Faviola Martínez habló de la experiencia que viene realizando desde hace 18 años con los chicos de la Escuela N°74, ahora estimulando los vínculos sin la intermediación de teléfonos celulares y otros dispositivos.
Las experiencias de la infancia suelen dejar marcas para toda la vida. Muchas de ellas abren un mundo de posibilidades, imprimen valores e iluminan un faro de cara al futuro. Inspirada en las travesías que solía realizar desde Cinco Saltos a la localidad bonaerense de Luján cuando finalizaba la secundaria en el Instituto Ceferino Namuncurá -coordinando contingentes de chicos de tercer año-, Faviola Martínez se formó como docente con el sueño de replicar esos viajes de estudio con el fin de dejar una huella indeleble en la vida de sus alumnos.
Hoy, después 23 años de servicio en la Escuela Primaria N°74 “Martín Miguel de Güemes” de Neuquén Capital y a dos de jubilarse, la maestra proyecta para este 2024 su último viaje de estudios con los chicos que asisten a ese establecimiento público, una tradición que inauguró a fines de la década del 90' dejando su estela en distintas generaciones.
A una semana de regresar de Buenos Aires con un grupo de alumnos del tercer ciclo, Fabiola atiende el teléfono con su voz dulce y jovial, dispuesta a compartir su experiencia para fomentar este tipo de iniciativas entre docentes, instituciones y actores sociales vinculados con la educación.
En ese contexto, aparecieron escenas de la primera prueba piloto que hizo en 1998 cuando se puso al frente de una escapada de cuatro días a Aluminé. "Fuimos a una escuela albergue. La idea era hacer un intercambio durante el año con los chicos que vivían ahí durante toda la semana y visitarlos un fin de semana. Ellos volvieron a sus hogares y nos dejaron el establecimiento a nosotros para que podamos vivenciar la misma experiencia que ellos tenían a diario", explicó, antes de precisar que el complejo se encontraba en una zona rural y que funcionaba con energía sola y generador propio; toda una novedad para los estudiantes capitalinos.
"Yo terminé siendo la encargada del viaje porque nadie quería hacerlo, pero había un interés muy grande por parte de las familias. Ese primer aprendizaje me sirvió un montón para encarar otras cosas", dijo para luego detenerse en el año 2003 cuando ideó un viaje a Las Grutas "con dos grupos de séptimo grado bastantes numerosos".
"En esa oportunidad hicimos todo un trabajo con circuitos productivos y diferentes ambientes y biomas. Fueron 40 chicos, de los cuales 30 no conocían el mar, por ejemplo. Fue una experiencia sumamente importante en la vida de ellos, más allá del aprendizaje curricular que podían llegar a hacer. Todo lo trabajamos desde las áreas de Ciencias Naturales, Lengua y Ciencias Sociales; y a partir de ahí lo fuimos perfeccionando. Ese mismo viaje lo retomé en el 2008, pero con otros ingredientes que tenían más que ver con actividades en contacto con la naturaleza y el área de educación física, como campamentos, cocina rústica", recordó.
"Además hicimos un intercambio con los séptimos de una escuela de Las Grutas. Durante el año los chicos se comunicaron a través de cartas y cuando llegamos realizamos una jornada de juegos con los chicos en la playa, compartiendo el entorno de ellos", agregó la docente que actualmente da clases de Lengua y Ciencias Sociales.
Contacto directo e intercambio con otros rincones de la Argentina
Desde esa prueba de inicial en 1998, Faviola consolidó su proyecto con el apoyo de las autoridades y la comunidad de padres y madres de la Escuela N° 74. Sin embargo, las ediciones no fueron continuas.
"No siempre estuve en el tercer ciclo, muchas veces di clases en otros grados y por ahí no se hacían los viajes. Lo que sí, cada vez que tomé el tercer ciclo planifiqué un viaje diferente", dijo, antes de remarcar que el periodo con mayor frecuencia de viajes se dio entre el 2007 y el 2018. "Lo retomamos este año porque estuve tres años como docente NAP (Núcleos de Aprendizajes Prioritarios) en el primer ciclo", añadió.
"La escuela 74 ha recorrido muchos kilómetros con sus grupos, conociendo distintos puntos del país. En muchos casos, los niños y niñas visitaron lugares que jamás habían pisado. Fuimos a Las Grutas, Villa la Angostura, Mendoza, San Carlos de Bariloche, Puerto Madryn, El Bolsón, San Martín de los Andes, Luján y Capital Federal", enumeró la docente.
"Estas propuestas nacen desde el interés de la escuela de mostrar distintas realidades que se encuentran del otro lado del aula. Todo se planifica en el marco de los contenidos a desarrollar a lo largo del año, según la currícula provincial. De esta manera, los estudiantes tienen contacto directo con el objeto de estudio, y, por lo tanto, construyen su aprendizaje de manera más sólida y permanente", argumentó, ponderando a su vez el alto nivel de involucramiento y los vínculos que se construyen en la etapa previa a la travesía.
"A lo largo del ciclo escolar se va avanzando en la búsqueda de conocimientos, estrategias, deseos y sueños en torno al ansiado viaje, que -por lo general- se planifica para los meses de octubre o noviembre. Los estudiantes viven con una emoción especial esta construcción, en un recorrido que los va uniendo como grupo, hacia un objetivo final", describió.
Faviola contó que el sustento económico para llevar adelante estos proyectos proviene de las familias y del trabajo cooperativo que se planifica con toda la comunidad escolar. "Todos los años hacemos rifas, bingos, venta de pizzas, fideos, empanadas, verdura, canelones, todo lo que se pueda ocurrir. Tenemos una comunidad con muchísimas necesidades, pero los papás están acostumbrados a que estos viajes se hagan, al menos en el turno tarde, así que saben que la propuesta está cuando sus hijos llegan al tercer ciclo y se preparan para eso", señaló.
"Además buscamos mucho precios para tratar de abaratar los costos con la idea de que puedan ir todos, nosotros no lucramos con esto", remarcó antes de lamentar que este año dos estudiantes no pudieron disfrutar de la propuesta por una cuestión económica, "más allá de todos los eventos que hicimos para colaborar".
La reciente experiencia en Buenos Aires
Satisfecha por la reciente experiencia que tuvieron a principios de noviembre unos 29 alumnos del turno tarde en la Ciudad Autónoma y la localidad bonaerense de Luján, Faviola manifestó: "Este año realizamos recorridos por lugares emblemáticos como la Basílica de Luján, el Museo del Transporte, Plaza de Mayo, Casa Rosada, el Cabildo, la Catedral Metropolitana, la Usina del arte, el Paseo de la historieta, Parque Lezama, Puerto de frutos de Tigre, la Reserva Natural de Tigre, la planta de lácteos de La Serenísima, Caminito, la Bombonera, el Museo Quinquela Martín y Parque Patricios".
"Nos alojamos en el Colegio Nuestra Señora de Luján. Yo soy exalumna de un colegio marista de Cinco Saltos, así que con ese contacto pudimos hospedarnos en ese lugar que es bellísimo", destacó.
"Además contamos con el acompañamiento del programa Conociendo BA que ofrece visitas guiadas destinada a las escuelas del interior. Realmente me dieron una mano increíble porque además de evitarnos sacar turnos para ir a espacios históricos y museos, nos brindaron el almuerzo y la merienda para los chicos. También nos enviaron material para trabajar previamente para que los chicos lleguen al lugar con una visión previa", detalló.
Balances y la valor de los vínculos cara a cara sin pantallas
"Este fue mi viaje número 15 y lo que más rescato es lo vincular, los lazos que se crean entre los chicos. Nosotros tenemos estudiantes con realidades complejas y es muy difícil para ellos establecer un contacto con el otro sin discutir ni agredir. Viajamos una semana con chicos y chicas de grados diferentes que lo único que comparten son sus docentes. La gran proeza fue llevarlos sin celular para que la única forma de contacto con el otro sea a través del diálogo, el intercambio de la palabra respetuosa", señaló.
"Esto posibilitó conocer a otro más allá de una pantalla. Ellos piensan que se conocen a través de una pantalla, pero no es así. Estas experiencias sirven para eso. En todos los grupos con los que he viajado, lo que más rescatan como valioso es justamente eso: el haber conocido compañeros con los cuales vienen cursando hace siete años pero sin un diálogo que les permita ver que a esa persona le pasan ciertas cosas. Eso lo permite el viaje de estudios y ellos no se dan cuenta del aprendizaje que están acopiando fuera de un salón de clases", subrayó.
En ese sentido la docente enfatizó que este tipo de instancias -que fomentan las relaciones cara a cara- deberían replicarse con más frecuencia dado que ayudan a solucionar problemas de convivencia que habitualmente se dan en las escuelas y en las aulas.
Del mismo modo planteó: "La misma propuesta en el aula a través de un libro, una fotocopia o el recurso que quieras utilizar, nunca tiene el mismo resultado e impacto que el contacto directo y el poder compartirlo con el otro".
Por otro lado, al ser consultada sobre si existen resistencia a la decisión de emprender un viaje son celulares, la maestra señaló: "Les cuesta más a los papás que a los chicos porque están acostumbrados a estar comunicados con sus hijos minutos a minuto. Sin embargo, se les explica el por qué y lo entienden. Por supuesto que los docentes que vamos al viaje llevamos nuestros celulares y armamos un grupo de difusión para compartir información de lo que va sucediendo y lo que va a suceder. No es que están incomunicados. Si algún alumno necesita hablar con su familia por algún motivo, tiene nuestros celulares a disposición, al igual que cuando quieren sacarse fotos", aclaró.
Por parte de los chicos señaló que más que resistencia, se encontró con interrogantes en torno a cómo se iban a entretener durante un viaje de varias horas. La respuesta fueron libros de chistes, colmos, adivinanzas y cuentos cortos de la biblioteca de la escuela, a los que se sumaron diversos juegos de mesa compatibles con un viaje en ómnibus. "Muchos de ellos llevaron mandalas para pintas y sopas de letras", comentó.
"Viajar con las escuelas no es tarea sencilla, y los docentes lo sabemos. Sin embargo, aquellos que pensamos permanentemente en la construcción verdadera de aprendizajes en nuestros alumnos, no bajamos los brazos. Con toda la energía que nos da la pasión de la docencia, seguimos apostando a estas experiencias dejando nuestras familias y rutuna diaria. Más allá del cansancio extremo que traigo -porque es muchísimo estrés y responsabilidad- lo disfruto", señaló.
"Por lo general, son pocos los que se ponen al hombro este tipo de iniciativas. Hoy por hoy la docencia está tan bajo la lupa y tan cuestionada que no cualquiera se arriesga. Es muchísimo el riesgo y no sólo por alguna fatalidad que pueda suceder en el transcurso del viaje, sino por otras cuestiones. Hay que tener mucha paciencia, mucha empatía, mucha cintura con las familias para entender sus preocupaciones, insistencias, el llamado fuera de hora. No todo el mundo está dispuesto a pasar por estas cuestiones. Pero si el objetivo es el que venimos teniendo no dudo en volver a hacerlo", recalcó.
Por último, Faviola destacó el apoyo de la directora la Escuela N° 74, Silvia Purrayán, por apoyar la iniciativa y a sus colegas docentes (Beatriz Bernal, Alejandra Ovando, Lliliana Fosbery, Jorge Montesinos y Luciano Meglioli) que la acompañan para concretarla.
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