"La prostitución también contribuyó a formar la sociedad neuquina"
La historiadora Graciela Boschi abordó en un libro el mundo prostibulario a comienzos del siglo XX.
Recuperar a las prostitutas como protagonistas en el Neuquén de las primeras décadas del siglo XX fue el eje de la investigación que durante muchos años llevó adelante Graciela Boschi, licenciada en Historia por la Universidad Nacional del Comahue, quien acaba de publicar el libro Mundo prostibulario (Ediciones con DobleZeta).
Boschi no solo da cuenta del funcionamiento de las casas de tolerancia, donde se ejercía la prostitución legal, y de los despachos de bebidas, donde se la ejercía en forma clandestina, sino también ofrece una mirada amplia de los diversos actores de ese universo de lo que en una época se denominaba “mala vida”. Un mundo prostibulario que “por razones de moral pública” el Concejo Municipal había decidido circunscribirlo en un radio comprendido entre las calles Sarmiento, Alcorta, San Luis e Ingeniero White (hoy J.J. Lastra).
Boschi comentó a LMNeuquén que el Concejo Municipal de la capital de Neuquén, institución que velaba por el cuidado de la salud pública, consideraba a las prostitutas “peligrosas para la salud y moral pública y debían ser vigiladas por medio de dispositivos del poder comunal y controladas por los agentes municipales”. Es por ello que a partir de junio de 1906 comenzó a regir el sistema reglamentario sobre la prostitución. “Incorporar a los sujetos prostibularios en un circuito de reglamentaciones e intervenciones públicas significaba someterlos a una amplia red de vínculos, no solo con las autoridades municipales y policiales, interesadas en cuidar la moral pública y evitar la propagación de enfermedades venéreas, sino también entre los individuos que convivían dentro de las casas reglamentadas”, escribió la investigadora.
La legislación municipal de 1906 estableció algunos requisitos para habilitar y mantener una casa de tolerancia, “por ejemplo debían ser administradas por mujeres con una edad avanzada”, explicó Boschi. “Se sabía que la mayoría de ellas habían trabajado anteriormente como prostitutas, pero también habían reservado un capital para invertirlo en una casa de tolerancia cuando ya no pudieran desempeñar aquella labor”, agregó. Una de ellas la chilena Petrona Manrique, que cuando arribó al paraje Confluencia declaró ser viuda y tener 50 años.
La historiadora sostiene que las casas de tolerancia y los despachos de bebidas pagaban impuestos y permisos, como también multas que significaban una alta recaudación para las exiguas arcas municipales que preocupaba al Concejo Municipal y permitían reparar las calles de la ciudad y la realización de las obras de servicios públicos. "Era dinero que provenía de la prostitución y se invertía para buscar el progreso de la ciudad”, explicó.
En 1910 en la capital eran cinco los prostíbulos que se establecieron y que estaban permitidos. La de la chilena Manrique en la calle San Luis; el de la paraguaya Sara Gómez, en Ingeniero White 15;, la casa del oriental Jacinto Montaña y María Romero, una ex prostituta de Manrique, en la esquina de San Luis y White; el local de María Roger, en San Luis entre la de Montaña y de Manrique; y de la española Rosario Sánchez, vecina de Gómez.
Según la historiadora en 1913 dejaron de figurar en la documentación consultada, los prostíbulos de Roger y Sánchez. “Ese mismo año aparecen registrados en el Concejo Municipal el conocido como ‘Las Rusas’ de Amalia Kuzner y el de Lina Biorky, en San Luis y Alcorta, que continuó abierto hasta 1925”.
Boschi sostuvo que con los pagos de patentes y multas, “las prostitutas aportaron sumas considerables de dinero para la nueva capital que se estaba conformando”.
Describió que las dueñas o regentas de las casas de tolerancia debían cumplir con ciertas obligaciones para comenzar el negocio como así también para conservarlo. Entre 1906 y 1908 cada casa de tolerancia como así también los despachos de bebidas pagaba un impuesto anual, el permiso para los bailes, libreta sanitaria. “Infracciones que cometieran las prostitutas como exhibirse en puertas y ventanas para llamar a transeúntes o presentarse en sitios considerados prohibidos como plazas se penalizaban con una multa. Estas multas significaban una alta recaudación para las exiguas arcas municipales que preocupaba al Concejo Municipal y permitían reparar las calles de la ciudad y la realización de las obras de servicios públicos. Era dinero que provenía de la prostitución y se invertía para buscar el progreso de la ciudad”, explicó.
Por último, sostuvo que “examinar el mundo prostibulario en Neuquén pone de relieve la historia oculta que nunca había sido contada pero también que la comprensión del pasado enriquece la del mundo actual”.
Para Graciela Boschi "es factible que en la capital neuquina existiera alguna extensión de la organización ‘Sociedad Varsovia’, a saber por la existencia del prostíbulo llamado ‘Las Rusas’, ubicado en San Luis y Alcorta, y la casa de tolerancia que regenteaba en 1913 Lina Biorky, cuyo dueño era el polaco Gregorio Kreitman, con residencia en Buenos Aires.”.
¿Hubo una conexión entre Neuquén y la "trata de blancas"?
La historiadora Graciela Boschi señaló que además de argentinas, también ejercían la prostitución en el territorio nacional de Neuquén mujeres inglesas, españolas y chilenas. En ese sentido, sostuvo que es posible que se hayan emplazado prostíbulos “de la organización llamada Sociedad Varsovia, una red de traficantes dirigidos por caften judíos y polacos fundada en Buenos Aires y dedicada a la ‘trata de blancas’, expresión utilizada en la época para mencionar el comercio que hacían los polacos y los judios con las mujeres del Este de Europa”.
Cabe señalar que en 1921 la Convención de Ginebra cambió la designación de trata de blancas por trata de mujeres y niños.
Agregó que en 1906, cuando se aprobó la ordenanza que legislaba la actividades de las casas de tolerancia donde se ejercía la prostitución, este grupo de tratantes tenía sede en Avellaneda, Buenos Aires y en el barrio Pichincha de Rosario. La organización poseían 3 mil burdeles en todo el país y 5 mil mujeres, la mayoria del Este de Europa.
Por la documentación a la que accedió Boschi, “es factible que en la capital neuquina existiera alguna extensión de la organización ‘Sociedad Varsovia’, a saber por la existencia del prostíbulo llamado ‘Las Rosas’, ubicado en San Luis y Alcorta, y la casa de tolerancia que regenteaba en 1913 Lina Biorky, cuyo dueño era el polaco Gregorio Kreitman, con residencia en Buenos Aires. ”.
Por ese entonces, en el caso de que las mujeres fueran de nacionalidad extranjera, se indagaba con quién había entrado al país
A una menor le cambiaron el nombre y la edad
Una vez revisadas por el doctor Pelagatti, el Concejo Municipal otorgaba las Libretas Sanitarias a las prostitutas, documento que tenían que tener y mostrar cuando lo requería el cliente. Graciela Boschi pudo comprobar que el médico municipal firmó la libreta sanitaria para permitir que trabajara una menor en la casa de tolerancia de Petrona Manrique, cambiándole el nombre y la edad. “La dueña de la casa de tolerancia y gerenta Josefina Ramirez son acusadas de corrupción de la menor Orfinda Echegaray, quien las denunció porque la obligaban a prostituirse y le dieron una libreta sanitaria con el nombre de María Angélica López, de 22 años”, contó. “Esto podía estar indicando la existencia de algún posible arreglo entre la dueña de la casa y el doctor con el fin de no interrumpir la actividad”.
El libro Mundo prostibulario se presentará el 23 de marzo a las 18 horas en el Museo Paraje Confluencia con la participación de los historiadores Norma Beatriz García, y Francisco Camilo Vela.
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