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Juicio a los Montecino: el principio del fin de la banda narco más importante del Alto Valle

LMNeuquén cubrió el juicio por narcotráfico que incluyó a 23 imputados del clan liderado por el capo narco Héctor Montecino y su hermana Ruth.

7 de agosto de 2013. Lo que mucha gente esperaba. El principio del fin para la banda narco que lideraron los hermanos Héctor y Ruth Montecino. Un juicio sin precedentes para la región. Familiares y colaboradores que traficaban droga en el Alto Valle. En total, 23 imputados.

Era la primera vez que cubría un juicio de tal magnitud, y que tenía acceso al abultado expediente de una causa que dejó mucha tela para cortar al desnudar entre otras cosas la complicidad de un policía que participó de la investigación.

Por primera vez conocía de primera mano los diálogos que mantenían en clave con otros colaboradores para acopiar, vender y distribuir marihuana y cocaína en el Alto Valle. Es que no llamaban a la droga por su nombre. Lo hacían en código: “chori doble”, “tableta”, “galletita”, “blanca”, “blanquita”, “humito”, por mencionar algunos términos.

Ni antes ni después pude volver a tener acceso a desgrabaciones que realiza la Policía sobre teléfonos intervenidos para dilucidar un delito. Por algo la causa se hizo conocer como la mega causa de las escuchas telefónicas.

De Cipolletti a Centenario trazaron una red de relaciones y complicidades que no dejó nada al azar. Cada uno cumplía un rol específico que se amalgamaba con el resto, y eso quedó muy claro en esas escuchas.

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Recuerdo la presión política y social que se ejercía sobre las cabezas de los jueces por que haya condenas ejemplares. Hacía tiempo que mucha gente quería ver a los Montecino tras las rejas y llegar a ese resultado. Un cúmulo importante de pruebas, entre escuchas telefónicas, allanamientos y secuestros, los acorraló; y un 7 de agosto de 2013, la sociedad pudo ver el principio del ocaso de la banda.

“Sería realmente trágico para Cipolletti y para la Justicia que después de tanto tiempo no haya una condena ejemplar”, enfatizó en su momento el por entonces gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, quien había iniciado una campaña para desterrar a la familia de la ciudad, acusándola de liderar una banda narco y de ser responsable de una innumerable cantidad de delitos.

En esos años, yo trabajaba en la sección Policiales del diario LMNeuquén. Venía de cubrir muchos juicios, pero nunca uno federal y sin precedentes para la región, ni tan extenso. Fueron 23 imputados, y durante las audiencias se ventiló la responsabilidad penal de cada uno de ellos.

El primer día, la presencia de los 23 dominó la escena. Incluso nos superaban en número a los colegas que estaban allí realizando su trabajo y familiares que "bancaban" a los detenidos. Entre el montón resaltaba Ruth con su campera de cuero marrón y las botas largas estilo tejanas que llevaba puestas.

Soto Cecilia Marisel y Ruth Montecino en el juicio al clan Montecino.

Los imputados ingresaban a la sala de audiencia en algún punto confiados. No parecía importarles que estaban ahí para ser juzgados ni temblaban con la sola idea de quedar presos. Se tomaban el asunto con tanta liviandad que varias veces alguno de ellos lanzó una carcajada en medio del silencio.

Pero la sonrisa burlona y la mirada desafiante de algunos comenzó a diluirse a medida que fueron pasaron los días y los cargos sobre la mayoría de ellos podían ser respaldados con prueba. Las caras desinteresadas de los primeros días fueron caras largas y de preocupación. Hacia el final hubo algunos manotazos de ahogado y descargos que sorprendieron.

“Con mi hermano (Héctor Montecino) nunca fuimos socios, ni recibí ninguna orden. Lo de él era de él y lo mío era mío. Siempre fui independiente. El manejaba lo suyo y yo lo mío”. Así reconocía su vínculo con la droga Ruth Montencino. Pero aclaró que no formaba parte de una organización, mucho menos compartía el liderazgo con Héctor.

Recuerdo que pidió clemencia y misericordia porque entonces era mamá de un niño de 12 años. Dijo "perdón" por el daño que le hizo a "muchas madres de muchos hijos”.

Los vínculos de una familia y sus colaboradores

Sin embargo, los jueces federales de Neuquén, Orlando Coscia, Eugenio Krom y Ricardo Barreiro, condenaron a 18 de 23 imputados. Eso fue el 1° de octubre de 2013, y la peor parte se la llevaron Héctor y Ruth, con 18 -dos años más que la pena máxima- y 15 años de cárcel, respectivamente. Más una multa de entre 10 y 8 mil pesos que hoy suena a chiste.

Al resto condenaron como partícipes primarios de la banda, con penas que fueron de los 12 a 3 años de cárcel, según la actividad que ejecutaron y las pruebas en su contra.

Estaba Fiofania “Anita” Ruskoff, quien fue mujer de Héctor. Nacida en Bolivia, pero de sangre rusa, rubia o teñida. Almacenaba la droga. También fue condenada Carina Domínguez, en ese momento pareja de Héctor. Se sentaba muy cerca de Jéssica Montecino, hija de Héctor, quien llegó a juicio con arresto domiciliario en la casa de sus tíos cipoleños. La chica cumplía la función de almacenar y vender la droga.

Juicio al clan Montecino.

Olga Jorquera, a quien Héctor llamaba "tía" en las escuchas telefónicas, era una maestranza del municipio cipoleño que fue condenada por almacenar droga en su casa. Por la misma razón quedó tras las rejas la ex esposa de Héctor, Irma Betanzo, y ex portera de una escuela. La hija que tuvieron, Romina, tenía 17 años al momento de los hechos. Por eso se salvó de la cárcel. En tanto, Jorge Marcelo Seguel, el hombre que trasladaba sustancia a uno de los lugares de acopio, y con quien alguna vez tuvo una relación con Ruth, resultó condenado. Su hijo Diego fue excarcelado, igual que Héctor Soto, el cuidador de caballos que almacenaba estupefaciente. Pero su hijo Fernando no corrió la misma suerte.

Otros condenados: Leopoldo Belmar Castro, el hombre que acopiaba sustancia en el galpón de la Mayorina; y Daniel Alberto Reyes, el amigo de Héctor que conducía la Fiorino donde los policías encontraron unos 170 kilos de marihuana.

El clan Montecino.

Parte de la banda eran siete personas oriundas de Centenario, cuatro de ellos resultaron sentenciados: Miguel Ángel Nacimiento y su mujer Edith Montecino por comercializar droga; la pareja Hugo Villablanca y Anahí Castillo, en la modalidad de tenencia con fines de comercialización.

Del ocaso a la muerte

Las condenas de todos ellos resonaron muy fuerte durante un tiempo. Pero como suele pasar, más temprano que tarde, la gente se olvidó y yo también les perdí el rastro. Un tema tapó a otro y así, con ese frenesí, la atención se disparó hacia otras cosas más sangrientas o felices. Hasta que un día alguien llamó a la redacción de Neuquén, y volví a recordar todo lo que fue el juicio sin precedentes a la banda Montecino.

En ese llamado era Héctor desde el encierro. Yo del otro lado del teléfono fijo lo atendí y escuché la voz de un hombre disminuido, casi diría que hablaba bajito y en las postrimerías de lo que pudo ser.

La mujer integraba la banda que lideraron Héctor Montecino y Condorito Dávila.
La mujer integraba la banda que lideraron Héctor Montecino y Condorito Dávila.
La mujer integraba la banda que lideraron Héctor Montecino y Condorito Dávila.

Recuerdo que llamó para pedir ayuda. Ya estaba muy enfermo de cáncer y se quejaba. No recibía el trato o la asistencia médica que requería. Lo escuché atentamente, y por un momento me olvidé de quién era y por qué estaba allí. Me olvidé por un instante de la mueca que le hizo a la Justicia cuando fue juzgado, y de todo el daño que habrá causado. Sentí la humanidad de un hombre que estaba pasando su peor momento. Lo escuché y hablé con él, como entrevisto a mucha gente. Todo dentro del respeto, nada fuera de éste.

Tiempo después supe que falleció. Tenía 48 años, siete más que yo; y murió condenado a 33 años de cárcel por otras causas que probó la Justicia y un negocio ilegal de 7 millones de pesos al mes. Padecía un severo cáncer en la cabeza y estaba internado en una clínica oncológica en Buenos Aires, adonde había sido trasladado por exclusivo pedido de su familia, ya que se encontraba en prisión en la U9 de Neuquén.

"Murió el capo narco más importante de la región" , así título LMNeuquén el 30 de mayo de 2016.

Héctor Montecino en el hospital, durante una internación anterior.
Héctor Montecino en el hospital, durante una internación anterior.
Héctor Montecino en el hospital, durante una internación anterior.

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