Está catalogado como el torneo de fútbol amateur más grande de Sudamérica. Cada sábado, más de 6 mil hombres se sienten profesionales por un rato, en partidos que se juegan con pelotas y árbitros oficiales, y en campos de juego que son billares.
Es sábado a la tarde. En once predios distintos de Neuquén y Cipolletti se están disputando 200 partidos de fútbol, por una nueva fecha de Don Pedro. Más de 6 mil futbolistas amateurs de todas las edades (desde los 27 años hasta uno de 75 pirulos), repartidos en 405 equipos y en 22 categorías distintas, sueñan con algo: ser campeones, evitar descender, no lesionarse, jugar de titular, que llegue a horario el compañero que estaba complicado con el laburo, que falte el mejor de los contrarios.
Algunos, los menos, van a divertirse. La otra gran mayoría deja el cuero cada fin de semana, por más que el lunes haya que volver a trabajar. Aunque a simple vista parezca, esto no es sólo fútbol: es el deporte como un sentir colectivo, la posibilidad de encontrarse con amigos para competir por un objetivo común, y es uno de los acontecimientos sociales y culturales más importantes de la región. Bienvenidos al fantástico mundo del torneo de fútbol amateur más grande de Sudamérica.
En el predio La Amistad acaban cobrar penal a favor de El Golfo, un equipo de la Categoría +34C que no sólo viste indumentaria símil Juventus, sino que también cuenta con una réplica del mismísimo Di María. El falso Angelito patea al ángulo, grita el gol desencajado, y esbozando un corazón con sus manos corre para dedicárselo a su novia, que está sentada en una reposera al costado de la cancha. Qué lindo que es el fútbol, pibe.
En mayor o menor medida, casi todos los que participan tienen algo de ese angelito: ¿Quién no soñó, aunque sea de chico, con ser un jugador profesional? Salir por el túnel y levantar las manos cuando la hinchada lo ovaciona; o meter un gol sobre la hora y colgarse del alambrado. Para esta gran masa que conforman los “futbolistas aficionados”, esta competencia representa mantener vivo al niño interior, y dejarlo todo por el sólo hecho de jugar y divertirse. Pero ojo, no sólo hay amateurs. También participan leyendas del club Cipolletti, como el caso del “Ruso” Homann o Pablo Parra; y otros retirados que vistieron la camiseta de Huracán o de Gimnasia de La Plata, como el caso Roger Morales o Gerardo Solana, por mencionar algunos.
Participan carniceros, abogados, ex futbolistas, policías y hasta el Gobernador de Neuquén. Hay equipos que viajan en combi más de 250 km cada fin de semana para decir presente.
La magia, el éxito y la permanencia en el tiempo del Don Pedro tal vez tenga que ver con que sus creadores lograron combinar a la perfección los valores del amateurismo con un entorno cuasi profesional. Equipos de amigos o conocidos de toda la vida disputan partidos que se juegan con las pelotas oficiales del Mundial de Qatar (que pueden costar más de 40 mil pesos cada una), son dirigidos por árbitros oficiales, en campos de juego que son cuidados con minuciosidad por cancheros e ingenieros agrónomos. Cada equipo tiene su indumentaria personalizada.
Los más puntillosos incluyen conjunto de jogging, remeras pre partido, camperas, banderas y hasta algún que otro pariente que puede hacer las veces de hinchada. Las instancias decisivas de la “Copa Don Pedro”, una especie de Libertadores o Sudamericana, pueden jugarse en Chile o en el mismísimo estadio Mundialista de Mar del Plata. Y en la página oficial del torneo, apenas terminada cada fecha, aparecen estadísticas actualizadas con tabla de posiciones, goleadores, fixture y próximos partidos.
“Jamás imaginamos tener esta cantidad de equipos”, asegura Marcelo Pichipil, uno de los directores del torneo, y agrega: “Tampoco fue que salimos a buscarlos”.
Locos Por el Fútbol
Eduardo Galeano no pudo haberlo explicado de mejor manera: “El fútbol es la religión que no tiene ateos”. En el kiosco, en el trabajo, en la carnicería, en la ferretería, en el hospital, en cada lugar de Neuquén y Cipolletti hay un jugador del Don Pedro. Todos locos por el fútbol.
Hay equipos de policías, camioneros, abogados, informáticos, técnicos mecánicos, maestros y hasta participa una “Clínica de Urología”. Hay grupos que son un rejunte de laburantes y profesiones, otros de colectividades, como el “Deportivo Paraguayo”; los que nacieron alrededor de una fiambrería (“Deportivo el Milanés”), y también están los “Turistólogos”, donde el Gobernador de Neuquén juega desde hace más de diez años, aunque en estos momentos se encuentra en un parate. “Es un lugar de encuentro con amigos al que disfruto mucho ir, siempre esperando la oportunidad para entrar”, dijo Omar Gutiérrez, que en este contexto apenas es un volante central corredor y luchador.
Esto tal vez sea lo más lindo del fútbol: en un campo de juego son todos exactamente iguales. Se borran las jerarquías, las diferencias socioeconómicas, y en los 60 minutos que dura el partido el más importante es el que mejor juega. También el que no falta nunca, otra cualidad indispensable para ser merecedor de una titularidad indiscutida.
Capítulo aparte merece la originalidad de los nombres de los equipos, que traspasa límites insospechables: hay algunos con “Mala Fama”, otros que son “Los Mismos de Siempre”; algunos que pierden por “Novatos” o porque tienen “Falencias”; y otros que ganan de “Piolones”, o porque ligaron “33 de Mano”. Están los que son “Picantes”, los que cantan el “Vale Cuatro”; los “Vende Humo”, “Los Amigos” y hasta “Los Primos”. Los humildes que cuando se equivocan cantan “Mala Mía”; los que asisten aunque “Mamá Está Vieja (MEV)”, los que no ponen la pata por “Temerosos”; los que la ponen de más por “Renegados”; los que suben y bajan como un “Tobogán”, y el “Club Atlético Dignidad”, que tiene más códigos que los “Icardis”. También hay homenajes a los ídolos, como el caso de “Canistuta”, “Maradonianos” y “Bielsa y Bochini”. El campeón de la creatividad sin dudas es “El Bigote de Checho”.
Pitazo inicial y la continuidad del legado
Para remontarse a los comienzos de este torneo hay que viajar al verano del año 1998, más precisamente al predio Don Pedro de Cipolletti, donde Sergio Pichipil maneja la colonia de vacaciones de la mutual policial. Lo ayuda uno de sus hijos, Marcelo, que todavía es un adolescente. Entre los dos piensan ideas que sirvan para extender el uso de las instalaciones, más allá de la pileta y de la temporada estival que empieza a terminarse. Hay canchas que están en buen estado, casi sin uso, donde organizan el primer campeonato, del que participan apenas seis equipos.
De ahí en adelante nunca más va a interrumpirse. Y cada año serán más equipos. Pero en 2012 se producirá un cambio en la organización que va convertirlo en un verdadero boom, con el que empezarán a inscribirse más de 50 nuevos equipos por temporada: el torneo dejará de ser libre e incorporará categorías por edad. Ahora se suman la +27, +30,+34,+40, +45,+50 y +55 años. Fútbol para Todos.
“Hemos tenido propuestas locas, como la transmisión de los partidos vía streaming”, dice Marcelo Pichipil, quien recuerda que en otra época supieron tener un programa de televisión y otro de radio.
Luego del trágico fallecimiento de Sergio Pichipil en 2019, Marcelo junto a sus hermanos, su mamá y un sobrino continuó el legado de su padre, poniéndole el cuerpo y el alma a esta actividad que “es nuestra vida prácticamente”, dice Marcelo Pichipil, quien afirma que “tratamos de darle todo lo que podemos a la gente, haciendo algo diferente para que disfruten”.
Para desmitificar la idea de este torneo como negocio millonario, Marcelo Pichipil, que en paralelo a esta actividad trabaja como profe de educación física (al igual que su hermano Diego), explica que todas las canchas son alquiladas, que las cantinas son administradas por los predios, y que se compran más de 100 pelotas por campeonato, además de las contrataciones de árbitros, otros gastos que surgen fecha a fecha. La única de la familia que tiene dedicación plena en el Don Pedro es Leticia, su mamá, encargada de llevar todas las estadísticas, subir las novedades en la web, y otras tareas de la Secretaría.
Aunque el torneo no tenga muchos empleados, alrededor de unas 400 personas trabajan por fecha, entre planilleros, alcanzapelotas, médicos, árbitros, cantineros. Además, de manera indirecta le da trabajo a otro gran número de gente, si se tiene en cuenta a los confeccionadores de camisetas, los choferes que traen a los equipos que no son de la zona, los profes que tienen grupos de entrenamiento, y ni que hablar los vendedores de chivos. Porque es ley: los equipos prenden fuego para festejar la victoria, para levantar el ánimo en la derrota, y también en el empate, porque siempre aparece algún motivo para celebrar la amistad.
La ley y el orden
Lucas Moreira es árbitro, dirige en Don Pedro desde el año 2004, y en la semana trabaja como director de mantenimiento de Casa de Gobierno de Neuquén. Él es uno de los más de 150 jueces de la APAF (Asociación Provincial Árbitros de Fútbol) que presta servicios para este torneo. Más allá de que para Lucas esta actividad represente un trabajo y un dinero extra, cada sábado lo vive con la misma pasión que los jugadores: “uno se pierde cumpleaños y tiempo de estar con la familia”, dice Moreira, pero agrega que “no hay nada más lindo que el olor a pasto y poder compartir momentos y chistes con gente con la que después te cruzás en la calle”.
Según este árbitro, por más que en cada pelota se deje la vida - y más allá de que siempre exista algún desubicado que puede poner la pata de más- entre la mayoría de los participantes reina el Fair Play. “Mucho tienen que ver las sanciones disciplinarias que se aplican”, asegura Moreira, quien agrega que “el hecho de excluir a jugadores violentos es aleccionador”.
Dato curioso: antes que un nuevo equipo comience a participar, se le organizan partidos amistosos donde el tribunal de disciplina observa la conducta de los ingresantes.
Una institución
Anthony Burgess, autor del libro la Naranja Mecánica dijo alguna vez que "cinco días son para trabajar, el séptimo día es para tu Dios, y el sexto día es para el fútbol". Para los que vienen a jugar desde el interior la frase es literal.
Aunque parezca una locura, cada fin de semana viajan equipos de El Cuy, Catriel, Villa Regina, General Roca, Zapala, Senillosa, Añelo, San Patricio del Chañar, Plottier, Cinco Saltos, Cutral Co, Plaza Huincul y Vista Alegre. Para poder decir presente realizan grandes sacrificios, que implican contratar colectivos o combis, y en algunos casos viajar hasta más de 500 kilómetros en un día (entre ida y vuelta).
Tanta es la pasión que se respira por acá, que algunos equipos de amigos que nacieron alrededor de Don Pedro terminaron siendo clubes con todas las letras. La Amistad es un ejemplo de ello, que empezó en este campeonato y hoy es una institución que compite a nivel profesional, habiendo llegado a disputar el Torneo Argentino C.
Algo similar pasó con el “El Potrero”, de la localidad de Catriel, que desde 2021 cuenta con personería jurídica. Todo surgió a partir de una fantasía del mentor de este equipo,
Lalo Salinas, que contagió la idea entre sus compañeros, armaron una comisión directiva, el papeleo correspondiente, y hoy son club que se aventura a soñar con tener un predio propio, armar una escuelita de fútbol y formar jugadores. Mientras tanto siguen compitiendo aquí, por supuesto, donde llegaron tener cuatro divisiones (hoy participan en dos), incluso siendo campeones de la “Copa Don Pedro” en Temuco, Chile.
“Viajamos siempre en autos particulares y compartimos los gastos del combustible”, dice Sandro Lacón, arquero histórico de “El Potrero” y vocal titular de la comisión directiva del flamante club, quien agrega que “es un viaje tremendo, te perdés todo el sábado, pero es lo que nos gusta”.
Con semejante seriedad se toma esto Sandro, que a sus 54 años está impecable, a base de un orden en la alimentación, descanso y entrenamiento, manteniendo la misma conducta que tenía en los años en los que fue un jugador semi profesional, vistiendo la casaca de la Deportiva Catriel: “Siempre tratamos de sumar buena gente al equipo, pero que sea lo mejorcito posible como jugador, porque competimos para ganar. Entendemos que no todos lo vivan de la misma manera, pero nosotros siempre quisimos mantener ese código de dejar una buena imagen dentro y fuera de la cancha”.
Casi todos lo viven igual. Cuando empieza a caer el sol del sábado, después del tercer tiempo, los seis mil jugadores de Don Pedro (algunos con hielo en el gemelo) empiezan a interactuar en sus respectivos grupos de grupos de WhatsApp: para regodearse y felicitarse por la descollante actuación, o bien para pedir perdón por alguna equivocación, pero todos sabiendo que el fin de semana tendrán revancha y una nueva cita con el deporte.
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