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Amigos camperos recorrieron 700 kilómetros a caballo para unir Neuquén: quiénes son

Amigos de Neuquén y Río Negro se propusieron andar a caballo de un extremo al otro de la provincia y lo lograron. Cómo lo hicieron.

Hace diez años atrás, cuando estudiaban las carreras de Ciencias Agrarias, en Cinco Saltos; y Veterinaria, en General Pico, soñaron con recorrer la provincia de Neuquén a caballo. Enamorados de la tradición y la cultura que se vive en los puestos más remotos, no abandonaron nunca eso que para varios conocidos y familiares no era más que una "idea loca" imposible de cumplir.

Como mucho, un sueño de pibes y amigos de la facultad. Aunque destinaran los recreos a conocer los mapas de la provincia, hacer cálculos y medir distancias.

El 1° de febrero, se propusieron unir los dos extremos de la provincia -Manzano Amargo y Villa Traful-, lo que finalmente lograron cumplir el último sábado.

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Son 11 amigos, 11 camperos, que recorrieron a caballo una infinidad de lugares, cosechando a su paso algunas amistades tan inesperadas como entrañables. Acaso algún día puedan contar en un libro lo que vivieron para no olvidar lo que por ahora registran en las hojas de un cuaderno y en decenas de fotos y videos almacenadas en algún teléfono celular.

"Llegamos el sábado por la mañana", dijo entonces Simón Ulloa (32), uno de los protagonistas de esta historia. Ansioso y confiado, habló con LMNeuquén, cuando tan solo faltaban unos 10 kilómetros más de lograr el objetivo y poder desfilar en la Fiesta de la Integración que se realiza en Villa Traful.

Algunos son hermanos entre sí. Jóvenes e ingenieros agrónomos, veterinarios y otros que trabajan en el campo. El más grande tiene 37 años. El más chico, 29. "El estudio nos unió y nos permitió estar juntos en esta cabalgata", indicó Simón.

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Cada uno llevó dos caballos más para evitar que los animales de fatiguen. Contaron con el soporte de una camioneta que llevó sus provisiones secas, no perecederas; y en un carro trasladaron el forraje para los animales, como así también los elementos de auxilio y asistencia necesarios, más el equipaje de herradura y la ropa de ellos.

Simón sostuvo que "fue un trabajo de casi un año mentalizarnos y planificar el viaje". Lo más difícil: amansar a los potros para que puedan ser montados. "Cada uno llevó dos caballos para que puedan descansar bien los animales", reiteró.

En el recorrido, también contaron con el gesto amable de varios crianceros que les regalaron carne de chivo; y en algún tramo de la travesía tuvieron que pescar para alimentarse. Respetaron la prohibición de hacer fuego, sobre todo en momentos en que el Valle Magdalena arde en llamas. "Anduvimos con garrafa y mechero", indicó Simón.

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Por suerte, el clima acompañó muy bien sus días de travesía. "Por las noches, la montura fue nuestra almohada y nos tapamos con ponchos y frazadas. Buscamos un potrerito, y a los caballos se les tiró fardo y alimento. Así dormimos, al aire libre", describió el joven campero.

El punto de partida y su itinerario

El recorrido inició en Manzano Amargo y previó entre 6 y 8 horas de cabalgata por día; y 10 también en los tramos más complicados. "Hacemos entre 30 y 35 kilómetros a caballo diarios. Algunos tramos son más largos, como lo fue salir de Manzano Amargo hacia Las Ovejas, donde recorrimos 46 km y tardamos 11 horas. Hacía mucho calor y el ambiente era pedregoso", recordó.

De Las Ovejas, fueron a Villa Nahueve. Cerca de ahí, en el paraje los Carrizos, hicieron noche en un lugar que les prestaron. Continuaron la trayectoria en dirección a Los Guañacos, Vilu Mallín y Ranquilco. "En cada lugar, consultamos si podíamos quedarnos. Pedimos permiso y fuimos muy bien recibidos", destacó el joven rionegrino.

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Pasaron por el Valle Las Damas y luego Caviahue. Ahí realizaron la primera parada larga, coincidente con el primer fin de semana de febrero. Llegaron el viernes por la noche y retomaron la travesía el domingo.

"Después de Caviahue, estuvimos cinco noches y seis días sin logística porque la camioneta no podía ingresar. Los chicos tuvieron que llevar las provisiones. También íbamos con Internet, buscando las huellas, acompañados por Segundo Jara, un poblador que conocía la zona y nos guió gran parte del camino. Ahí, los chicos estuvieron en contacto con muchos crianceros. Les regalaron carne de chivo, sal y yerba. Se compartió muy poco, pero sin eso no hubiesen podido atravesar la zona. También tuvieron que pescar porque se quedaron sin comida", relató Simón.

Jóvenes unen Manzano Amargo con Traful

Ese tramo de la travesía lo disfrutaron un montón por las personas que conocieron, con ese don de gente que nunca olvidarán. Cabalgaron hasta Pino Hachado, donde hicieron la segunda parada coincidente con el segundo fin de semana de febrero. Descansaron sábado y domingo y el lunes siguiente arrancaron hacia Litrán. Pasaron cerca de Aluminé hasta Pilo Lil y Junín de los Andes, donde hicieron la tercera parada. "Siempre cercando el río para darle agua a los animales e higienizarse un poco ellos. Nos quedamos en una estancia, donde nos recibió Emilio Torres y su papá Manuel, muy agradecidos con ellos", prosiguió con su relato.

Después de Junín, anduvieron a caballo hasta San Martín de los Andes, donde durmieron en un potrero prestado ubicado en el río Hermoso. "Por el incendio, seguimos por ruta hasta Villa Traful. La noche del miércoles llegamos a Pichi Traful donde otra familia nos recibió", comentó Simón.

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Quiénes son los protagonistas

Los protagonistas de esta gran aventura son: Sacha Ventura (Viedma), Lucho Sogo (General Roca), Bruno Piergentili (Roca), Simon Ulloa (Valle Azul), Francisco Vela y sus tres hermanos Manuel, José y Juan Antonio (Añelo), Lautaro y Nehuen Sprumont (Manzano Amargo), Kevin Lagos (Villa Traful), y Ramiro "Poton" Ulman (Trenque Lauquen).

"El clima nos acompañó mucho. Eso fue espectacular, no hizo tanto frío, eso ayudó". Simón Ulloa, campero rionegrino.

Día a día, se levantaron entre las 5 y 6 de la mañana para desarmar el campamento, cosa que les lleva aproximadamente 2 horas. De esta manera, estaban saliendo después de las 8. A veces, les llevaba más tiempo y se retiraban del lugar sobre las 9. Por la tarde, llegaba la parte de logística a las 17 y los recibía con alguna picadita. Luego cenaban y alrededor de las 22 ya estaban durmiendo sobre la montura.

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La sorpresa más linda

En el camino, se les sumó una perrita que llamaron Paisana y no se les despegó más. Es una más del grupo y resistió toda la travesía. "Eso nos dio mucha alegría, ya es parte de nosotros", contó Simón.

La idea siempre fue vivir las tradiciones a flor de piel y recorrer los paisajes increíbles que definen a la provincia. "Desde la ruta no se dimensiona el gran paisaje que tiene la Argentina y, sobre todo, la Patagonia. Por eso, es lamentable lo que está ocurriendo con los incendios", expresó Simón.

Algunos lugares solo son accesibles para los arrieros y ellos tuvieron la fortuna de conocerlos. "Es enorme el patrimonio natural que tenemos", destacó.

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El capital más grande que se llevan

Pero sin dudas la vivencia más fuerte que se llevan en el corazón es la interacción con la gente del lugar. "Encontrar en el camino personas que cuidan y respetan el lugar, que te dan una mano sin tener nada, que con pocos recursos nos abrieron las puertas de su casita y nos ofrecieron lo que tenían...todas historias de vida muy fuertes. El componente social de este viaje fue muy emocionante. Por ahí decíamos 'qué lindo quedarnos y compartir con este gente'. Pero teníamos claro que la meta era otra. Nos quedaron sus contactos y un montón de anécdotas. Sin ellos no hubiésemos podido avanzar", enfatizó el joven campero.

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Como grupo, además, consolidaron mucho más la amistad que tienen. Este viaje, indicó Simón, generó una "hermandad" entre amigos. Por supuesto también un montón de anécdotas, entre quién se levanta primero y quién último y el más lerdo para ensillar.

"En estos días que ya terminamos con la cabalgata nos agarra un toque de nostalgia, por todo lo que nos está pasando. La verdad, disfrutamos mucho acá y nos preguntamos qué haremos después de esto, de esta locura de andar a caballo que fue un desafío como amigos, recorriendo nuestro suelo, lo que nos une", manifestó.

Si bien es muy temprano para aventurar otra expedición a caballo, no tienen dudas que continuarán siendo amigos y que todavía les espera un viaje en Río Negro. "Por ahora, escribimos para no olvidarnos. Quién sabe si el día de mañana podemos escribir un libro donde podamos registrar todo lo que estamos viviendo", concluyó.

En total, estiman haber recorrido alrededor de 700 kilómetros a caballo, por la cordillera. Contaron con una antena Starlink para descargar los mapas que los fueron guiando y tener un poco de comunicación.
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