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El diseñador neuquino que viste a las estrellas del trap

Se quedó sin trabajo y se animó a estampar sus diseños en buzos y remeras, que hoy usan los artistas en sus videoclips. Sueña con tener su propio local.

Juan Leguizamón se inventó a sí mismo y, en tiempo récord, ascendió de manera vertiginosa hasta convertirse en un actor clave en la estética del trap. Desempleado, le pidió ayuda a su mamá para aprender a estampar sus diseños sobre la ropa, y hoy, desde Neuquén, viste a las principales figuras de este género musical.

El joven de 20 años trabajaba en una fábrica de cerveza y lo despidieron en las primeras semanas de la pandemia de coronavirus, en abril del año pasado. “Estuve dos meses bancando con lo que me quedaba de sueldo, sobre todo para gustos míos porque todavía vivo con mis viejos”, explicó.

Aunque Juan estaba motivado a trabajar, sabía que las cosas iban a ser difíciles para él. Aún sin el diploma del colegio secundario y en un contexto de caída de la actividad económica, sabía que los puestos iban a ser escasos, por lo que decidió crear una oportunidad por sus propios medios.

En los dos meses que pasó ocioso, el joven neuquino dedicaba su tiempo a observar el trabajo de otros diseñadores de Buenos Aires, que estampaban remeras y buzos holgados para los traperos más famosos de la escena local. Ese, el mundo del rap y el trap, era el mundo de Juan, que solía escuchar esos ritmos urbanos con sus amigos y empaparse de la estética que los inunda.

El joven diseñador ya contaba con algunos elementos en su punto de largada. Es que su mamá cose desde muy chica y Juan convivió desde siempre con máquinas de coser y equipos para hacer sublimación. Por eso, y cuando sus ahorros ya estaban por agotarse, destinó los últimos recursos a comprar una partida de siete buzos, que le llegaron en un envío desde Córdoba.

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Juan pensó diseños vinculados al mundo del trap. Los sublimó sobre telas especiales y agregó una dosis de paciencia para aprender a coser esos parches de forma prolija sobre los buzos. Con varias pruebas, y a fuerza de prueba y error, encontró las mañas del producto y culminó su trabajo final.

“Hice los primeros siete y me los compraron todos mis amigos”, dijo. Entusiasmado con la posibilidad de seguir creando, compró una segunda tanda de buzos y fue entonces cuando recibió el llamado de un local de ropa urbana de Cipolletti, que le encargó la producción. Pero su crecimiento no terminó ahí.

Juan estaba a punto de comprar su tercera tanda de prendas para sublimar y parchar cuando asistió a un asado con amigos. “Eran las 9 de la noche y me contactaron de una cuenta que tenía más de 100 mil seguidores, yo pensaba que era un perfil falso en redes sociales”, aclaró.

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Con rapidez, constató con sus amigos a quién correspondía el perfil. Y aprendió que Kitch Tech era una de las casas más reconocidas de ropa urbana y también de las más elegidas en el mundo del trap. Le encargaron su tercera tanda de buzos y, desde entonces, la tienda se provee de los diseños de Juan para ofrecerlos en sus locales de Buenos Aires.

Gracias al aporte de estas dos casas de ropa urbana, la de Cipolletti y la de Buenos Aires, la ropa que Juan ideaba se calzaba en los cuerpos de los propios traperos que había escuchado desde la infancia. Los negocios fueron el puente para conectar las ansias creativas del joven neuquino con los músicos más reconocidos del ambiente.

“Desde chico me junto con mis amigos y escuchamos siempre rap, escuchamos a Fazzini, a Frankie Style, a Barderos”, dijo el joven y agregó: “Poder vestirlos hoy es un fly, Fazzini es el que más me apoyó en Neuquén y Frankie en Buenos Aires, estoy muy agradecido porque son muy buena gente y algunos ya son amigos”.

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Los músicos que solía escuchar y respetar como estrellas ajenas se convirtieron en sus amigos gracias al mundo de la ropa. “Hice buenas amistades gracias a los locales que me abrieron las puertas para conocerlos, y al apoyo de los músicos de acá, de Cipolletti y de Neuquén, que me compran y avalan mi ropa”, explicó.

Mientras repasa su breve pero vertiginosa carrera, Juan muestra una foto de su teléfono celular. La artista e influencer María Becerra luce una de sus remeras en una foto en Instagram. Lleva una prenda holgada color celeste con estampa batik, decorada con un parche "craneado” por Juan. Lo acompaña con un pantalón oscuro, unas zapatillas coloridas y un accesorio de peluche. La foto cosechó más de 600 mil corazones en la red social, y también la respuesta de Juan, que reaccionó con cuatro emoticones en forma de fuego.

En menos de un año, el joven neuquino logró generar un ritmo acelerado de producción. En su propio perfil en Instagram, Slum2k, muestra sus producciones. Además de los tradicionales buzos que le dieron origen a la marca, también crea remeras holgadas, jeans intervenidos con parches, camisas estampadas y bermudas que parecen estar tatuadas con sus diseños.

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Sus productos amplios, sin formas definidas, son unisex. Tienen una estética marcada y se promocionan como productos de edición limitada. En el trabajo personalizado y artesanal, Juan le dedica un tiempo especial a cada prenda. Y no ofrece productos iguales.

“Yo veo que mucha gente entra a los locales a comprarse una remera, y a los dos meses ya tienen todos la misma”, dijo el joven y agregó: “Por eso me propuse diseñar”. Con esa misión, Juan busca vestir a los jóvenes con productos únicos que se adapten a su estética y su personalidad. Pero todos sus artículos respetan las tendencias que impone el mundo del trap, y que se trasluce en los videoclips que inundan plataformas como YouTube e Instagram.

Aunque las redes sociales se convirtieron en su vidriera virtual para mostrar sus diseños ante el mundo, Juan aún sueña con tener su propio espacio para recibir a los clientes y tener un trato personalizado con cada uno. Por eso, su objetivo es armar un showroom o montar su propio local en el corto plazo, para poder contar con centro de operaciones propio. “Y a largo plazo me gustaría irme a vivir a Buenos Aires, porque estar allá te abre un montón de puertas”, aseguró.

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En menos de un año, el trabajo que Juan creó para sí mismo se convirtió en la puerta de entrada para entablar amistades con los artistas que escuchaba en su niñez. Y también los cimientos de sueños nuevos, que lo llevan a pensar en metas ambiciosas para su rol de diseñador.

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