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La Mañana Historia

Horacio Carro sobrevivió a un robo de película en 1997 : "Fuimos emboscados y la balacera fue infernal"

Habló a 22 años del atraco a la camioneta del BPN. En ese asalto de película, ocurrido en 1997, murió su amigo, el Chiqui Landaeta.

Por Guillermo Elía - [email protected]

Horacio Carro permaneció 22 años en silencio, pero ahora cuenta por primera vez a LMN cómo fue el salvaje atraco a la camioneta del Banco Provincia de Neuquén (BPN) del 7 de julio de 1997. En ese robo fueron emboscados por cuatro delincuentes y en la balacera asesinaron a su amigo y compañero de trabajo Juan del Carmen “Chiqui” Landaeta. Los ladrones se alzaron con más de 84 mil pesos que estaban destinados a pagar sueldos y pensiones en Mariano Moreno.

La historia que cuenta Horacio la ha revivido cientos de veces. “No me paraba de pasar por la cabeza y me costó volver a tener una vida normal. Si bien el tiempo todo lo va aplacando, es algo que está siempre presente porque fue una situación traumática donde perdí a un amigo y compañero”, cuenta, mientras arranca con el mate.

Horacio tiene 55 años y hace unos pocos meses se retiró del BPN, donde trabajó toda su vida. Arranca una nueva etapa y contar lo que pasó en aquel atraco es una forma de pasar página, aunque el Chiqui siempre va a estar en su memoria.

$84.785 es el monto que transportaban ese día los empleados del BPN a Mariano Moreno.

Fin de siglo

En aquella época, la sucursal del BPN de Zapala, donde trabajaban, era el eje de toda la actividad comercial de la zona. Por esos años, los cajeros automáticos eran escasos y el pago de haberes y jubilaciones y el cobro de impuestos se hacían en el banco.

Para evitar que en esas fechas clave hubiera largas colas, se enviaba una comisión a pagar sueldos en Mariano Moreno y también al Regimiento que está en Covunco.

“Con Chiqui viajábamos mucho y nos pasaron mil cosas yendo a Mariano Moreno. Una semana antes de que nos atacaran, se nos cortó el cardan de la camioneta en la bajada de La Americana y nos quedamos tirados ahí, en plena Ruta 14, donde en esa época el tránsito era mínimo. Llamamos a un radiotaxi para que nos fuera a buscar y yo me quedé sentado arriba de la caja metálica donde llevaba el dinero. Tenía como 60 mil pesos y no nos pasó nada”, recuerda Horacio.

Por ese entonces, el BPN contaba con camión de caudales, pero cuando por algún problema mecánico o de logística no estaba disponible, en la sucursal supieron usar un auto para ir a Mariano Moreno, aunque ya en 1997 tenían una camioneta Ford F100 doble cabina con tres puertas. “En esa época era así, había que viajar y se viajaba. Hoy eso sería impensado”, explica Carro, mientras nos convida un mate.

A la hora de meternos de lleno el atraco, Horacio nos sorprende: “Los tipos tenían el dato, pero a nosotros nos estaban esperando el viernes 4 de julio a las 16”, dice sembrando intriga.

“El viernes 4 de julio teníamos que ir a las 16 a Mariano Moreno y a Covunco. En aquel viaje íbamos a llevar casi medio millón de pesos; ese era el verdadero botín. Sucedió que esa mañana en el banco tuvimos una gran demanda y nos empezamos a quedar escasos de dinero. No sabíamos si íbamos a poder cubrir esos pagos. A las 10 se decidió llevarle el dinero al Regimiento y en esa vuelta verificar cómo estaba el espacio físico en Mariano Moreno, por si a la tarde teníamos dinero para ir. Después entendí que, sin darnos cuenta, les cambiamos el plan a los delincuentes”, asegura Carro.

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“Es la primera vez que doy una entrevista, por respeto a la familia. Fue algo muy traumático, pero ahora quiero que la gente sepa de primera mano cómo fueron las cosas. También es una forma para mí de cerrar este tema, aunque siempre me va a acompañar”.“Las personas, ante situaciones extremas, nunca saben cómo van a reaccionar. Yo en ese momento entré en pánico, no podía creer lo que pasaba, parecía un pollito mojado y pedía que no me mataran”, dijo Horacio Carro, sobreviviente

Maldito lunes

“Ese lunes 7 de julio me llevó mi esposa en el auto al banco y me estacioné justo atrás del auto del Chiqui, que lo había acercado la esposa. ‘Parece que nos tenemos que ir a Moreno a la tarde y yo no tengo ni medio de ganas’, me dijo el Chiqui, y le conté que yo tampoco”, recuerda Horacio sobre la primera escena de esa mañana cuando entraban a trabajar.

“Armamos todo para llevar y tipo 15:30 no podíamos salir porque no conseguíamos ni policía ni armamento largo para poder ir, que es lo normativo. Finalmente, apareció el policía Julio Sambueza, tío del jugador de fútbol (Rubens Sambueza), con un arma larga y arrancamos en Ford F100 para Mariano Moreno”, detalla el hombre, que en ese momento no imaginaba el giro que tendría el día.

“Cuando salimos, a la altura del matadero, me pongo a contar el dinero y me doy cuenta de que faltaban 10 mil pesos, así que regresamos al banco y le digo al tesorero que me los entregara y volvemos a salir. Habremos demorado entre media hora y 40 minutos”, cuenta.

Así fue que agarraron la Ruta 14, tipo 16, para hacer los 20 kilómetros que los separaban de Mariano Moreno, un viaje que de rutina duraba unos 30 minutos.

“El Chiqui manejaba, Sambueza estaba atrás y yo iba de acompañante. Charlábamos de fútbol y la verdad que era un día muy agradable que estaba despejado. Todo muy tranquilo y en la ruta poco tránsito, como de costumbre”, rememora Horacio, como si estuviera viendo la escena.

El ataque se va a producir tras sortear la “s” que está en la bajada de La Americana, en el paraje Tres Piedras, que justamente se llama así porque hay tres peñascos de gran porte al borde de la ruta.

“Nosotros hacemos la ‘s’ y cuando enderezamos, vemos que un Renault 11 que estaba unos 50 metros adelante nuestro hace una maniobra como para girar en ‘u ’y ahí el Chiqui dijo ‘acá pasa algo raro’, y clavó los frenos a 15 metros del auto, que quedó atravesado en la ruta”, explica mientras con los controles del televisor grafica la escena sobre la mesa ratona.

Después, las pericias policiales determinaron que los delincuentes además habían bloqueado con piedras las banquinas para que la camioneta no pudiera eludirlos.

“Ni bien frenamos, ellos se bajaron, eran dos, y empezó la balacera. Nosotros nos bajamos y salimos corriendo para atrás de la camioneta y les gritábamos que no tiren, que les dábamos la plata. Era infernal la balacera. Escuchamos cómo pegaban las balas contra la camioneta y el asfalto”, relata Horacio, que ya dejó el mate de lado.

Ahora, con todo su cuerpo va a describir cada uno de los movimientos que hizo en esos segundos de vida o muerte. “Atrás de la camioneta, yo me agaché justo en el medio y me cubrí con las manos la cabeza. Sambueza había efectuado un par de disparos con el arma larga. El Chiqui le sacó la pistola de la cintura y cuando levanta el brazo para disparar y protegernos, yo escucho que grita y cae al suelo en seco”, dice Horacio, y recuerda que en ese momento estaba en shock, aturdido, revuelto por el miedo y el terror de que lo mataran.

“Los dos que se bajaron del auto nos dispararon de frente, y había otros dos que estaban apostados arriba de las piedras, uno de cada lado, y nos tiraban desde arriba. Desde ahí le pegaron al Chiqui. A mí, una bala me pasó a un centímetro de la cabeza y me dio en el pie derecho, pero en ese momento ni me di cuenta. Fuimos emboscados”, detalla Horacio.

Sin hacer pausa, continúa: “Sambueza arrojó el arma larga y salió corriendo a campo traviesa. Uno de los tipos me encañona con una recortada en la cabeza y me dice: ‘¿la plata dónde está, hijo de puta?’. Le dije que estaba adelante y le pedía que no me matara. Me llevó agarrado de la ropa hasta la puerta de la camioneta y cuando se tira para agarrar la lata con el dinero, salgo corriendo a lo que daba por el medio del campo y a la espera de que en algún momento me disparara. A su vez, iba sintiendo algo suelto en el zapato y se me empezó a dormir la pierna derecha”.

“Seguí escuchando disparos mientras corría, y en un momento me detuve y pensé que lo estaban rematando al Chiqui en el piso y ahí decido volver. Los tipos ya estaban en el auto camino a Zapala y le iban disparando al policía que logró esconderse en unas cortaderas y zafó. Cuando voy llegando a la ruta, venía un Renault 12 rojo con un pastor, no me lo olvido más, que me vio desesperado y frenó. Le conté que nos habían atacado y me acerqué al Chiqui y, en el estado que yo estaba, no pude saber si estaba vivo o muerto. Ahí el pastor me subió al auto y me llevó a Mariano Moreno ,donde pedí ayuda en la comisaría”, concluye.

El atraco de película duró como mucho cinco minutos, pero para el empleado del BPN fue una pesadilla interminable.

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El rumor del horror en Zapala

Tras el atraco y su desembarco en la comisaría de Mariano Moreno, Horacio fue trasladado a una clínica de Zapala porque el proyectil que casi le vuela la cabeza le impactó en el pie derecho y le destruyó en parte tres dedos.

En Zapala comenzó a circular el rumor del asalto y que había un muerto, pero las familias del Chiqui, Horacio y el policía no tenían nada de información y estaban sumidas en la angustia.

“Mi esposa, con los chicos, fue hasta la clínica. Me acuerdo que yo estaba acostado y tenía un vendaje y una férula en el pie herido. Fue sumamente emocionante cuando nos encontramos, porque pensé que tal vez no la contaba”, indica.

“Casi cuatro meses estuve sin poder salir a la calle, había quedado muy mal de la cabeza, con mucho miedo. Mi esposa se iba a trabajar y yo quedaba encerrado. Me costó mucho volver a salir, tuve que hacer terapia y me ayudó mucho mi esposa”, agradece el hombre.

Horacio solo salió en esa época para ir a despedir los restos del Chiqui Landaeta; incluso, por un par de días no abrió el banco.

Los dos cumpleaños de Horacio Carro

“Yo tengo dos cumpleaños: el 28 de julio, cuando nací, y el 7 de julio de 1997, cuando volví a nacer. De hecho, todos los años con mi familia es una fecha especial. Mi esposa suele hacerme un regalo y por lo general, mis hijos me escriben y me dicen cosas como ‘viejo, la que tuviste que pasar’, ‘sos un groso’”, cuenta Horacio, quien con sus hijos ya grandes ha tenido conversaciones profundas de ese episodio que los marcó como familia y los unió aún más.

Los caranchos estuvieron al acecho

Durante el periodo que Horacio estuvo en recuperación, muchos abogados se le acercaron para alentar una demanda millonaria contra el BPN.

“Fueron muchos, pero muchos, los abogados que venían y me decían que lo demandara al banco. ‘Te podés llegar a quedar con el banco’, llegaron a decirme.

Hubo un par de abogados que llegaron un día a mi casa con la demanda hecha y me dijeron ‘vos firmá y arrancamos’, pero yo siempre fui un hombre de trabajo y, a pesar de todo, no lo demandé”, recuerda Horacio, quien hizo carrera en la entidad bancaria de la provincia y se retiró hace tan solo un par de meses.

El momento de la captura del Jali Vallejos en Avellaneda, Buenos Aires.

--> ¿Qué fue de la vida de los atracadores?

Los delincuentes que participaron del atraco del 7 de julio de 1997 fueron cuatro jóvenes oriundos de Neuquén capital que habían viajado a Zapala, donde tenían de contacto a la hermana de uno de ellos.

Pedro Tillería, Gerardo “Jali” Vallejos, Javier Horacio Sepúlveda y Jorge Alfredo Morales concretaron el atraco pero nunca se determinó quién fue el que disparó el arma de la cual salió el proyectil que le atravesó el corazón al Chiqui Landaeta.

Tras el golpe, forzaron la caja metálica y metieron todo el dinero en un bolso. En el camino se deshicieron de la caja y los pasamontañas que utilizaron. Una vez que llegaron a Zapala, se separaron.

Tillería y Vallejos cargaron combustible y viajaron a Bariloche, pero cayeron en el destacamento Nahuel Huapi. Sepúlveda y Morales terminaron volviendo a Neuquén capital y le dieron el bolso con el dinero a la hermana de Sepúlveda, quien lo llevó a la casa de una amiga para que lo tenga un par de días. La pareja de la amiga, al ver el contenido del bolso, dio aviso a la Policía, por lo que se pudo recuperar casi $73.500.

Horas después caerían Sepúlveda y Morales. Los cuatro detenidos llegaron a juicio y el 24 de agosto de 1999, hace 20 años, fueron condenados a perpetua.

El Jali Vallejos se escapó una vez de la cárcel de Zapala pero lo recapturaron y lo derivaron a Cutral Co, de donde se fugó en 2001 tras forzar unos barrotes de la celda.

Vallejos estuvo prófugo durante 18 años y creen que anduvo por Córdoba y Entre Ríos. El miércoles pasado cayó en Avellaneda cuando llevaba a su hijo al club Racing, donde juega al fútbol.

Ahora, Vallejos deberá cumplir en Neuquén una pena de 30 años de prisión. Mientras tanto, los tres restantes atracadores se encuentran con libertad condicional.

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