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La nostalgia salió a comer: volvieron restaurantes y bares

"Nada va a ser como antes", dice el dueño de La Nonna Francesca. En el sector, calculan que alcanzarán el 40% de lo que habitualmente facturaban.

Por Ezequiel Maestú - [email protected]

Los gastronómicos festejan la reapertura de sus negocios, aunque asumen que "todo es una incertidumbre". Con suerte llegarán al 40 por ciento de sus entradas habituales.

La nueva etapa de distanciamiento social, que rige en la ciudad desde ayer, ha incorporado nuevos rubros a la actividad económica de la ciudad. Sin mayores sobresaltos después del caso del policía de Las Perlas, Provincia habilitó la vuelta de los gastronómicos. Aun así, "nada va a ser como era antes", aseguró Roberto, dueño del restaurante neuquino La Nonna Francesca.

Pueden abrir de 8 a 22 de lunes a sábados y deben contar con tapabocas para sus empleados y realizar antes y después de cada comida la desinfección de mesas, sillas y cubiertos. Además, es obligatorio mantener dos metros de distancia entre mesas, el reemplazo de servilletas de telas por las de papel y la provisión permanente de alcohol en gel.

Antes de sentarse a comer hay que reservar la mesa. Los clientes quedan anotados en un registro "ante la posibilidad de que haya un caso, poder consultar si estuvo en contacto con otra gente", aseguró el dueño de La Nonna.

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La reapertura de locales y la extensión de habilitaciones a algunas actividades ha ido devolviendo el color a una ciudad que ya no está tan solitaria ni tan silenciosa.

Ochenta y un días pasaron para que bares y restaurantes abrieran sus puertas nuevamente, sin embargo, la incertidumbre es lo que reina en el discurso de dueños y dueñas de los locales gastronómicos de la ciudad.

La peor crisis

"Hace 30 años estoy en el rubro. Viví el corralito, los saqueos y las peores crisis. Pero nunca viví algo como esto. Era impensado tener tantos días el restaurante cerrado", aseguró Clelia, dueña de El Patio de Franz. El Patio abre a las 10, pero ella recibe pedidos desde una hora antes, "porque las entregas no se pueden hacer en el horario normal para evitar que haya gente". Lejos de lo que era un día habitual, solo cuatro personas entraron por un desayuno y dos comensales recibieron el almuerzo.

Las mesas en la calle no están habilitadas, solo puertas adentro. Es por eso que, cuando uno entra al local, una moza indica que hay que pisar una alfombra sanitizante, con líquido desinfectante o directamente alcohol, y después terminar de limpiarse en un trapo de piso.

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Un spray te rocía las manos, lo suficiente para tener que refregar varias veces hasta que se seque. En lo que sería la barra, un nylon divide a los empleados de los clientes, que tienen que entrar sí o sí con barbijo y mantenerlo puesto durante la estadía.

Roberto, de La Nonna Francesca, admitió: "A diferencia de antes, no podemos poner los manteles, ni cubiertos, ni el pan hasta que la gente ya esté sentada. De la misma forma que ellos no pueden sacarse el barbijo hasta que les hayamos servido la comida".

El hombre, con un tono realista, sonó convencido de que el proceso de normalización de las actividades va a ser "muy lento", y aseguró que hay dos cuestiones a tener en cuenta. "Primero, la gente no tiene plata y con los 500 pesos que sale un plato prefieren hacerse dos o tres comidas. Segundo, hay mucho miedo en la sociedad", admitió.

Agregó que "va a llevar mucho tiempo que todo vuelva medianamente a la normalidad" y hasta se animó a hacer un pronóstico: "Creo que realmente vamos a ver una mejora de la economía de los locales para noviembre, porque los ingresos que vamos a tener ahora van a ser nulos, no van a hacer la diferencia".

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Sacando cuentas

Para explicar esta situación, Roberto brindó números concretos que maneja en su restaurante. "Antes un día común eran unos 120 platos. Hoy, con suerte ,vamos a llegar a hacer 50". Es decir, se espera que la actividad esté cerca del 40 por ciento de los números que acostumbraba. Sin embargo, no todos los locales gastronómicos abrieron a los clientes. Tal es el caso de Hache, en el centro, que mantiene solo el servicio de delivery.

La cuarentena golpeó al sector gastronómico en un costado sensible del negocio: la atención al público cara a cara, mesa por mesa, para la satisfacción del cliente en vivo y en directo. Algunos sobrevivieron con el delivery, otros se reconvirtieron en verdulerías o almacenes improvisados. Ayer cambió esa postal.

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