El sultán de Johor tiene una fortuna de 5.700 millones de dólares. Acostumbraba a pasear en moto repartiendo limosnas.
Malasia, esa legendaria franja de tierra en la isla de Borneo, en el sudeste asiático, que muchos asociamos con las historias de piratas de Emilio Salgari, ya tiene nuevo rey y es un extravagante millonario amante de los vehículos de lujo.
El sultán de Johor, cuyo nombre completo es Ibrahim Sultan Iskandar de Johor, asumió este miércoles en una pomposa ceremonia en el palacio real de Kuala Lumpur, la capital de Malasia.
Hay un detalle llamativo en Malasia. El cargo de rey no es hereditario, sino que el trono va cambiando de manos cada cinco años entre los monarcas de los nueve estados que componen el país.
Así que el sultán de Johor fue elegido por sus pares, en un enmarañado y complejo cónclave, repleto de ritos internos, y gobernará durante cinco años.
Malasia, que fue colonia de Inglaterra hasta su independencia en 1957, es en realidad una monarquía constitucional y el rey cumple un rol ceremonial, ya que hay un primer ministro que gobierna junto a un Parlamento.
Sin embargo, en los últimos años hubo una serie de crisis políticas y económicas que causaron inestabilidad y obligaron a intervenir al monarca para designar tres primeros ministros.
Además, en este país de mayoría musulmana, que fue una potencia económica regional en las décadas de 1980 y 1990, el rey ejerce también como jefe del islam.
Millonario y amante de los autos
Ibrahim Skandar, casado con la reina Raja Zarith Sofía, tiene seis hijos. El monarca, de ascendencia malaya y británica, pertenece a la poderosa familia real de Johor, y se lo considerado un religioso musulmán moderado.
Su fortuna familiar es enorme, gracias a un verdadero imperio empresarial. De acuerdo a la agencia Bloomberg, ronda los 5.700 millones de dólares en virtud de negocios vinculados a la minería, las telecomunicaciones, la venta inmobiliaria y las plantas de energía.
Su figura es muy llamativa tanto en su país como en la región. Todavía se recuerda cuando solía recorrer el estado de Johor con su moto Harley-Davidson dando limosnas a los pobres.
Se sabe que cuenta con una colección de coches deportivos y aviones privados. La última cifra habla de más de 300 vehículos de marcas lujosas como Rolls-Royces, Bentleys, Aston Martin, BMW.
Es más, conserva un Mercedes de 1936 que Adolf Hitler le regaló en su momento a la familia real de Johor. Y también tiene un camión gigante con cocina, pantallas y asientos de oro, y un avión dorado del modelo Boeing 737.
El corresponsal del diario español El Mundo señala que la obsesión del monarca por sus autos llega a tal punto que hizo “construir enormes garajes en los que nunca se apaga el aire acondicionado”, para que las carrocerías no sufran los rigores del calor y el polvo.
Como complemento, el sultán dispuso un verdadero ejército de mecánicos que “se dedican con esmero a abrillantar las culatas” de los vehículos a diario.
Un costado político
El nuevo monarca desplegó un importante vínculo con las principales figuras políticas del país. Y en privado sostiene que no quiere ser un “rey marioneta”. Incluso prometió ser duro con la corrupción, uno de los flagelos locales.
"Con este juramento, profeso solemne y verdaderamente ser fiel, gobernar con justicia para Malasia de acuerdo con las leyes y la constitución", afirmó en el acto, dándole un tinte político a su función.
En una entrevista reciente al diario The Straits Times, de Singapur, el sultán de Johor advirtió a los legisladores: "Hay 222 diputados en el Parlamento, y alrededor de 30 millones de habitantes afuera. No estoy con ustedes, estoy con ellos”.
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