Los Hispanos: misterios y maldiciones de un parque de diversiones itinerante
A través de las fotos y los recuerdos de dos generaciones que disfrutaron las atracciones.
Los parques Itinerantes de diversiones tienen mucho de magia y cuento, incluso de leyenda urbana. Cada vez que estas ferias de atracciones arribaban a una ciudad, se solía asociar su llegada con los temporales de viento en el caso de la Patagonia y en las regiones del norte argentino con intensas lluvias.
Si bien esto se explica porque la cíclica aparición de estas ferias coincidía, con algunas fechas de rigor meteorológico, no falto quién asociara estos fenómenos con el origen de una antigua maldición.
Se decía que, al parecer, uno de los dueños del parque de diversiones había raptado a una muchacha gitana de una carpa para casarse con ella y recorrer el país. Después, jamás pudieron evitar que los persiguiera la desgracia.
Entre 1975 y 1977, llegaba cada tanto a la ciudad de Neuquén el Parque de Diversiones “Los Hispanos”. Se instalaban en distintos predios o terrenos baldíos, muchos de los cuales desaparecieron con al avance del desarrollo urbanístico.
Se instalaban generalmente al lado de lo que era la vieja Terminal de Ómnibus de Neuquén, cerca de lo que hoy es el Cenotafio a los Caídos en Malvinas. Otro de los lugares frecuentas eran los terrenos de la Avenida Olascoaga frente a la antigua Legislatura (hoy Casas de las Leyes).
Oscar Sagaseta, un memorioso vecino, recordó: “Rotaban de acuerdo a los permisos que conseguían. También funcionaron en los '80 en Olascoaga y Sarmiento, frente a Tienda Eddi y Tienda Buenos Aires, o frente a las calles Lastra y Chile”.
“Parque Hispano traía trabajadores. Mi mamá les ofrecía lavarles y plancharles la ropa a cambio de tickets para que nosotros, sus seis hijos y algunos amigos, pudiéramos divertirnos. Algunos de esos trabajadores decidieron con el tiempo abandonar esa vida nómade y se afincaron posteriormente en nuestra ciudad”, contó Luis Martínez, otro de los vecinos.
Las atracciones eran múltiples además de los carritos y avioncitos de riel, se podía disfrutar de la vuelta al mundo, los autitos chocadores y la muralla de la muerte, en la que circulaban en forma acrobática hasta tres motos a la vez desafiando el peligro. Una serie de puestos de artesanías y comidas al paso eran los más frecuentadas por los adultos, además del tiro al blanco y otros atractivos típicos de las kermés.
Cada vez que el Parque “Los Hispanos” llegaba a la ciudad, contrataban los servicios del legendario fotógrafo Julio León, que además tenía en la feria un puesto de golosinas artesanales como garrapiñadas y espuma de azúcar.
Junto a él aprendió el oficio de la fotografía Oskar, su hijo, quién recordó con mucha emoción anécdotas de su padre. “Mi papá en especial le sacaba fotos a la gente con los artistas que llegaban al predio. Se trataba de cantantes o actores de televisión que después del espectáculo recorrían las mesas para saludar a la gente y firmar algún autógrafo".
"Cada dos semana se reponía un espectáculo nuevo y brindaban un show en el escenario principal. Vinieron muchísimos, entre a los que recuerdo a Leo Dan, Carlos Torres Vilas, el actor que hacía el personaje del “Soldado Chamamé”, El Chango Nieto, Sandro y sobre todo muchos cantantes de Tango”, agregó.
Gracias al oficio de esta familia de fotógrafos se han conservado fotografías de los ilustres visitantes y de los juegos del Parque.
"Mi padre se inicia en la fotografía en la ciudad de Rosario a dónde llego a los 12 años siendo al principio un lustra botas. A los 16 años conoció a un fotógrafo italiano que trabaja sacando fotos en la calle y con el que comenzó siendo su ayudante. El italiano le enseño a sacar fotos pero, además, mi padre trabajaba como vendedor ambulante, ya que aprendió el oficio de “Garrapiñero” (en Rosario se llama “Praliné” a estos maníes recubiertos de azúcar y esencia de vainilla). Él fabricaba y vendía garrapiñadas en eventos públicos como recitales, shows y actos políticos", recordó.
"Fue un verdadero nómade que recorrió gracias a su oficio casi toda la Argentina y muchos países limítrofes como Chile, Bolivia y Paraguay. A Neuquén llegó en el año 1970 como fotógrafo para radicarse y establecer su local fotográfico en la esquina de Mitre y Santa Cruz en el que funcionó hasta en 1977. En 1983 mudó su local a la calle Belgrano 350 en donde estuvo por más de 15 años", añadió.
La tradición fotográfica, que empezó como un entretenimiento, se convirtió posteriormente en oficio de prensa para aquel niño que acompañaba a su padre mientras fotografiaba a la gente que se quería retratar con los famosos en el Parque de diversiones.
“Mis comienzos en la fotografía surgieron de manera lúdica y a partir de acompañar a mi padre porque por entonces para mí al principio era nada más que un juego. Cuando crecí fui su asistente en todo desde mantener en orden el local hasta asistirlo en el laboratorio. Con el tiempo aprendí a sacar mis propias fotos en color, blanco y negro y como imprimirlas. A los 18 años entré como fotógrafo al Diario La Mañana del Sur y allí comenzó mi etapa de reportero gráfico. Hoy estoy plenamente dedicado a la actividad de la fotografía profesional”, contó Oskar.
Eligió contar el resto de sus vivencias con las fotos que ilustran esta nota y que aún guarda su familia. En ella, se lo ve disfrutando de los juegos, retratado por la atenta y cariñosa mirada de su padre, con un click instantáneo para que el recuerdo de la felicidad permaneciera para siempre.
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario