Un libro reunió los testimonios de los hijos de las personas de la Norpatagonia que abandonaron el país en la última dictadura militar.
“Nada puede quedar atrincherado en las murallas del olvido, aún sabiendo que la memoria es una práctica que selecciona acontecimientos y, en esa selección, el olvidar esté entre sus consignas”, se puede leer en las primeras páginas de Liberando memorias Sobre exilios y desexilios, un libro que aborda y retrata las historias de los hijos e hijas de personas de la Norpatagonia que tuvieron que dejar el país durante la última dictadura militar porque sus vidas y las de sus hijos corrían peligro. El libro fue publicado por PubliFadecs, el departamento de publicaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Comahue.
La obra es el resultado de un proyecto de investigación titulado “Identidades, exilio y democracia en Argentina: análisis de casos de la segunda generación de exiliados argentinos de la última dictadura militar”, dirigido por Cristina García Vázquez, profesora e investigadora de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNCo y contó con la participación de especialistas interdisciplinarios comprometidos con las luchas por la memoria y la justicia en nuestro país.
El objetivo fue analizar las construcciones identitarias de la segunda generación de exiliados argentinos, es decir los hijos de quienes tuvieron que dejar el país a raíz del golpe militar. “Los hijos también fueron exiliados”, afirma García Vázquez; sin embargo, advierte que al trabajar las construcciones identitarias abordaron los procesos de autodefinición, “y lo que encontramos a lo largo de nuestra investigación es que en los últimos años han ido apareciendo cada vez más hijos e hijas que se identifican como exiliados, otros como hijos de exiliados y otros como hijos del exilio”. “Más allá de estas categorías se ubican como sujetos históricos de construcción de la memoria colectiva”, agrega.
En los últimos años se produjo una explosión de estudios sobre el exilio de argentinos ocurrido a partir del 24 de marzo de 1976, como también antes de esa fecha. Para la investigadora esta situación ha colaborado para que cada vez sean más los hijos que se identifican como exiliados. Entre los estudios de destacados académicos se puede mencionar los de Pablo Yankelevich, Silvina Jensen, Marina Franco y Soledad Lastra, quien escribió el prólogo de este libro. Soledad Lastra subraya que se trata de una obra novedosa, construida desde nuestro sur para comprender las experiencias sociales y políticas de los exiliados y retornados del último exilio argentino. “La obra hace referencia a un Comahue que fue duramente reprimido durante el último ciclo de violencia estatal y paraestatal en Argentina y que, además, tuvo un rol relevante en el mecanismo desplegado durante la última dictadura militar parta aniquilar al ‘otro’ e instalar el silencio”, escribió Lastra en el prólogo a la obra.
El equipo de investigación entrevistó a 13 hijos de personas exiliadas que presentan “la esencia narrativa de cada trayectoria exiliar”, y al mismo tiempo realizó dieciséis entrevistas a la primera generación de exiliados que, en su mayoría, viven en la ciudad de Neuquén.
“Los testimonios tienen mucha potencia, se refleja que había mucha necesidad de hablar. Cada uno vivió el exilio de manera diferente como así también los lugares de destino fueron distintos, Suecia, Belgica, España, Mexico, Alemania”, precisa.
Al recorrer los testimonios también aparece el tema del retorno al país. “Los hijos no eligieron ni el exilio ni el retorno. Todos coinciden en que el retorno para ellos fue un exilio. El retorno no es una migración forzada pero todos manifiestan las dificultades que tuvieron para adaptarse a la Argentina y lo que significó desprenderse del espacio en donde habían vivido en el exilio”, explica.
En algunos casos, los hijos se exiliaron con sus padres en edades muy tempranas, y otros nacieron en el exilio. “Una de las entrevistadas nos dijo que si bien volvió a los 8 años para ella no fue retornar sino irse de Suecia, el sentido cambia totalmente”, cuenta.
García Vázquez explica que quienes huyeron del país son sobrevivientes en su triple condición de ser víctimas, testigos y sobrevivientes del terrorismo de Estado. Esta triple condición es compartida, en diferentes grados, por sus hijos.
A partir de los artículos y los testimonios incluidos en el libro sugiere la investigadora, debe invitarnos “a pensar sobre la complejidad de lo vivido, sobre un pasado que aún estamos intentando comprender”
El equipo de investigación del proyecto “Identidades, exilio y democracia en Argentina: análisis de casos de la segunda generación de exiliados argentinos de la última dictadura militar” dirigido por Cristina García Vázquez estuvo integrado por Melina Schierloh, magister en Políticas Públicas, licenciada en Antropología e investigadora de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNCo; Joaquín Celedón Miglioranza, licenciado en Comunicación Social y Jonas Kalmbach, licenciado en Sociología. El libro incluye ensayos de los doctores en Historia, Pablo Scatizza y Francisco Camilo Vela, y del magister en Historia, Gabriel Rafart, además de profesores e investigadores de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
Voces que liberan las memorias
"En general, no suelo hablar del exilio, quizá si sale el tema cuento que viví en otro país de chica, pero sin mucho detalle", dijo Ivalú Obeid durante la entrevista que forma parte del libro. Ivalú nació en Neuquén en 1976, es hija de Rubén Obeid y María Cristina Vega, quienes en 1979 llegaron a Suecia, país que les otorgó el derecho de asilo. La familia fue recibida en un campamento de refugiados de Moheda, lugar en donde Ivalú cumplió sus 3 años. Regresó al país con su madre en 1984.
"Mi sentir no es traumático, quizás porque al ser chica viví las cosas de otra manera, diferente a los adultos", explica Ivalú en relación a los años de exilio en Suecia. Agrega que "si pienso en otras historias de argentinos de esos años, las que tuvieron otros desenlaces, el que hayamos podido exiliarnos, significó que mis padres hayan sobrevivido y es algo que agradezco a la vida, más allá de todo lo que pudieron o pudimos haber atravesado".
Confiesa que al pensar en esos años de exilio y del retorno al país "es alternar entre ver el vaso medio lleno y medio vacío. Es como mirar esas imágenes con efectos de ilusión óptica en las que a veces ves una cosa y a veces otra. Según desde donde lo mires, según como lo mires, pero todo está ahí".
Hija del músico Naldo Labrin y de la periodista Diana Kallmann, Galia Labrin Kallmann se exilió con su madre y su hermano Lautaro en Mexico en junio de 1976. Su padre se había ido del país en marzo de 1976. Galia llegó a México con 8 meses de edad y retornó a Neuquén en 1983 con 8 años.
Cuando se le pregunta si se considera una exiliada política, responde que no, que sus padres son los exiliados políticos y ella hija de exiliados políticos. "Hago esa diferencia porque el compromiso político era de ellos, y nosotros sufrimos la consecuencia de esa militancia política", aclara Galia en el libro.
Sobre el retorno a la Argentina en 1984, Galia explica que "llegábamos a un país desconocido, con formas y costumbres totalmente distintas a la que yo había aprendido y que tenía una carga de 'volvemos a mi país', cuando, en verdad, nunca lo había sido. Argentina, hasta ese momento, era el lugar en donde había nacido, el país que había sido arrasado por los militares y del que nos habíamos tenido que ir o el país en donde vivían nuestras familias, pero no era nada más que eso".
En otra parte de su testimonio, Galia recuerda que en la escuela primaria en Neuquén "no se hablaba del exilio, era como que no tenías que hablar de eso, no tenías que decir que fuiste exiliado. Yo vivía con mucha culpa eso de estar viva y criada por mis padres, porque además, cuando empieza el tema del Juicio a las Juntas , yo llegué a escuchar 'y vos, ¿por qué estás vivo?' o '¿vos por qué zafaste?' Entonces, pensaba, mejor de esto no hablemos".
En el libro también están incluidos los testimonios de Telma Osorio Villa, hija de Hernán “Tato” Osorio y Marta Villa, familia que se exilió en Bélgica en 1979 luego de una breve estancia en Brasil a fines de 1978. Telma regresó a la Argentina en 1983 con su madre, su hermano Augusto y su hijo Bruno. Su padre y su hermana Juliana regresaron al país dos años después. Telma relata el recorrido de la familia desde la salida de Viedma, la persecución política y los avatares sufridos durante la clandestinidad, hasta la decisión de abandonar el país en 1978.
Otro de los relatos es el de Citlali Vitle Chaves que nació en México en 1981, hija de René Chaves, una conocida militante y diputada justicialista de Neuquén y de Ernesto Jesús Vilte, abogado jujeño y militante de una agrupación marxista que llegó a México a fines de 1976. René se exilió en México en 1977 luego de recibir numerosas amenazas, allí conoció a Ernesto. En 1984 su padre retorno solo a la Argentina y se instaló en Jujuy, mientras su madre recién lo hizo en 1988 para regresar a Neuquén con Citlali que tenía por entonces 6 años.
Santiago López Luro ofreció también sus vivencias en el exilio junto a su familia. López Luro nació durante la primera etapa exiliar de su familia, en una cadena de retornos y exilios entre Lima, Caracas y la Norpatagonia. Es el primer hijo de Jorge López y Josefina Luro, quienes en la década del 70 militaban en la Juventud Católica Universitaria de Bahía Blanca. Luego de un paso por Perú, la pareja vuelve al país y viven en la clandestinidad en distintas ciudades de la provincia de Neuquén como Plaza Huincul y Centenario. En 1979 deciden regresar a Perú, para seguir a Venezuela para desarrollar actividades misioneras en un barrio de Caracas. La familia retornó a la capital neuquina en 1984.
Laura, Marta y Paula Genga Bottinelli son las tres hijas de Luis Genga y Silvia Bottinelli que debieron exiliarse en 1977. Ambos militaban en el sindicato docente de Río Negro y en 1976 fueron secuestrados. Las tres hermanas nacieron en España, entre 1978 y 1986. En 1992 retornó toda la familia y se instalaron en la ciudad de Buenos Aires.
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