Su función es clave para el puñado de crianceros que quedan afincados en el paraje Huitrín. La embarcación fue clave cuando en esa zona se hacía minería del carbón.
En un rincón recóndito del Alto Neuquén funciona la última balsa de la provincia: vestigio de una historia que tuvo su apogeo a mediados del siglo pasado, cuando la extracción del carbón estaba en auge y el paraje Huitrín formaba parte de la mítica Ruta Nacional 40.
La explosión en la mina San Eduardo hace 74 años y el traslado de la traza nacional hasta su actual emplazamiento, varios kilómetros al oeste, motivó el éxodo masivo. Hoy, sólo habita en el lugar un puñado de crianceros para los cuales la balsa manual, a tracción, es el único medio para cruzar el río Neuquén y continuar por la ruta provincial 9 hasta el empalme con la Ruta Nacional 40 o la Ruta Provincial 7.
La tranquilidad del lugar sólo se ve alterada por el cruce de la embarcación, que demanda aproximadamente 10 o 15 minutos y funciona todo el año para garantizar que los pobladores accedan a la salud, realicen trámites o compras en localidades como Chos Malal o Buta Ranquil.
Hay quienes desvían el camino en su paso por el norte neuquino sólo para experimentar el cruce del río Neuquén en la última balsa que existe en la Provincia. Además, aunque el flujo vehicular sea acotado fuera de la temporada estival, los balseros cumplen un rol fundamental todo el año para los pobladores del sector.
El cruce del Río Neuquén
Funciona de 8 a 12 y de 14 a 18 ya que suelen cambiar de horario en invierno. La operación está a cargo de tres operarios contratados por la empresa que presta el servicio, mientras que el mantenimiento está a cargo de la Dirección Provincial de Vialidad.
Miguel Ulloa es uno de esos operarios. Trabaja en la balsa desde hace 9 años, pero conoce el lugar desde hace cuatro décadas: la familia de su esposa tiene un puesto frente al río. Reside en Chos Malal pero tiene un diagrama de 10 por 5 que lo mantiene varios días lejos de su casa. No se imagina cómo será su vida cuando ya no se dedique a esto. Cuenta entre risas que tal vez vuelva a Huitrín para escaparse del ruido de la ciudad. Le gusta la tranquilidad del lugar, los paisajes -según él, de los más bonitos de Neuquén- y el cielo en las noches: sin luces que contaminen la visual, es como un mar de estrellas.
En los últimos tiempos le ha llamado la atención la cantidad de turistas que eligen la balsa para cruzar los 75 metros de una margen a otra del río: muchos llegan en moto o en vehículos particulares. Varios provienen de otras provincias y visitan Neuquén por sus destinos cordilleranos. Pero el desvío en la ruta provincial 9 los tienta, porque en ciertos casos les permite ahorrar kilómetros, y deciden experimentar el cruce en barca.
En el corazón del Neuquén profundo
En el corazón del Neuquén profundo, una balsa de hierro desafía el paso del tiempo y las inclemencias de la naturaleza. Con sus imponentes 45 toneladas, esta embarcación transporta hasta 25 toneladas en cada travesía, uniendo destinos y preservando la identidad de quienes dependen de su servicio.
El año pasado, la balsa enfrentó dos crecidas memorables, fenómenos de la naturaleza que no solo pusieron a prueba su fortaleza, sino que también recordaron el carácter indomable del río Neuquén. Impetuoso y altivo, el río honró su reputación, dejando una impresión imborrable en quienes fueron testigos de su furia. Desde entonces, por precaución y cuidado de la estructura, la embarcación solo traslada vehículos livianos hasta que reciba el mantenimiento necesario.
Ahora, con los días acortándose y el paisaje transformándose, la balsa sigue en su labor silenciosa, como un testigo fiel del paso del tiempo. En este rincón de la provincia, no solo transporta vehículos, sino que resguarda las historias de un lugar donde la naturaleza y el hombre conviven en un equilibrio único, digno de ser contado y preservado.
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