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Misionero Jesuita don Bernardo Havestadt, el primero en usar el nombre del Neuquén

Para hablar de este tema tan importante nos remitimos a escritores y estudiosos de los primitivos habitantes del territorio argentino, en este caso de la Norpatagonia.

Una vez más hechos relevantes de la historia regional nos convocan, hechos que deben estar siempre presentes como parte importante de nuestro pasado.

El sacerdote y misionero jesuita Bernardo Havestad había nacido en Colonia, Alemania, en 1714. Realizó, durante noviembre y diciembre de 1751 y en enero, febrero y marzo de 1752, una recorrida misionera que incluyó regiones pertenecientes a la zona norte de la provincia del Neuquén. Ese relevamiento se convirtió en un mapa, diseñado en Alemania por el grabador Hieronius Strübel. De acuerdo con escritos de estudiosos como Furlong Cardiff, Wilhelmus, el mapa era deficiente desde el punto de vista geográfico pero su importancia radica en el hecho de que si bien no es el mapa más antiguo que registra los ámbitos patagónicos y neuquinos, es el primero en el que constan topónimos reconocibles. El más importante es el referido al río Neuquén, que dio lugar más tarde al nombre de la provincia. En el mapa, está registrado como Nudquen flumen, es decir río Neuquén. Es probable que Havestadt haya utilizado el latín para explicar sus recorridos porque no manejaba fluidamente el idioma castellano, aunque sí podía predicar a los indígenas en su lengua, práctica habitual entre los misioneros jesuitas.

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Se cree que este mapa fue un complemento de alguna de las Cartas Anuas (cartas anuales) que cada jesuita estaba obligado a dirigir todos los años a sus superiores inmediatos, dando cuenta de sus actividades en los últimos doce meses.

En el mapa hay Referencias de los Signos Utilizados que nos indican con un cuadrado las distintas denominaciones, como Población Pequeña Habitada por españoles, o Población Española Abandonada Destruida por los indios. Con esferas con una cruz cuando se trata de Residencia de los Misioneros de la Compañía de Jesús, en las que se predicó la doctrina. También utilizaban una esfera, que se trataba de un lugar donde habitaba un cacique importante o Toparca (del griego topos= lugar, arcos= gobernante con un báculo= cetro). También escribió sobre ello Ángel Santos Hernández en 1993: Los Jesuitas en América.

Havestadt, autor de Chilidugu, partió desde Chile, de la región de Santa Fe, en el Bío Bío, se topó con la gran cordillera de la nieve, cruzó por el Pichachén, llegó al Tromen: el Colorado y Malargüe le impidieron el paso. Entró a Neuquén por el norte, cruzó el río Barrancas y el gran lago Curi Leuvú, detrás del Domuyo, lagunas de Varvarco, hasta llegar a la confluencia con el Neuquén, subió a Manzano Amargo, cruzó un camino peligrosísimo donde casi desbarranca. Llegó a Ñorquín, a El Huecú, región del río Trocomán, debió regresar a Chile debido a una peste que diezmaba su caballada, por los pastos que ingerían en la zona de El Huecú (huecuruvú, espíritu maligno según la superstición pehuenche, que infectaba el suelo). La segunda excursión, también descripta por Félix San Martín en su libro Neuquén y el doctor Gregorio Álvarez en sus libros Neuquén, su historia, geografía y toponimia”, llegó al río Reñileuvú y por este hasta el río Neuquén, que él llama Ñudquen. El 2 de febrero se encontró con los primeros nativos que bautizó. El 5 de febrero vadeó el río Neuquén previo pasaje del Reñileuvú, frente al paraje La Primavera, llegó a la cordillera, hoy del Viento, y continuó camino hacia el norte, hacia el volcán Tromen. Se alojó en una toldería y en una celebración fue herido por cuchillo. Álvarez considera que “esta misión apostólica nos dejó desde 1752 una aportación importante para la definición de nuestra soberanía como nación al caracterizar, diferenciándolo políticamente del mapuche chileno, de un indio pehuenche de este lado de la Cordillera de los Andes a la que llama Cordillera de los Pehuenches. Recogió de los indios chilenos el concepto de que el pehuenche formaba parte de una nación distinta. Luego hemos visto el gentilicio adoptado como sinónimo de indio neuquino y por extensión, de argentino”.

Don Félix trató de indagar entre varios autores el origen del vocablo y considera que la del padre jesuita merece más crédito debido a su gran conocimiento de la lengua araucana. Continúa San Martín: “Entre el Ñedquen que nosotros insinuamos y el Ñudquen del padre Havestadt, está la verdad. La u del segundo nombre bien puede ser un trastrueque de imprenta.”

Historia de un verdadero pionero, en el sentido más estricto del término, que, con su esfuerzo y siguiendo una gran llamada, pudo recorrer nuestro territorio y ayudar con sus conocimientos a trazar nuestros primeros lineamientos geográficos.

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