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El gran editor del último medio siglo ya rompe las pelotas en la interna de Dios y el Diablo

Murió Lanata. Es desproporcionado levantar condenas por diferencias políticas para intentar tapar al genio que revolucionó todo lo que tocó.

Murió Jorge Lanata a horas del final del 2024. Su último suspiro esperó hasta que la muerte llenara un vacío en la agenda mediática. Facilitó a los encargados de los contenidos del fin de año llenar los espacios que el apagón de las actividades suele dejar en blanco. No podía ser de otra manera tratándose del final de la vida del más disruptivo editor del último medio siglo en la Argentina.

Desde Raúl Alfonsín hasta Cristina Fernández, todos los presidentes supieron enojarse con Lanata. Algunos con respuestas más violentas que otros. Batalló contra el menemismo, chocó contra el efímero delarruismo y se enroscó en una guerra total contra el kirchnerismo. En la industria de los medios se enfrentó a los poderosos hasta quedarse afuera del gran mercado, empujado por las presiones del kirchnerismo sobre los que contratan a los periodistas.

Entonces, Lanata se recluyó en el canal 26, de Alberto Pierri, con un envío diario de bajo presupuesto en el que se las rebuscó para no perder los márgenes de repercusión de todo lo que hizo en su vida. Echado de América para complacer a Kirchner y distanciado de parte del grupo de periodistas que se hicieron bajo su ala, que se acercaron al oficialismo de la época, Lanata aceptó la oferta de Héctor Magneto, de Clarín, para desde ahí confrontar con el poderoso gobierno kirchnerista.

Jorge Lanata, de Página a Clarín

En noviembre de 2015, cuando Mauricio Macri ganó la Presidencia de la Nación en el balotaje contra Daniel Scioli, Lanata debió sentir vengados sus padecimientos por el trato que le había dispensado el kirchnerismo.

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Mientras transcurría la Presidencia de Cristina Fernández, Lanata alcanzó la máxima popularidad de su carrera, sustentada ahora por buena parte del púbico que lo ninguneaba cuando no lo repudiaba durante el menemismo, y con el rechazo de gran parte de la audiencia que lo amó en los ‘90. Hasta eso supo poner patas para arriba El Gordo.

Lanata fue determinante para el giro al periodismo de quien escribe estas líneas. A fines de los ‘80, Página/12 corrió los márgenes para el oficio en el país, adonde dominaban las líneas acartonadas de los viejos La Nación y Clarín, que se habían blindado contra el poder y la competencia con la alianza que se quedó con Papel Prensa durante la dictadura. Lanata fundó Página 12 cuando tenía 26 años. Venía de El Porteño, una gran revista de los inicios de la fase democrática pos genocidio.

Después de Página/12, fundó Crítica de la Argentina, mientras tanto también le dio vida varias revistas, entre ellas XXI también fue el creador de exitosos programas de televisión que marcaron época, como Día D, Periodismo Para Todos y Lanata Sin Filtro. Hizo documentales, escribió diversos libros de ficción y no ficción, y hasta fue primera figura de una revista en el Maipo.

Lanata las hizo todas, siempre jugó la pelota contra el fleje. La desmesura que exigía la ejecución de lo que su creatividad vomitaba le costó casi siempre a sus medios la supervivencia bajo su ala, siempre terminó saliendo de los proyectos que fundó, cuando no se fundieron directamente, en medio de crisis económicas en la administración. Ex trabajadores de Data 54, su temprano proyecto de diario online, o Crítica de la Argentina todavía no terminaron nunca de cobrar por lo que trabajaron.

Nada fue igual después de Lanata

Un distinto. Lanata hizo con Página/12 una revolución en el periodismo gráfico argentino. Nada fue igual después de Página. Hasta Clarín y La Nación tuvieron que armar equipos de investigación. Lanata les mojaba la oreja con dos palillitos a las tropas mejor armadas del negocio de los diarios de Latinoamérica, cuando tener diarios de papel era negocio enserio.

Dos pastillas del pastillero gigante de Lanata en Página: la tapa en blanco contra los indultos de Menem, y también presentó un día Página Amarilla, para cual compró papel de las páginas amarillas de las guía de teléfono, en respuesta al riojano, que había calificado de amarillo al periodismo de Página.

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Con el primer número de la Revista XXI, Lanata regaló una bolsita con tierra de Anillaco. Mandó a dos periodistas a buscar el premio para los lectores de su nueva aventura. Ahí nomás, presentó la edición de XXI más loca de la historia de las revistas argentinas: tenía un agujero en el medio que traspasaba todas las páginas. Era la ilustración del agujero negro del presupuesto, el título que justificó la ocurrencia de Lanata, que arrasó con las ventas en los quioscos. La edición agujereada se agotó en el AMBA, la segunda que se lanzó para satisfacer la demanda recalentada vino agujero.

Es interminable la lista de decisiones disruptivas encadenadas en la carrera de Lanata, que empezó en el periodismo a los 16 años. Su influencia sobre el negocio y el oficio es inconmensurable. Es desproporcionado levantar condenas por diferencias políticas para intentar tapar al genio editor. Si el cielo y el infierno existieran a ninguno de nosotros nos gustaría ahora estar en el lugar de Dios o el Diablo, sabemos del talento del editor para romper las pelotas al gobierno.

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