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La Mañana botella

Gustavo, el artista que encierra edificios y casas en una botella de vidrio

Con elementos reciclables, Gustavo replica las construcciones de toda la provincia. "La pasión arrancó cuando tenía 14 años y un cura me mostró esto", dijo.

Parece un truco de magia indescifrable. Decenas de personas que se acercan al stand de Gustavo intenta develar y exponerlo. Buscan la trampa, observan la botella y piensan todas las alternativas posibles de cómo una réplica de la Municipalidad de San Martín de los Andes podría entrar. A simple vista, parece imposible y todos descartan lo obvio: ingresarlo por el pico de 1,5 centímetros de diámetro. “Es que lo que hoy falta es paciencia y sobra desconfianza”, aseguró, entre risas.

Tiene 55 años, nació en Roca y desde los 14 encierra partes de las ciudades dentro de botellas. Despide piezas que nunca volverá a tocar y las coloca en el envase. Al principio, comenzó siendo un regalo especial para sus más amigos, pero la pandemia lo obligó a generar alternativas de venta.

Su puesto está en el centro de la ciudad de San Martín. Hace quince años se fue a vivir al sur de la provincia de Neuquén y trabaja en la Feria de Artesanos. Las restricciones del turismo en la localidad afectó directamente en sus ventas y ,”cómo todos los puestos”, debieron volcarse a la venta por redes sociales.

Facebook fue la que más utilizó Gustavo para mostrar lo que hace, pero las ventas siguieron en baja y en el tiempo libre retomó el arte que le había marcado la infancia.

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Un cura, el arte y el inicio de una pasión

Durante la primaria y secundaria, los padres lo habían enviado a un colegio católico. Era considerado "el rebelde" o "el molesto", y siempre llamó la atención por no respetar lo establecido. Pero, tenía una “debilidad”: “Si me desafias, yo lo tengo que hacer”. Y así arrancó.

Entre tantos retos por “desobediente”, un sacerdote lo sentó a Gustavo en un escritorio. Le puso enfrente una botella que tenía dentro un barco y lo invitó - en un acto desafiante- a replicarlo. Tenía 14 años y se le habían cruzado las mismas preguntas que decenas de personas se están haciendo hoy en San Martín de los Andes. Pero no se quedó entre las dudas sino que comenzó a replicarlo.

Para tener éxito, debió convertirse en un chico paciente. Utilizó el ingenio que siempre lo caracterizó y entendió cómo funcionaba el arte: “Primero armar la maqueta afuera, la desarmas y la ingresas una a una”. Si bien lo expone con cierta facilidad, el tridente necesario es: tiempo, paciencia y diagramarlo correctamente. Porque si colocas una pieza antes de tiempo, todo el trabajo se debe tirar.

Ya en la secundaria comenzó a perfeccionarse y siempre intentó ser distinto. No hizo barcos porque era “lo que todos hacían” e intentó darle más identidad. Armó la casa de sus amigos o alguna cancha de fútbol, mientras llevaba a cabo otras artesanías: pintaba remeras, hacía juguetes con alambres, pulseras, anillos, entre otras piezas.

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Al egresar de la escuela, Gustavo nunca abandonó el arte, que era su cable a tierra. Trabajo en un banco y en empresas, mientras le dedicaba mucho tiempo a los regalos de sus amigos. Intentaba hacer presentes especiales, dedicados y lo conseguía.

Las “vueltas de la vida” hicieron que patee el tablero hace una década y media y se radique en San Martín. Los juegos y las mandalas con movimiento comenzaron a ser su fuerte en la feria y el arte con las botellas quedó relegado solo a ocasiones especiales.

El tiempo y la necesidad que le generó la pandemia reavivó esa pasión de chico que se había dormido mientras se convirtió en adulto. Con este producto, más especial y elaborado que los que ofrecía, cautivó a nuevos clientes. Es más, él los seleccionó: “Durante la cuarentena lo tuvo que hacer. No vendíamos nada en la Feria. Entonces, busqué qué dueño de comercio estaba orgulloso de su local, le hacía la réplica dentro de la botella y lo iba a ver. Y ahí se lo vendía”, describió Gustavo.

Con esa estrategia, el producto comenzó a hacerse conocido en la ciudad y varios comercios se lo comenzaron a pedir. “Es un elemento curioso, que le da identidad al local y hay muchos comercios que hoy lo tienen arriba de su barra o colgado en algún lado”, aclaró.

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Este arte lo hace con todos productos reciclados. Dependiendo qué edificio o qué cartel le pidan, son los elementos que utiliza: puede ser recortes de revistas, los palitos de los helados o mismo las botellas que utiliza. “Todo lo voy consiguiendo y voy trabajando. Aproximadamente tardo 15 días o un mes en terminar una casa sin movimiento”, aseguró, al aclarar que durante la pandemia creó una cigüeña petrolera dentro de la botella, que con un botón en la tapa replica la acción de extraer "el oro negro".

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Holaaaa !!! Cigüeña petrolera con movimiento dentro de una botella... ;)

Publicado por Cardo Smandes en Lunes, 16 de noviembre de 2020

Desde la feria muestra estos materiales y describe que muchos de los turistas pasan y no le dan mucha importancia. Y de los que se quedan a mirar, la mayoría intenta develar a dónde está el truco. “La gente normalmente viene en pareja y la imagen es siempre repetida: el hombre explicándole a la mujer, como yo hago este arte. Eso pasa siempre y siempre le erran. La gente siempre supone en vez de preguntar y eso es malo”, describió Gustavo.

Sin la necesidad de esconder la receta, repite una y otra vez que el único secreto es ser paciente, tener tiempo y diagramarlo de forma correcta. Además, Gustavo tiene un ritual: le da un beso a cada pieza que ingresa a la botella, en señal de despedida. Sabe que no la va a volver a tocar y allí encierra “muchas energías”. “Imaginate que dentro de una botella que tuvo vino o ron o algún licor, estoy encerrando mis energías, mi tiempo y la historia del edificio que estoy replicando”, apuntó Gustavo.

Si bien la magia también puede ser considerado un arte, acá no hay secretos ni trucos. Gustavo evacúa todas las dudas posible e invitar a que "todos los neuquinos pueden tener su casa dentro de una botella".

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