, tanto en Neuquén como en Buenos Aires, estaban convencidos de que el proyecto era realmente factible. El propio ministro del Interior, Joaquín V. González, luego de visitar la zona para conocer el paraje que habían propuesto para la nueva capital, aseguró que se trataba de “un terreno fértil” con proximidad a “la próspera Colonia Roca” cuyas características “me ha traído al convencimiento de que la capital de Neuquén debe levantarse en el amplio valle que comienza al paso del río, aunque esta posición no sea matemáticamente central con respecto al territorio, pero sí económica y políticamente”.

Lo cierto es que, pese a las quejas de los chosmalenses y los duros pronunciamientos de los políticos, Bouquet Roldán finalmente concretó aquel proyecto para fundar una ciudad cerca de la confluencia de los ríos Neuquén y Limay. Muchos fueron los que apoyaron aquella idea, aunque en aquel momento pareciera descabellada.

Y así, con el paso de los años, aquel pueblito de casas humildes comenzaría a tomar la forma de una gran ciudad.

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