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La Mañana Alem

La historia de Lautaro Castillo, el único sobreviviente de la tragedia en la calle Alem

Sus tres amigos murieron en el choque ocurrido a mediados de octubre, en pleno centro de Cipolletti. Los recuerda con una sonrisa y confiesa que su mamá, que murió cuando tenía cinco años, lo ayudó a salir del auto.

Lautaro se había operado de las amígdalas unos cuatro días antes, estaba en reposo, ese finde largo, bajo el cuidado de su familia. Vive con sus abuelos y tíos, una familia numerosa donde se ensamblan con mucho amor. Vive en el barrio de casa ferroviarias, casa de obreros, donde ni bien entras se respira hogar, sacrificio y gente hospitalaria.

Lautaro es alto, pulcro, ojos negros pero brillantes y una sonrisa llena de vida, acorde a un pibe de su edad, 17 años, es la edad donde nos importa la banda de amigos, amigas, de divertirnos, de disfrutar, donde el tiempo es justamente eso compartir para reírte a más no poder, dicen que la adolescencia es la mejor etapa de nuestras vidas y sí que lo es.

Esa noche -el pasado 16 de octubre- le llegó un mensaje para ir a tomar mates como solían hacer. Lautaro es fana del mate, en la casa tiene varios y es buen cebador Iván el más chistoso de la banda y confianzudo, jugó con la puerta de la casa de Lautaro, haciendo chistes y entró para buscarlo junto a Esteban y Felipe. Lito, el abuelo de Lautaro, le dijo que vaya, que no había problema.

Salieron alrededor de las 12 de la noche desde la calle Fernández Oro, y Lautaro dice: “Me subí adelante, ya que soy buen copiloto, y a partir de ahí ya no me acuerdo más nada”. A las 0.30, aproximadamente, chocaron en la calle Alem, nunca llegaron a la plaza a tomar los mates, solían ir a la famosa plaza del arroba, como le decimos los cipoleños a la plaza ubicada en el barrio Flamingo.

El camillero que llegó al lugar del accidente le preguntó cómo hizo para salir del auto y le cuenta que dijo: “Me ayudó mi mami, me ayudó mi mami”. Lautaro perdió a su mamá a los 5 años y su progenitor masculino no se hizo cargo de él. Lo criaron sus abuelos, tíos y tía.

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Permaneció seis días internado, donde tuvo operaciones, siempre supo que se iba a salvar, nunca tuvo miedo de peligrar su vida, en una entrada al quirófano le dijo a su abuelo Lito: “Abuelo cuidá a Romina que debe estar hecha mierda, hay que cuidarla”. Romina es la mamá de Esteban, hijo único, criado solamente por su madre.

Esteban y lautaro, hermanos de corazón

Esteban y Lautaro se conocían desde cuarto grado, iban a la Escuela 53. Esteban era súper inquieto, sensible y gracioso de por sí. Su mamá, una trabajadora que lo dejaba a las 7 de la mañana junto al portero de la escuela y Esteban tenía que esperar hasta las 8 para entra. Cuando Lito, el abuelo de Lautaro, se enteró, le dijo: “Déjamelo a mí y los llevó juntos, y así Esteban empezó a formar parte de la familia de Lautaro.

Lito mientras toma unos mates, contaba que era tan inquieto, que algunos días Esteban le decía: “Vamos a patear la pelota, por las vías”, y lo llevaba. Eran familia, más que amigos, hermanos.

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Los amigos dicen que son la familia elegida y así se formó esa banda: Iván, Felipe, Esteban y Lautaro, jugaban a la pelota en Pillmatun desde chiquitos, los unían los videojuegos online, los mates en la plaza, la escuela secundaria a la que algunos que iban juntos, el respeto por el otro, un trato de pibes amorosos entre ellos, que solían decirse te quiero, algo que entre hombres no es tan frecuente de escuchar.

Señales unos días antes

Cinco días antes del accidente, se juntaron a comer pizza en la casa de Felipe, Lautaro es un pibe muy perceptivo, intuitivo, de hecho cree en las energías, la banda de pibes de por sí hablaba mucho de todo, pero esa noche Lautaro cuenta que se puso en pausa y observó todo de afuera, como hablaban sus amigos y no paraba de mirarlos, como que había algo que le llamaba la atención, pero no puede descifrarlo. En un momento se sintió un silencio de todos, de repente todos quedaron en silencio, un silencio que hasta hacía ruido, esos silencios que tienen sonido propio.

Al día siguiente se fueron a tomar mates a la plaza del arroba, ya que eran habitués, estaban Iván, Felipe y Lautaro hablando y uno de ellos preguntó: ¿A qué le tienen miedo? y Felipe respondió: “A la muerte”.

Lautaro le respondió: “¿Por qué tenerle miedo a la muerte?, Si nada malo te puede pasar, seguramente hay cosas buenas ahí, no te puede pasar nada y debe ser un lugar mejor, no hay que tenerle miedo a la muerte…”

Lautaro, es un pibe con una sabiduría que pocos pibes tienen, ve a la muerte como un paso más de lo misterioso que es este camino que se llama vida.

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Habla de sus amigos, hermanos de su vida con una sonrisa gigante en su boca, agradece que la vida le dio tantos años junto a esa banda de pibes. Dice: “Sería muy egoísta si los extraño, ¿sabes?, Porque sé que ellos están mejor donde están, yo no sé qué tengo que seguir aprendiendo acá, evidentemente algo o quizás enseñar, ¿pero quién soy para enseñar al otro algo, no?, pero porque no hablamos más de la muerte como un ciclo de la vida, que forma parte de nuestras vidas?... Me rio de acordarme de ellos, pero también tengo a mis amigos que quedaron vivos como Jere, que esa noche no estuvo, y también perdió a sus amigos y hay que contenerlo…”.

Por momentos los ojos negros y brillantes de Lautaro se humedecían, pero su sonrisa al hablar de su banda de amigos sacaba risas en esa mesa de mates donde había miradas de su abuelo Lito y su tía Mariela.

Lautaro supo lo que es la muerte a su corta edad con la pérdida de su mamá, el mejor legado que dejó esa mamá, su hijo. Su mamá se llamaba Anahí Castillo, que se despidió de Lautaro en la puerta de esa casa, él quería ir con ella, pero era una salida con el novio de su mamá, y nunca más la volvió a ver.

Si buscamos el significado de sobreviviente dice:

persona que permanece viva y que mantiene su capacidad funcional mientras enfrenta dificultades graves, también se les puede decir superviviente.

Lautaro, lo es, desde la pérdida de su madre, de un progenitor masculino que no lo reconoce como hijo, pero él no le tiene rencor, más que un sobreviviente, es un guerrero, donde cosecha sabiduría para quienes lo rodean, valores. Se anima a decir metafóricamente que vivas el hoy, como decía Gustavo Cerati, que justamente sonaba en su casa: “Tarde en llegar pero al final hay recompensa, ¿cómo un pibe de tan corta edad puede comprender eso?, porque existe una familia que contuvo y contiene a Lautaro, “El Lauty”, como le dicen, desde que nació.

Quiere estudiar para ser nutricionista, tiene sueños, como todo pibe de su edad, es pituco, tiene un corazón enorme, es cariñoso, a punto de egresar y salir al mundo adulto, que ya bastante tuvo a su corta edad, por eso más que un sobreviviente, Lautaro es un guerrero, porque un guerrero actúa, un guerrero acepta que todo tiene un propósito y que no hay un mayor propósito que el servicio a los demás.

El Guerrero abre su corazón con transparencia y eso es “El Lauty” como la familia y los valores que lo rodea.

Lautaro y su mamá, Anahí Castillo

Anahí Castillo, la mamá de Lautaro, era un piba hermosa, joven, vital, que más te puedo decir de ella?, dice Lito, el abuelo de Lautaro, con lágrimas en los ojos. Lito, nació en la línea sur de Río Negro, en Maquinchao, es un obrero, hoy jubilado, de mirada noble y manos que le hacen honor al laburo.

Anahí Castillo, era chef, trabajó en Limbo, una casa de comidas en Cipolletti, estudió chef en Neuquén. Su hermana Mariela, la define como alguien con carácter y rebelde, graciosa, una mujer fuerte.

A Anahí Castillo, la fue a buscar en ese entonces, su novio y nunca más volvió. En agosto de 2011, hicieron la denuncia y la tomaron como desaparecida, a los días la encontraron muerta en un río de Neuquén, como lo manifestó el novio: “que la vayan a buscar al río”.

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En la investigación, que pasó a Neuquén lo tomaron como un suicidio, pero no había indicios.

Era año 2011, no se hablaba de la violencia de género en ese entonces, la familia de Lautaro batalló contra toda la burocracia del poder judicial, que se pasaban la pelota entre Poder Judicial de Neuquén con el Poder Judicial de Río Negro. Gastaron fortuna en abogados, siendo una familia obrera, de trabajo con un nene apenas de 5 años que se quedó sin su mamá, y sin saber realmente hasta el día de hoy qué pasó con Anahí Castillo, una víctima más para poner en la lista de víctimas de femicidio en Cipolletti, un pedido más a grito de justicia.

Lito con lágrimas en sus ojos dice que es una herida que no deja de doler, abierta, pero que lo sostuvo y lo mantuvo en pie su nieto: “El Lauty”.

Lautaro tiene pocos recuerdos de su mamá, el día que se fue y no volvió nunca más y el día que apareció con Tobi, un perro cachorrito, que se lo dejaron en su cama, y estuvo junto a él 14 años. La pérdida de Tobi fue una mierda para él, vivió todas con él, pero sobre todo era lo único que le quedaba de recuerdo nítido de su mamá.

Nadie puede solo, la familia

Lautaro se crió con sus abuelos, sus tíos y su tía, la muerte abrupta y aún no se sabe qué pasó con Anahí. Tuvo un quiebre en la familia, aprendieron que hay que hablar, conversar de lo que pasa en la vida, a escucharse, a focalizarse en criar de la mejor manera a un pibe que iba a tener miles de preguntas, que se enteró muchos años después de lo sucedido a su madre.

Hicieron red, “nadie puede solo”, dijeron Lauty y su tía, una familia con sueños, proyectos, de no rencores como dijo Lautaro una y otra vez, que quieren una vida llena de risas para ese pibe al que la muerte le jugó de cerca todo el tiempo, y no existen explicaciones cuando la muerte anda suelta, más que vivirla, con caricias, abrazos, palabras, silencios, y esto de formar una red, que es la familia, como la familia Castillo, donde muestran vulnerabilidad, fortaleza, empatía que estuvieron y están 100% en que a Lautaro la vida le empiece a ser más suave, como esa mirada de su abuelo que lo escuchaba atentamente en cada palabra que sale de la boca de un guerrero que se llama Lautaro Castillo.

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“El Lauty”, para su amada banda de amigos, Iván, Felipe y Esteban que hoy desde arriba lo deben mirar orgulloso de cómo los representa en vida y una mamá que no deja de guiarlo como le dijo al camillero: “Me ayudó mi mami, me salvó mi mama”, un faro en su vida.

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