El presidente anunció el envío de federales para combatir el narcotráfico en Rosario. Algo jugado en un intento de ser como Patricia Bullrich o quedar en ridículo.
Alberto Fernández entró en un modo campaña, en una cruzada donde el Frente para la Victoria hierve en una interna oficial, y donde Sergio Massa aparece como el “sucesor natural” que intenta controlar una economía, por ahora ficticia para los sectores medios de la Argentina.
En estas horas, el presidente tomó una determinación que aún no se sabe si quedará en ese arte de los anuncios: el envío de fuerzas federales para combatir el narcotráfico en Rosario. La situación en esa ciudad es desesperante. Pero desde hace tiempo, al menos 10 años.
Sólo basta hablar con gente que vive en ese en esa populosa ciudad para que describa una tarde en el centro, más allá de la vidriera de los medios de comunicación. En algunas zonas del, las persianas de los comercios se bajan a las seis de la tarde y las calles están casi desoladas. Hay miedo porque una gran parte de Rosario está descontrolado, con el mercado de drogas y los carteles que se disputan la venta y la delimitación del territorio.
El relato puede ser bien parte de una serie de Netflix, pero es real. Lo cierto es que también hay una pantalla de campaña política tapada por el crimen organizado. A veces, parece que son la cara de una misma moneda.
La problemática del narcotráfico escaló a un rojo máximo de exposición social cuando una persona le baleó el supermercado del suegro de Lionel Messi desde una moto. Ese fue el detonante político para el mundo, pero la realidad también tiñe de tragedia a la vida doméstica.
El domingo, un nene de 12 años falleció en una balacera, durante un cumpleaños. Fue una tragedia que confirma las estadísticas, cada vez más alarmantes: hay un crimen narco por día en Rosario. Y desde hace 64 días la ciudad entró en una batalla interminable entre la “banda de los rosarinos” y “Los monos”.
El presidente anunció que la medida de llevar a las fuerzas federales tiene el objetivo de "poner en el centro de la escena la autoridad del Estado para devolverle a la ciudad su vida en comunidad".
Es una propuesta que huele más a presión política desde un sector que a otra cosa. Desatar una guerra contra el narcotráfico puede terminar en un terreno donde la política juegue a fondo en esa ciudad.
El presidente dijo haber trabado junto al intendente rosarino, el radical Pablo Javkin, quien hizo su carrera política como presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA), en los años del menemismo con Franja Morada.
A esta altura, el presidente sabe que enviar a las fuerzas federales, como si fuese una medida de Patricia Bullrich, no es sólo una guerra contra los narcos. Es una batalla que se mide también, en el termómetro electoral.
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