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La historia de superación detrás de la "casa restó" que irrumpe en el centro oeste de la ciudad

A cinco meses de lanzar Casa Bella, Brenda Ottonelli contó lo difícil que fue apostar al amor por la gastronomía siendo mamá, y cómo se reinventó para sobrevivir en la pandemia.

Su irrupción fue silenciosa pero llamativa. Sin demasiado despliegue publicitario, captó la atención de vecinos y habitué del centro oeste de la ciudad con su pintoresco jardín con mesitas y una pizarra que invita a asomarse para saciar la curiosidad y descubrir las tentaciones culinarias que se ofrecen en los distintos ambientes de un coqueto chalet que hace gala de los colores pasteles.

Con pocos meses de vida Casa Bella continúa llamando la atención de quienes pasan por Fotheringham al 400, además de seguir sumando adeptos que se apresuran a asegurarse un espacio para disfrutar de los codiciados menúes por pasos de los fines de semana, siempre diferentes. Algunos llegan por el boca en boca. Los de la primera hora saben del talento de su dueña y no quisieron perder un minuto más para saborear sus creaciones, tras el obligado y traumático paréntesis que impuso la pandemia.

Abrir las puertas de Casa Bella, en febrero de este año, no fue fácil para Brenda Ottonelli. Aún le quedaba un sabor amargo de un proyecto roto por el coronavirus. Es que ahí, justo cuando los pellizcos confirmaban que era una realidad esa cosecha que tardó años en llegar, las restricciones arrasaron con el sueño, dejando incertidumbre, compromisos sin cumplir y deudas para pagar.

CASA BELLA

"Yo antes tenía un salón de eventos y me estaba yendo muy bien", dijo una sonrisa amable y los ojos vidriosos al comenzar a hablar de los capítulos más movilizantes de su vida.

Brenda se convirtió en discípula de Cocineros Patagónicos, luego de que su mamá y su abuela le contagiaran un amor inconmensurable por la cocina con la inventiva para multiplicar cuando no alcanzaba y esos rituales de horas para agasajar a su nutrida familia.

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"Yo rescato que mis papás me apoyaron un montón porque en ese entonces estudiar cocina era algo raro. Se lo tomaba como un hobby o como un curso que se podía hacer a la par de una carrera 'mejor'", remarcó Brenda con gratitud.

"Además fui mamá súper jovencita. A los 20 tuve a mi primer hijo, Gael. Pude terminar la carrera, pero fue difícil. Era joven, tenía mi casa, mi hijo y no sabía ser mamá tampoco. Era todo un desafío, a veces pensaba que no podía. Y necesitaba trabajar, más allá del amor por lo que hacía", añadió sin poder contener las lágrimas. Lágrimas que condensaban años de esfuerzo y sensaciones encontradas por las largas y extenuantes jornadas laborales -cargadas de presión, adrenalina y placer- que le retaceaban el tiempo a la maternidad.

Tras pasar por Havanna y Neuquén Catering, se sumó a Malabar como encargada de cocina. "Ahí es donde aprendí todo y donde me confirmé que me gustaba lo que estaba haciendo" recordó antes de agregar que, en paralelo, se las ingeniaba para hacerse de un tiempo en su casa y elaborar brusquetas, sandwichitos y perniles para eventos.

"Lo repartía como podía, me ayudó mucho mi mamá que fue mi mano derecha siempre. Me ayudaba hacer pizzas, las tartas... Después se enfermó y en 2017 falleció... Yo ahí estuve paralizada un año y después dije: 'Tengo que seguir'. Agradezco haberla tenido, fue la que me llevó por todo este camino", destacó emocionada, para luego mencionar su paso por Global como el escalón que terminó de definir su apuesta por los eventos -pero de manera independiente- bajo la marca MC, que rinde honor a su madre con las iniciales de su nombre: María Curti.

CASA BELLA

Al alquiler del salón de eventos La encantada Patagonia, en Plottier, para agregó otro más pequeño para cumpleaños infantiles, hasta que en 2018 se animó a aprovechar la oportunidad de rentar un complejo ubicado en la calle Los Álamos al 700 en el barrio Confluencia.

"Invertí muchísimo y la verdad que me fue súper bien. Ofrecía el servicio integral de catering, salón, música, fotografía, decoración para fiestas y los días de semana nos encargábamos de las viandas de los chicos del Colegio Bilingüe", señaló luego de agradecer la colaboración que recibió de su hermana, su papá y una amiga en el camino que la acercó a su sueño.

"En 2019 me fue muy bien hasta el 14 de marzo del 2020, que hicimos el último evento", postuló con precisión aún con la espina clavada de ese antes y después que marcó el COVID en el calendario.

"Al principio pensé que el aislamiento iba a ser solo un mes y dije 'me quedo en casa con los chicos', yo vivo sola con ellos", deslizó haciendo alusión a Gael y Ema. "Luego me di cuenta que tenía que hacer algo y empecé vendiendo viandas, hamburguesas y milanesas. Las llevaba congeladas en un box a los clientes. Después sumé sandwichería por delivery. Al principio preparaba todo en el salón, pero luego fue imposible sostener el gasto de alquiler. Yo no quería perderlo porque me costó muchísimo, pero no me quedaba otra. Empecé a vender los sillones, las sombrillas, los juegos infantiles, el freezer, la heladera, mi primer horno, lloraba cuando lo entregué", relató con la voz quebrada.

CASA BELLA

"Yo había llegado a lo que quería, estaba más tranquila económicamente, pasaba más tiempo con mis hijos que era lo que más quería. Y hacía lo que me gustaba. Justo cuando sentía que lo estaba logrando, que era un esfuerzo más y nos acomodabámos, pasó todo esto que me mató en lo económico, pero más que nada en lo emocional", reconoció secando con sus manos las lágrimas que recorrían sus mejillas.

"Seguí con la producción de sándwiches en mi departamento con Pedidos Ya. Mi hijo me recibía los pedidos con la compu. Era estar ahí todos los días, de lunes a domingo, atendiendo pedidos que salían por la noche. Ema parada en una silla poniéndole la mayonesa. Yo del otro lado, pasándoselos. Después empecé a dar clases en Cocineros Patagónicos, mientras los fines de semana trabajaba en El Oscuro Mesón porque todo ayudaba. Mi amiga de la fiambrería también me dio trabajo y así sobreviví", añadió.

casa bella -VERTICAL-

Arrancar con un proyecto nuevo era inconcebible. A la desazón de desarmar su emprendimiento, se sumó el peso de las deudas y los compromisos contraídos antes de la pandemia. "Yo en el 2020 cerré pero tenía contratos firmados desde 2019. Fue difícil con los proveedores, devolver el dinero. Fueron pocos los eventos con los que pude cumplir. Uno de ellos lo pude hacer alquilando un salón en febrero de este año recién y con precios insólitos porque fue una locura lo que se disparó todo. Vendí hasta mi auto, puse los ahorros. Hubo gente que me entendió y me dejó devolverle en cuotas, y otra con la que fue todo más complicado", lamentó.

Sin embargo, el destino llamó a su puerta de la mano de un socio con ganas de invertir en el floreciente universo gastronómico que prendió con fuerza en Neuquén a medida que la pandemia comenzó a dar respiro. Con miedo, pero alentada por familiares y amigos, Brenda se permitió volver al ruedo.

"Empezamos a buscar locales, pero nada me cerraba. Yo quería que la gente estuviera cómoda y cuando vi esta casa, me gustó. Mi idea era además seguir con la sandwichería, así que el depósito que está en el patio de atrás lo convertí en cocina. Empecé con eso y luego decoramos todo para que viniera la gente. A todo esto la gente me seguía llamando para pedirme picadas y para el 14 de febrero armé un menú de pasos con una tarjeta fija y me fue súper bien. A la gente le gustó mucho", dijo en alusión al público fiel que mantuvo a través de las redes sociales, más allá del traspié del COVID.

Tras meses de experimentación, hace unas semanas Casa Bella comenzó a funcionar desde la mañana temprano ofreciendo desayunos nutritivos y meriendas con algunas delicias pasteleras, almuerzos con una opción ejecutiva y cenas a la carta. Los sábados, en tanto, vuelan las reservas de parejas y grupos de amigos para el menú de siete pasos, que incluye una copa de bienvenida, dos recepciones, entrada y principal a elegir entre tres propuestas, agua con o sin gas, postre, brindis y café con petit fours.

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"En general nuestros platos son muy caseros, todo lo hacemos nosotros y cada sábado cambiamos el menú. Me tomo el tiempo de pensar cada combinación, que haya algo crocante con algo esponjoso, que se sienta lo ácido con lo dulce y que haya una mezcla de sabores en un solo plato. Siempre hay opciones de pasta, pescado, carne y vegetariano", subrayó.

"La verdad es se disfruta un montón porque los sábados no hay recambio de mesas y yo los recibo como su fuera mi casa, como si fuera la anfitriona, realmente lo siento así", remarcó para luego resaltar que, además de la calidad de la comida, las personas quedan conformes con la atención y sorprendidas con la variedad de ambientes que cuenta el lugar. Desde las habitaciones de la planta alta que ofrecen mayor intimidad, pasando la calidez del salón principal y los espacios al aire libre, ideales para compartir cuando acompaña el tiempo. "Cada lugarcito lo pensé para que puedan llevarse un mimo al alma y una experiencia", resaltó Brenda.

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"Fue todo muy difícil, pero lo que siempre me movilizó fue que me apasiona la cocina, amo lo que hago. A pesar de las horas sin dormir, de las horas de estar parada, el estrés constante, sin dudas sin esa pasión que siento por mi profesión no seguiría. Cuando la gente me dice 'gracias', me llena el alma. Vale la pena todo el cansancio. Eso me pasaba con los eventos y ahora con esta versión de la gastronomía. Sigo siendo la misma persona feliz de cocinar todos los días y muy agradecida a mi papá y hermanos, a la gente que la vida me ha puesto en el camino, cada una ha aportado a lo que soy; en especial mi ángel que me guía y mis dos hijos, sin ellos no sería nada y esto no hubiera existido. Son mis fuerzas de todos los días", enfatizó con orgullo, no sin admitir que aún tiene las emociones a flor de piel.

"Estoy muy contenta y un poco en alerta para no pasarla mal de nuevo. Sigo con la sandwichería de MC. No lo quiero dejar porque siento que es lo único que me quedó. Sale de acá mismo, pero por otra entrada. Estoy contenta pero con cautela porque acá hay mucha inversión, mucho por recuperar. Más allá de eso, me siento feliz", recalcó.

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"Yo lo que quiero es que la gente se lleve una experiencia cuando viene acá y que pueda sentir el amor que le pongo a cada cosa porque es realmente así. Le pongo amor a cada plato, a cada carta que hago, a mi esfuerzo de estar acá. Todo lo hago por amor. Parece una frase hecha pero realmente es así. Espero que eso la gente lo pueda sentir en cada plato", concluyó.

Casa Bella queda en Fotheringham 478. Abre de lunes a sábados de 9 a 23.30.

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