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Historias insólitas detrás de las rejas de la ex U9

Un penitenciario recuerda el paso de La Raulito y de otros presos.

POR PABLO MONTANARO / [email protected]

“Jefe, la cárcel para mí nunca más”, le dijo el hombre que sostenía un pequeño bolso a Ricardo Piaggio, jefe de Talleres de la cárcel U9, cuando estaba punto de dejar atrás varios años de encierro tras cumplir su condena. A los 78 años, Piaggio no sólo recuerda a quien tiempo después vio atendiendo un kiosco en la zona del Bajo y cumplió con aquella afirmación, sino a quienes ingresaron por esa sólida puerta de hierro de la calle Entre Ríos que en abril pasado se cerró definitivamente.

En enero de 1960, Piaggio tenía 20 años cuando llegó a Neuquén, proveniente de la Escuela Penitenciaria de la Nación, para desempeñarse en el área de seguridad y luego en la Oficina Técnica, con el objetivo de armar los talleres de carpintería, mecánica, sastrería, chapa y pintura para que los presos aprendan estos oficios. En ese ámbito, Piaggio pudo escuchar sus complejas historias de vida, conocer detalles de sus delitos y ser testigo de un sinfín de situaciones protagonizadas por los más peligrosos delincuentes encerrados en esos oscuros pabellones de la cárcel neuquina.

Cuenta Piaggio que armó la oficina con tres internos a quienes les otorgó distintas tareas. “Tenía un preso peruano, castro comunista y arquitecto que era un estafador de bancos que se llamaba Alzuro Ceballos; otro de 50 años que era un ladrón de perfumerías al que le decían el Viejito Bandin; y un chileno que había matado a su esposa en Zapala, que era pintor, zapatero, carpintero y herrero”.

Se sonríe al recordar a Paesano, que llegó a Neuquén condenado por haber matado a cinco taxistas en Buenos Aires después de robarles. “Este tipo andaba siempre con un compañero homosexual y cuando lo agarraron declaró que robaba porque estaba juntando el dinero ‘para formar el futuro hogar’”.

Comenta que junto a otro preso, también condenado por homicidio, fueron “acribillados” cuando intentaron fugarse. Pero lo más gracioso de esta historia según Piaggio fue el telegrama que envió la Asociación de Taxistas de Buenos Aires felicitando a la dirección de la U9 “por haber terminado con este hombre” que había asesinado a cinco colegas.

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Cuando el estafador de bancos Ceballos cumplió su condena y salió en libertad, “no se fue solo”, adelanta Piaggio. “Ceballos se fue con la empleada de la mesa de entradas de la unidad. Esta mujer hizo abandono de servicio para irse con Ceballos”, explica. Con tono irónico, agrega: “Fíjese usted cómo hemos operado sobre la personalidad del interno para que cuando salga en libertad se vaya con la mujer que trabajaba en la mesa de entradas”.

Tiempo después se enteró de que Ceballos, quien no ocultaba sus gustos políticos, se fue del país con destino Libia. “Una vez me contó que su hermano era ingeniero aeronáutico en Estados Unidos, eran los dos extremos”.

Aclara que cuando trabajaba en los talleres, Ceballos lo hacía con mucho interés y dedicación.

Destaca que a mediados de los años 60 cuando se construyeron más pabellones, Ceballos fue quien realizó el diseño para levantar el muro perimetral que cubre el predio de la ahora ex U9. “Hasta ese momento no había paredón, era todo de alambrado. Me acuerdo que para calcular la resistencia, Ceballos colocó una bolsa de cemento sobre cuatro esquineros con taquitos de madera. Al día de hoy ese murallón no tiene una sola rajadura”, explica. “Era muy inteligente, hasta me contó cómo falsificaba los cheques con un portaminas y un escarbadientes”, agrega.

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Antes de que Marilina Ross protagonizara una película sobre su vida, la hincha de Boca más conocida también estuvo alojada en una de las celdas de la U9. Conocida como La Raulito, María Esther Duffau –su verdadero nombre- ingresó en los años 60 a la dependencia destinada para mujeres que en aquel entonces contaba la cárcel separada del cuerpo central del edificio.

La Raulito había decidido adoptar la identidad de hombre, para ello se rapó el cabello y se vistió de varón, y siempre con la camiseta del club xeneize.

“Antes los presos llegaban en el ultimo vagón del tren que paraba sobre la calle Bahía Blanca y de ahí venían derecho a la unidad. La sorpresa fue cuando bajó porque tenía puesta la camiseta de River”, comenta.

“No era peligrosa, le gustaba molestar, en otras palabras, hacer quilombo”, dice Piaggio sobre este personaje que murió en 2008 luego de pasar su infancia y adolescencia en la calle, reformatorios, cárceles y hospitales neuropsiquiátricos.

La recuerda jugando al fútbol en el patio con los otros internos y también con los suboficiales. Dice que La Raulito llegó a Neuquén “porque había que sacarla de algún lado, porque en todos lados hacía lío”.

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--> “Tuvimos a la Lorena Bobbit de los 60”

La cárcel neuquina, que en 1967 pasó a denominarse Prisión Regional del Sur - U9, también alojó en su momento a mujeres que habían protagonizado cruentos crímenes.

Además de La Raulito, durante su trabajo como jefe de la Oficina de Trabajos de la U9, Piaggio recuerda a una de las mujeres que “realmente metía miedo”. Su nombre, Coria Sánchez de Piva.

“Esta mujer llegó proveniente de Buenos Aires condenada por haber matado a su amante en un hecho bastante truculento para aquella época: le había cortado los genitales. Primero le partió la cabeza con un velador con base de alabastro y después le cortó los genitales. En la U9 tuvimos a una precursora de la Lorena Bobbit. Cuando leías su prontuario realmente te daba miedo”, cuenta Piaggio.

Además de desempeñarse en la U9, Piaggio pasó por las cárceles de Viedma y General Roca ocupando diversos cargos para regresar a la Delegación de la Obra Social de la cárcel neuquina.

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