¿Es inevitable mentir? Las cosas que todos decimos
Faltar a la verdad es tan frecuente que hay mentiras casi universales.
De 2000 participantes, el 92% dijo mentir sobre su estado de ánimo, asegurando estar bien cuando no lo estaban; el 80% admitió decir que le gustaba un regalo, a pesar de que no era así; el 78% reveló aducir alguna enfermedad para faltar al trabajo o evitar una reunión; el 72% expresó mentir respecto de no haber visto un mensaje; el 70% mintió sobre el sabor de la comida; el 69% dijo ir de camino cuando ni siquiera habían salido de su casa, y un 63% utilizó la tan mentada frase "en 15 minutos estoy listo", un clásico.
Más allá de los números, ¿qué es lo que nos lleva a mentir? En términos psicológicos, las mentiras tienen relación directa con la autoestima: mentimos cuando nuestro ego se ve amenazado. En este contexto, no es difícil entender que la mentira es un mecanismo de defensa, un arma más para la supervivencia.
Sin embargo, hay distintos tipos de mentiras y algunas transcienden el límite moral y ético.
Más allá de eso, no todos los cerebros están preparados para ser efectivos mentirosos.
Según la ciencia, quienes mienten mejor tienen más sustancia blanca que materia gris. Mientras la primera sería como el cableado y las conexiones de una computadora, la segunda sería el disco duro.
Por eso mientras más conexiones se tenga, las mentiras serán más complejas y elaboradas.
"Mentir supone un esfuerzo enorme. Es casi como leer la mente. Tienes que ser capaz de comprender el pensamiento de la otra persona", expresó Adriane Raine, de la Universidad de California del Sur.
Una característica ¿evolutiva?
Diversos estudios realizados por el psicólogo e investigador de las emociones Paul Ekman concluyen que, en general, las mujeres mienten para proteger a otra persona, los hombres para mejorar su imagen y los niños para evitar un castigo. Sea como sea, la mentira ha existido siempre. Tal es así que los primatólogos Richard Byrne y Andrew Whiten se atreven a relacionar el origen del intelecto humano con la capacidad para engañar al otro. Según ellos, la selección natural favoreció a los individuos más astutos, a los que mejor disimulaban, a los que más mentían. "Empleando estas artimañas, lograban convertirse en líderes del grupo y alcanzaban más éxito social y reproductivo", aseguraron. Por su parte, el antropólogo Volker Sommer, en su obra Elogio de la mentira, señala algunos beneficios de mentir: la relajación por haber salido del paso, la satisfacción por haber convencido a otro, la sensación de control y de superioridad.
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