El fin de la dictadura militar puso en acción todas las fuerzas que tenía esa ciudad del futuro.
Años de la Dictadura militar pusieron a la sociedad argentina bajo el control de las armas y la libertad se convirtió en un deseo, una necesidad, un logro. En Neuquén, en 1983, asumen las autoridades democráticas, es decir, las elegidas por el voto, ejerciendo el derecho más preciado: elegir con libertad. Otro país se venía a cuenta.
Neuquén ya vivía los síntomas de lo que llegaría ser en el futuro que es hoy: familias llegadas de distintos puntos del país y vecinos, se instalaban buscando nuevas oportunidades. La llegada de la democracia puso en acción todas las fuerzas que poseía esa ciudad del futuro. El Movimiento Popular Neuquino (MPN) conquistó a miles de personas que, adhiriendo a principios políticos insoslayables como el de los derechos al trabajo, vivienda, salud, educación, marcaban los pasos del tránsito hacia ese destino anhelado.
El voto instaló a Felipe Sapag, líder del MPN, como gobernador y a Jorge Omar Sobisch como Intendente en su nobel carrera política.
El clima de la ciudad cambió radicalmente, los vecinos comenzaron a organizar sus días en plenitud y nuevos horizontes, demostrando la necesidad de expresar sus sentires y proyectos.
Actividades
La municipalidad supo interpretar este sentir comunitario y junto a los referentes barriales, organizó su plan de gobierno. Toda actividad de carácter artístico se realizaba en la calle: artesanos, pintores, músicos y ese emprendimiento que hacia bailar a los vecinos por miles frente al Municipio: “Música en la calle”, una experiencia novedosa que aún se recuerda. En la proximidad de los Carnavales (mes de febrero 1985), cada barrio trabajó para lo que se venía: el Corso de la Ciudad de Neuquén en Democracia, festejo popular que había desaparecido de la agenda por muchos años.
Convocados los barrios más populosos de la ciudad con sus referentes, se empezaron a realizar las reuniones con las propuestas más osadas: carrozas, murgas, desfiles, músicos en vivo florecieron con fuerza para esos días.
Hay algunos nombres que la memoria guarda y que formaron parte de la movida: el Pelado Nuñez (Valentina Sur), Duilio Narvani (Villa Florencia), Alvarito Quintana (Don Bosco), el Indio López (Sapere), Chola Valdebenito (Barrio Belgrano), Jorge Salas (Progreso), Beto Durán (B. Roldán ) Hermosilla, Vega, y tantos otros que dejaron su impronta en las calles de los barrios neuquinos.
El Corso de la Ciudad debía ser una muestra del potencial de cada uno de estos espacios y la competencia asomaba como difícil de atravesar sin problemas: el orgullo barrial se jugaba con todo.
Se realizó en la Avenida Olascoaga, donde las carrozas y murgas venían desde la antigua Legislatura (hoy Casa de las Leyes), cruzaba la ruta 22 y aparecían sobre Olascoaga hasta las vías del tren, daban vuelta y al retomar la Olascoaga, giraban hacia Sarmiento y nuevamente hacían la curva para volver a Olascoaga. El Palco oficial estaba ubicado sobre Olascoaga, esquina Sarmiento, y en él algunas autoridades invitadas, destacándose (al menos por una vez) la figura del Gobernador Don Felipe Sapag junto al Intendente Sobisch.
Concurso de carrozas
Las carrozas participaban del certamen para ser elegida la mejor por un jurado de vecinos calificados. Una de ellas, era una Vaca Gigante, otra, la más llamativa, era un carro funerario antiguo tirado por un caballo que llevaba un ataúd donde había un joven que abría y cerraba el mismo impactando a la concurrencia, cada carroza con imaginativos adornos realizado por la gente del barrio, y otras que habían llegado desde La Pampa, prometían gran atractivo. Pero hubo una que se convirtió en el centro del acontecimiento, fue la Carroza de Bouquet Roldán, con un grupo de disfrazados bulliciosos en ella. Quien llevaba la voz cantante de nombre Martín, tenía la misión de hacer ganar si o si a esa carroza.
El susodicho no tuvo empacho en enfrentar al jurado y a la funcionaria del sector, con el mandato: “mejor que gane la carroza de Buque (así se lo nombraba al Barrio), porque si no se va armar quilombo”.
Los ánimos se estaban poniendo un poco calientes y había que resolver la cuestión. Hubo varios intentos de charlas con argumentos intentando convencer al enviado, pasaban las horas y llegaba el fin de esa jornada para que apareciera el ganador y nada. Se dice que hasta se lo había invitado a Martín para que aceptara un presente destacado en caso de no ser elegida su carroza, pero no había caso: la consigna era clara: ganaba si o si.
Lo sorprendente fue el final, a la hora de anunciar al ganador, la Carroza y su murga del “Buque” que bajo el nombre de “La Torcida” se quedó en un segundo puesto. Los elegidos, la carroza del Bio Belgrano con el tentador nombre: "La verdad de la milanesa" bailaron y cantaron felices con aplausos a granel y algunos perdedores con caras largas. Se comentaba que “La Torcida” fue la preferida y más aplaudida del corso, según su defensor Martín para salvar su honor. En pocos meses se cumplirán 40 años de esa experiencia y no se sabe bien aún, en el recuerdo, si merecía la Carroza de Buque ganar, porque después de todo, Martín, había apostado al todo o nada como corolario de la maravillosa fiesta del Corso de la Democracia en la Ciudad de Neuquén.
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