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La historia de vida del argentino que diseña los autos más costosos del mundo

Horacio Pagani creó los modelos Zonda y Huayra, que se venden por 2 millones de euros. Desde su Casilda natal, llegó a Italia a trabajar para Lamborghini por una recomendación de Fangio.

Por Sofía Sandoval - [email protected]

Horacio Pagani no es ingeniero. No es diseñador industrial. No es licenciado en Bellas Artes. Horacio Pagani es un poco de todo eso y es incluso un poquito más: es un artista, un discípulo tardío de Leonardo da Vinci y el exitoso empresario detrás de la firma que comercializa los autos más costosos del mundo.

Antes de vender autos por dos millones de euros, Pagani era un muchachito más en Casilda, Santa Fe, el hijo del panadero, el que llenaba las horas de la siesta haciendo dibujos sobre el asfalto con ladrillos y piedras. Más que garabatos, realizaba verdaderos diseños que plasmaban, en el mundo de lo tangible, su exuberante imaginación.

Era, también, un muchacho precoz. Sus experimentos de piedritas de la infancia pasaron a ser cuidadas maquetas de cartón y madera balsa apenas unos años después. A los 15, fabricó su primera motocicleta, que usaba para discurrir entre el tránsito apacible de su localidad. A los 16, creó un buggy con tecnología Renault.

Por esos años, ya hablaban con su mamá sobre Leonardo Da Vinci. La mujer era pintora y él le decía que viajaría a las tierras del genio italiano para diseñar autos desde allí, “desde la cuna del mundo”. La vida y obra del pintor renacentista lo marcaron a fuego desde siempre y aún guían su trabajo de hoy, gracias a esa combinación perfecta entre arte y ciencia que Leonardo le legó al mundo.

También es difícil encasillar a Da Vinci en una sola profesión. Además de pintor fue un inventor y un científico. Escultor, músico, estratega, escritor, anatomista, poeta, maestro, filósofo, ingeniero y arquitecto. Un poco como Pagani, que hace arte e ingeniería al mismo tiempo, que mezcla su sangre de artista con esa pasión incorruptible por las tuercas.

Hizo sus primeros pasos en el mundo universitario, se mudó a La Plata para estudiar Diseño Industrial en Bellas Artes, actividad que combinaba con la cursada de algunas materias de Ingeniería. Su sueño se vio truncado cuando, en la década del 70, cerraron esa Facultad.

"No me interesó estudiar para tener un título universitario. Estudié para aprender, para aumentar mis conocimientos", Horacio Pagani.

Pagani regresó a su Casilda natal y abrió su propio taller. Hacía a dedo los 50 kilómetros que distancian a su pueblo de Rosario para estudiar la carrera de Ingeniería Mecánica, al tiempo que desplegaba toda su imaginación en cualquier proyecto que se le cruzaran: casas rodantes, cabinas de pickups, campers y hasta camas ortopédicas que elaboraba a pedido. A los 23, creó su propia versión de un auto de Fórmula 2.

"Cuando era pibe pensaba: ¿voy a ser ingeniero mecánico o voy a estudiar bellas artes? No encontraba el punto justo en estas disciplinas. Pero el hecho de haber descubierto el mundo de Leonardo me puso en ruta. Vi que se podían complementar. Y de ahí en más no me interesó estudiar para tener un título universitario. Estudié para aprender, para aumentar mis conocimientos. Fui autodidacta", detalló el diseñador en una entrevista.

Quizás fue por eso que Pagani abandonó la universidad para dedicarse de lleno a su taller. Fue en ese lugar donde diseñó un motorhome que fue premiado en un concurso y que le abrió las puertas del mundo. O, al menos, golpeó las puertas de la persona indicada, una leyenda en el mundo del automovilismo.

Oreste Berta programó la cita entre el santafesino y nada menos que Juan Manuel Fangio, que por ese entonces era el presidente de Mercedes-Benz Argentina. La reunión se dio con 10 minutos de retraso y en unas oficinas sobre Avenida del Libertador. Con café y galletitas de agua de por medio, el joven de 25 años dio su primer paso para llegar a las fábricas más renombradas del mundo.

Fangio redactó cinco copias de la misma carta. "Tengo el placer de presentarle al joven señor Horacio Pagani, diseñador y constructor con deseos de progresar allí y a quien me permito recomendarle. Vería con agrado que le dieran una mano y, desde ya, le agradezco lo que puedan hacer en su favor", rezaba la misiva. ¿La fecha? 1982. ¿Los destinatarios? Enzo Ferrari, Alejandro De Tomaso, Giulio Alfieri de Lamborghini, Carlo Chiti de Alfa Romeo y Enzo Osella, un preparador de prototipos de Fórmula 1.

La leyenda afirma que su desembarco en Lamborghini casi queda trunco. Tras haber aprobado su llegada a la empresa y cuando Pagani estaba en Casilda coordinando su mudanza, desde la firma le informaron que la crisis económica les impedía sumar más personal. Pero el santafesino, con apenas 26 años, se decidió a viajar igual y pelear por su sueño de la infancia. Las autoridades de la compañía lo recibieron, perplejos. ¿No había recibido la carta? “Sí, la recibí, ingeniero. Hágame barrer los pisos. Pero recuerde que vine a hacer el mejor y más lindo auto del mundo”, les contestó.

El diseñador no tardó en destacarse dentro de la compañía y proponer alternativas creativas para innovar en el mundo del automovilismo. Aunque empezó de abajo, logró convertirse en el responsable del área de carrocería, donde propuso hacer cambios en los diseños para incorporar la fibra de carbono. Para él, ese era el material del futuro. Pero la gente de Lamborghini no estaba tan segura.

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“Cuando el no de mi jefe fue rotundo fui a un banco, pedí un préstamo y comencé a trabajar con fibra de carbono en mi galpón”, dijo el diseñador en una entrevista con La Nación. Con esos fondos compró la maquinaria necesaria para tratar materiales a fuerza de presión y altas temperaturas.

A comienzos de los 90, sin embargo, sufrió otra sacudida, que quizás fue su verdadera oportunidad. Se quedó sin trabajo en la automotriz italiana y decidió abrirse paso por su cuenta. Mientras desarrollaba la fibra de carbono, por la noche se dedicaba a diseñar. Empezó en 1993 y en 1999 presentó su primera obra de arte: el Zonda, que se exhibió en el Salón del Automóvil de Ginebra.

Qué distinguía a su modelo de lujo. No era el motor Mercedes Benz que lo dejaba circular a 370 kilómetros por hora. Sus clientes no buscan la velocidad sino, como aclaró él, “relacionarse con una obra de arte”. Apuntan al diseño deportivo, los materiales innovadores y sus características livianas. En su primer ejercicio, vendió seis unidades.

Pagani parece haber llegado. Está ahí, en la cuna del mundo que le decía a su mamá. En San Cesario sul Panaro, Módena, Italia, donde se levanta temprano para descorrer las cortinas de su cuarto y llenarse el estómago de unos mates calientes. “A veces pensás tanto y no se te viene ninguna idea, y de repente ¡tac! lo ves pasar adelante, girando. Y cuanto más te concentrás, más lo ves en detalles. Ahí empiezo a dibujarlo. Empiezo a poner las líneas principales en el tablero. Antes lo tenía en la oficina técnica, y ahora lo tengo en la pieza de mi casa”, mencionó en una entrevista.

La empresa Pagani fabrica los autos deportivos más caros del mundo. Sus dos modelos insignia son el Zonda y el Huayra, que cuestan entre 1.5 y 4 millones de euros, aunque también elabora autos personalizados que cuestan casi el doble. Y son caros porque son escasos: la fábrica produce entre 35 y 50 autos por año.

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“Estos autos están hechos a mano. Cada detalle está hecho a mano. Esto requiere mucho tiempo. Para nosotros aumentar la producción no es hacer una línea de montaje. Para nosotros aumentar la producción significa formar a la gente, preparar a los artesanos, tratar de transmitirles esta pasión, este deseo por la perfección”, dijo Pagani, quien parece recrear la potencia artística de Leonardo en cada elaboración.

El santafesino prometió retirarse a los 65 años, por lo que apenas queda un año para su prevista jubilación. Aspira a que sus dos hijos mantengan viva la firma mientras él se dedica a sus otras pasiones: la música, la divulgación de la salud y, por supuesto, su colección de autos deportivos.

“Tengo la suerte de tener una colección de autos no Pagani. Hay coches del pasado que se ve que me 'pegaron' y me emocionaron mucho cuando era chico. El Jaguar E-Type de los años sesenta, el Mercedes-Benz 300 SL con las puertas "alas de gaviota", algunos modelos antiguos de Ferrari, el Porsche 917, el Lamborghini Miura, el Countach, todo lo que es Lamborghini me encanta. De los autos más recientes me gusta el Porsche 918, del que tengo uno, y el Porsche Carrera GT”, afirmó.

También se dedicará a cultivar su amor por Leonardo Da Vinci, el artista e inventor que destrabó la clave de su vocación y que, pretende él, puede ayudar a cientos de esos chicos que juegan con piedritas en el asfalto. Por eso, fundó una escuela en su Casilda natal. "Tratamos de transmitir el concepto de Leonardo, la unión del arte con la ciencia. Intentamos darles a los chicos una formación de 360 grados. En nuestra escuela no se estudia diseño de autos”, relató.

Con esa misión, busca darle la oportunidad a otro vecino de su pueblo de llegar tan lejos como él en el rubro que elija como su pasión verdadera. Para que los sueños de madera balsa se vuelvan tangibles y los conviertan, como pasó con él, en los creadores de otros íconos para el mundo.

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