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La Mañana empanada

La motosierra y la empanada

El gobierno respondió a su modo, y por sus medios, la crítica del actor Ricardo Darín sobre el costo de vida que impide, en muchos hogares, darse el lujo de comprar una docena de empanadas.

En una esquina, la motosierra. En la otra, la empanada. Dos objetos que, por sí solos, no dicen mucho. Pero en la Argentina actual, se han convertido en símbolos cargados de significado político, económico y cultural. Representan polos opuestos de un debate nacional que, en su esencia, es profundo y complejo, pero que el discurso público ha simplificado hasta convertirlo en una pelea entre dos íconos.

La motosierra, empuñada como símbolo de ajuste fiscal, recorte estatal y shock económico, se volvió el emblema de un modelo que promete cortar de raíz lo que considera gasto excesivo o estructuras ineficientes.

La empanada, en cambio, llegó al centro del debate no por su sabor ni su tradición, sino por una afirmación del actor Ricardo Darín en el programa de Mirtha Legrand. Allí, dijo que una docena de empanadas costaba 48 mil pesos. La frase fue recibida con burlas, memes y discusiones, ya que el precio promedio es mucho menor. Pero más allá del dato preciso, la reacción puso de relieve un tema mucho más serio: el costo de vida en un país donde comer empanadas -como tantas otras cosas- se vuelve un lujo para pocos.

La empanada, entonces, pasó a simbolizar algo más profundo: la tensión entre percepción y realidad, entre lo que se dice y lo que se vive, entre quienes pueden pagar lo que sea sin mirar el precio y quienes luchan día a día por subsistir en un contexto de inflación, pobreza y precariedad creciente.

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Este fenómeno no es nuevo, pero en la era digital se ha intensificado. La necesidad de etiquetar, simplificar, viralizar, incluso llenar las redes de confusión, ha desplazado el análisis profundo. El pensamiento complejo se ve reemplazado por una grieta: ¿vos de qué lado estás?

Sin embargo, debajo de estos íconos hay personas, historias, tensiones reales. Hay quienes ven en la motosierra una herramienta necesaria para terminar con privilegios, y quienes la temen porque sienten que sus derechos, su educación o su salud están en juego. Hay quienes se ríen del precio de la empanada, y quienes hacen malabares para comprar una docena y sentarse a comer en familia.

¿Es el efecto de la motosierra el que achica los bolsillos frente a la inflación? ¿O es una larga cadena de distorsiones que la dirigencia del pasado provocó y que la motosierra solucionará si se tiene paciencia?

¿Entonces cuál es el límite de la paciencia de un pueblo?

Lo que está en juego no es una pelea entre objetos, sino entre relatos que intentan explicar -o justificar- una realidad cada vez más difícil de sostener. Mientras la motosierra sigue operando como símbolo de cambio drástico, la empanada, que empezó siendo una anécdota, podría volverse la señal de alerta: el recordatorio de que la tolerancia social tiene un límite. Porque si no llegan las mejoras concretas -más salario, menores precios, más dignidad- lo simbólico dejará de ser un juego retórico y empezará a expresar un malestar que ya no se podrá digerir.

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