Ana María Lambert rememora los comienzos de su carrera y recuerda con nostalgia aquella gran idea que se convirtió en un clásico de la audiencia infantil en todo el Alto Valle.
A principios de la década del 70 LU5 Radio Neuquén dedicaba a los más chicos un programa infantil, de producción propia, conducido por la querida Ana María Lambert. Dueña de una voz única y de un ingenio sin par, invitaba a los pequeños a subir a “La Calesita” proponiéndoles una hora de sana diversión y de constantes desafíos a través de juegos y adivinanzas.
Ana María recordó cómo nació aquella idea y las satisfacciones que le dio el programa.
“El programa ‘La Calesita’ ya es parte de la historia de Neuquén. En el año 1972, la televisión no estaba tan desarrollada como hoy. Existía una demanda por parte de los niños que no tenían demasiadas opciones para entretenerse. Esto fue el puntapié inicial de la propuesta que llevamos adelante, la directiva de la radio me pidió que hiciéramos algo para los chicos y a mí me pareció fantástico brindarles una alternativa para que pudieran entretenerse cuando salían de la escuela a las 5 y media de la tarde.
La idea de ponerle el nombre de “La Calesita” era que los chicos tuvieran una referencia de algo que les resultara deslumbrante y que además todos conocieran. Que pudieran vivir por radio la alegría de subirse a una calesita. Comenzaba con una melodía de calesita y yo empezaba el programa llamando a cada niño y niña por los nombres que se me iban ocurriendo, para que ellos pudieran imaginar que los demás se iban sumando a esa calesita imaginaria y a la vez a compenetrarse con el programa. Decía, mirando al micrófono: ‘Hola Juan, hola María, hola Cristina; Nico, viniste; Hugo, te recuperaste de la gripe que tenías’, y cosas que sabía que a ellos les encantaban.
Lo primero que compartíamos era un cuento corto, después venían las fábulas con las moralejas y también las adivinanzas. En la radio, el momento de las adivinanzas era el instante en que los adultos que trabajan conmigo, se entusiasmaban participando desde atrás de los cristales del estudio, susurrando las respuestas y haciendo señas cuando las adivinaban de antemano, como si, por un momento, hubiesen sido otros chicos más de nuestra audiencia. Los informativistas, los operadores, la gente de servicio técnico, nadie se sustraía de la emoción de participar de las propuestas. Me acuerdo de Molina, de Luis Trujillo, de Tomás Rodríguez y de tantos operadores con los que trabajé y nos divertíamos realmente mucho.
Me acuerdo de los chicos de la Pizzería Horacito, que ahora que son grandes y están a cargo del negocio, por entonces la mamá los llevaba a la radio porque Horacito, uno de los hermanos, quería conocer “La Calesita” para poder subirse. Él se imaginaba que, dentro del estudio, había una calesita ‘de verdad’. Cuando entró a la radio, en el viejo estudio de Alberdi y Santa Fe y me vio en la cabina de trasmisión haciendo el programa y que no había ninguna calesita se llevó una decepción, pobre. Le tuve que explicar de la mejor manera que era una calesita imaginaria y es el día de hoy que lo veo en su negocio y nos acordamos.
“La Calesita” era una propuesta para incentivar la imaginación de los chicos y entretenerlos una hora por día, como nos habíamos entretenido nosotros en nuestra niñez, con los programas radiales infantiles como “Las Aventuras de Tarzán y su hijo Tarzanito”.
El programa “Las Aventuras de Tarzán” se transmitía en la década del 50 por Radio Splendid de Buenos Aires con la adaptación radial de Jorge Rey de la novela de Edgar Rice Burroughs y promocionando la marca de cacao en polvo “Toddy”. La interpretación de Tarzán la hacía el actor César Llanos y la actriz Mabel Lando haciendo el papel de Juana.
Después en la radio, hice muchas otras cosas. Por aquel entonces estaban de moda los programas de radio nocturnos, con locutoras de voz cadenciosa y sensual. Ahí me escuchaban, no los niños, si no los grandes. Hoy tengo la suerte de seguir conservando aquella misma voz, a pesar de que la he maltratado, porque ese esfuerzo por lograr esa ‘voz cadenciosa’, hizo que fonara incorrectamente, lo que me provocó la aparición de dos nódulos en las cuerdas vocales, pero de los que -por suerte- me pude hacer tratar.
La locución la hacíamos de pie y, en lugar de una mesa como ahora, teníamos un atril. El micrófono estaba sostenido por un caño que bajaba prácticamente desde el techo y que estaba a la altura de nuestras cabezas. Para cuando nos tocaba descansar, teníamos en aquella sala unos enormes sillones. Cada programa se iba alternando la gente y circulando ante el micrófono según le tocaba el turno, organizados, generalmente, por el Coordinador de Sala que venía a cumplir las funciones de lo que hoy son los Productores.
La preparación del programa ‘La Calesita’, en aquellos tiempos en que no había internet, era una búsqueda previa de libros de temática infantil y, para musicalizar, utilizábamos los pocos discos infantiles que llegaban desde Buenos Aires. Fue la época de María Elena Walsh y de Pipo Pescador. Todos los discos para chicos que llegaban a la radio me los enviaban a mí. Muchas veces pienso en que sería una buena idea reflotar el programa buscando un horario adecuado para que los chicos pudieran escucharlo.
Por aquella época, nos llegaban un montón de cartas de los chicos que escuchaban el programa. Carradas de cartas y tantas que no sabíamos dónde ponerlas. Contando lo que hacían, mandando dibujitos, pidiendo que contemos el cuento que les gustaba. También organizábamos sorteos premiando los mejores dibujos. Era una verdadera fiesta.
Cuando empezó LU5, allá por 1945, mi suegra Nélida Funes de Álvarez, que era maestra en la Escuela N°2, lo traía a Milton Aguilar, que por entonces tenía 8 años, a recitar poemas infantiles a la emisora. Creo que ese precedente puede considerarse como el inicio de los programas para chicos en la radio. A su vez, Nélida estaba casada con Pedro Álvarez que era hermano de Don Gregorio Álvarez. ¡Fijate cuantas personalidades de la cultura de Neuquén estuvieron vinculados a la radio en sus inicios!”.
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