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El gaucho de Cushamen que navegó hasta la Antártida

Martín Morales. Es un criancero que vive en Centenario. Tiene sangre mapuche y miles de recuerdos de cuando fue marino.

Adriano calalesina

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Tiene 79 años y hace cinco que vive con parte de su familia en Centenario. Se crió de chico en tierras de las comunidades.

A su edad, aún conserva la disciplina militar y la pasión por la vida de campo. Su familia quedó en la historia patagónica.

Martín Morales recuerda con lucidez cada momento de los diez años que pasó en la Marina, allá por los 60, cuando ser militar era ser parte fuerte de la historia argentina. Hace poco se sobresaltó con una noticia que estuvo al rojo vivo en los medios de comunicación: la desaparición del submarino ARA San Juan. "Esa es una zona de muchas tormentas, hay olas grandes, la navegué mucho", dice a este diario al pasar, ante el asombro de sus familiares, que tampoco habían escuchado demasiado sobre algunas de sus historias en el mar.

El hombre tiene 79 años y hace cinco que vive en Centenario con Violeta, su sobrina. Nació en Cushamen, la zona del noroeste de Chubut que fue conocida por todos por la desaparición de Santiago Maldonado y de la que muchos hablaron sin haber nunca pisado esas tierras frías y áridas.

En 1939, Cushamen estaba poblada de mapuches y gauchos que vivían casi en comunidad. Con esa mezcla en la sangre, Martín se para en la vida y puede abrir un libro lleno de historias por la mitad, entre lo gauchesco, la vida militar en el barco y los mapuches.

Su madre se llamaba Carmen Nahueltripay y ese apellido hoy es una marca en Cushamen. A tal punto que hasta el historiador Rodolfo Casamiquela se reunía cada tanto con ella para conocer más sobre los hábitos de los araucanos, información que quedó estampada en el libro Estudio de Nillatum y la religión araucana (1964).

La de Martín es una de esas historias que bien pueden definir varios escenarios y tiempos de un argentino del siglo XX. "Me siento más gaucho que mapuche, pero sé hacer todo lo que ellos hacen, me crié con ellos", sostiene el hombre, que viste boina, usa boleadoras en la ciudad y hasta recita los versos de memoria del Martín Fierro.

Martín tenía 20 años cuando se fue de Cushamen. Volvió mucho tiempo después. La vida es dura y criar a las tropillas de caballos y las manadas de ovejas entre la sequía no es nada fácil. Fue así que decidió meterse en la Marina, algo que le cambió la perspectiva y los hábitos. En 1959 estuvo de conscripto y hasta 1969, con la irrupción de la dictadura de Juan Carlos Onganía, Martín transitó, lejos de sus tierras ancestrales, un camino de rigor que finalmente lo cansó.

"Me gustó la Marina, pero yo estoy acostumbrado que me traten bien, no me gusta que me anden apurando", dice el gaucho.

De regreso a sus campos, Martín tuvo un paso fugaz por la policía, después fue minero y hasta cuidador de las estancias en Chubut y Santa Cruz, muchas de ellas hoy en manos extranjeras.

Martín apenas habla algunas palabras en lengua mapuche. Asegura tener un diccionario "mal escrito", aunque de vez en cuando se le escapan algunas palabras en la lengua originaria, entre los dichos de Martín Fierro. Pero sólo le sucede en algunos momentos.

El hombre todavía sigue conservando la disciplina que adquirió en la Marina. Se levanta tempranísimo, arma sus herrajes, como simulando que se va al campo, y hasta sale a caminar por las calles de Centenario. Algunos lo conocen, aunque pasa mucho tiempo en la casa, entre mates y cocina.

A pesar de la edad, el relato de Martín tiene un correlato del que parece haberse quedado anclado. Recuerda exactamente los metros del destructor ARA San Juan (95 metros de eslora, dice), en el que estuvo mucho tiempo embarcado y donde realizó distintas misiones de simulación de combate en Ushuaia, Río de Janeiro, Canadá, Nueva York y hasta una zona cercana a la Antártida.

Es por eso que sabe como pocos leer los dibujos de ese mar atlántico donde ha pasado una década. Sus últimas misiones fueron en la base de Puerto Madryn.

Hace dos meses cuando vio la noticia de la desaparición del San Juan en televisión, quedó impactado y fue como si todos los recuerdos se le vinieran encima en unas horas. "Las olas ahí son grandes, siempre hay tormentas", recuerda.

Estuve muy cerca de Canadá y llegué casi hasta la Antártida. Me cansé y volví al campo, donde me gusta estar”.

Un militar con espíritu gaucho

A New York y Canadá

Martín recuerda aún las misiones militares de los años 60. Con el destructor ARA San Juan le tocó navegar hasta Canadá, pasando por Nueva York. El hombre gaucho aún conserva el hábito castrense.

Recuerdos patagónicos

El hombre se crió entre los corderos y animales patagónicos. Si bien tiene raíces mapuches, él se considera un criollo. Conoció bien las tierras de Cushamen, que hoy fueron vendidas al empresario Benetton.

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